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      Estaba corrigiendo algunos exámenes cuando las juveniles risas del jardín hicieron que me tomara un descanso.

    Noah correteaba con una manguera delante de Stearling que la "perseguía" totalmente empapado.

     Ver a mi hija alegre me hacía inmensamente feliz. Sonreí de nuevo y regresé a mis exámenes.


    Mi mente vagó de nuevo hasta encontrarse con Sweet en el verano en que nos conocimos.

    Nunca se le había visto por el pueblo y, aunque vestía con ropajes oscuros, jamás había causado ningún alboroto. Claro que me llamó la atención. Era muy atractivo.

     Él estaba sentado en una de las tapias de la iglesia. De repente alzó la mirada y el mundo se detuvo a mi alrededor.

— Hola— habló con calma—. Soy nuevo por aquí. He venido a pasar una temporada con mi padre y, no sé por qué me ha mandado aquí.

— Será para que expíes tus pecados—. Sonreí.

— Me llamo Sweet Muscle.

— ¿En serio? ¿No le caías bien a tu madre?

     Él se echó a reír a carcajadas.

— Bueno, ese es mi apodo. Me llamo Jonathan, pero nunca lo uso. Odio mi nombre.

— Pues, es un nombre muy bonito.

— Y al parecer, maldito en mi familia. Oye, y ¿tengo que apuntarme o algo así para venir?

— No. Tú vienes si quieres. Las puertas siempre están abiertas para todo el mundo. Yo soy Caroline.

— Digamos que no me apetece mucho entrar en el templo. ¿Sería posible que me enseñaras el pueblo?

— Tampoco es que haya mucho que ver. Te aconsejo la heladería del señor Clifford. Suele ponerse bastante bien. Yo suelo ir los viernes después de misa. Si te parece bien podríamos vernos por allí.

— Estaría cojonudo, fresita.

— Disculpa... Tengo que entrar.

— Supongo que ya nos veremos...

     Tardé una semana en materializar aquella propuesta. Nos veíamos de vez en cuando por el pueblo, pero no me atrevía a acercarme. Imagino que era por evitar los chismorreos. El escándalo de Agatha Spencer había estallado el mismo día en que Sweet y yo hablamos por primera vez.

     Una vez acabado el servicio con el sustituto del sustituto me fui sola a la heladería. Sweet estaba dentro, en una mesa solitaria con unos cuantos libros. Levantó la vista de estos cuando la campanilla del establecimiento anunció mi entrada. El señor Clifford me atendió como de costumbre y regresó a sus quehaceres. Debido a lo de Agatha las chismosas estaban reunidas entre ellas, con lo que, en teoría, el radar estaba enfocado en otro lugar.

     Sweet sonrió e hizo un hueco en la mesa.

— ¿Hacías tus deberes? — Me burlé.

— Unos mandados para mi viejo. Unas cuentas de su taller.

— ¿Tu padre es Steelo Hillstrandt? — Lo miré con temor.

— No eches cuenta a sus pintas. No mataría ni a una mosca... ¿Qué tal la misa? ¿Te vas a meter a monja?

    Sonreí y di buena cuenta de mi helado. Los padres de Sweet estaban separados desde hacía unos cuantos años, más o menos por la época en la que él decidió, junto con su mejor amigo, montar su taller en el pueblo. No era una persona muy sociable, aunque tampoco solía meterse en problemas. Él iba a la suya con una enorme motocicleta negro mate. Lo conocía de vista.

— ¿Tu madre volvió a casarse? — Pregunté pasado un rato.

— Más o menos... No sé cómo explicarlo. Ella... Un hermano de mi padre se la tiraba por venganza.

     Me puse en tensión al oír aquello y le propuse seguir la conversación en un lugar más discreto. Fuimos a pie hasta la zona de picnic. Un sitio al que ya casi nadie iba. Por el camino Sweet me explicó que su padre había fundado un club de moteros y que en un momento dado tuvo una pelea terrible con otro de los fundadores. No entró en muchos detalles sobre lo ocurrido, pero al parecer lo hicieron pasar por una traición sentimental y su padre, para evitar que mataran a su madre, aceptó largarse. Como él había agredido a otro que tenía algo más de rango se decretó que su mujer fuera el pago en sangre. Ahora es algo así como la "chica de placer privado" del actual presidente.

— Yo me metí en una pelea defendiéndola hace unas cuantas semanas y ella hizo que me viniera a vivir con mi padre.

— Madre mía... Parece una película de gánsteres o algo así.

    Sweet, que había estado muy serio mirándose los pies, se echó a reír y se tumbó sobre la mesa de madera con los brazos por detrás de su cabeza.

— Siento haberte contado todo esto. Necesitaba sacarlo. Lleva mucho tiempo haciéndome mierda.

— No te preocupes. Supongo que necesitabas unos oídos extraños para hablar con la libertad de no sentirte juzgado ni presionado.

— Supongo... Yo no soy de muchas palabras.

— Quizá porque has aprendido a sobrevivir con tu silencio.

     Me había tumbado a su lado mientras le decía aquello y le miré de reojo. Sweet había esbozado una ligera sonrisa que no se reflejó en sus ojos.

     Pasamos unas cuantas horas más tumbados con la vista en el cielo que comenzaba a estrellarse. Mi nuevo amigo iba señalando las constelaciones según se hacían visibles y me iba contando todo lo que sabía sobre ellas. Sweet tenía una mente muy inquieta y curiosa. De haber nacido en otra familia podría haber sido físico o astrónomo.

     Me puse en pie de un sobresalto al recordar que mi toque de queda estaba muy próximo. Sweet me imitó. Regresamos charlando cosas sobre el universo hasta el lugar en el que había aparcado la moto.

— Muchas gracias por escucharme sin juzgarme, Caroline. Soy un maldito prisionero de mi vida.

— Todos lo somos en cierto modo, Sweet. Pero depende de ti caerte con el peso de los grilletes o romper con ellos. Es solo cuestión de valentía.

     Él sonrió y luego juntó su frente con la mía. Se despidió con un tierno beso en mi mejilla y con la promesa de otra charla sobre otros mundos.

     Mi mente regresó al presente en el instante preciso en que la puerta de mi dormitorio se abría. Me quedé de piedra al ver a Ulises con cara de pocos amigos en el quicio. En teoría él no regresaba hasta la semana siguiente.

— Espero que tengas una buena explicación al hecho de que tu hija esté jugando a las camisetas mojadas como la puta de cualquier esquina con un joven al que no conozco de nada mientras tú estás encerrada en el cuarto mirando las musarañas.

— Ulises...— susurré aterrada viendo cómo se quitaba el cinturón.

Mommy's little manWhere stories live. Discover now