30

95 14 0
                                    

Michael:

— ¿Estás bien, Bomber? ¿Me escuchas? ¿Bomber? Dame el puto teléfono— demandó mi gemelo y me lo arrancó de las manos.

     Ahora él estaba oyendo lo mismo que yo. Estaban agrediendo a Caroline y yo me había quedado en shock.

— ¡CAROLINE, NENA! — Le escuché haciéndose pasar por mí—. ¡ESTÁS MUERTO, HIJO DE PUTA!

     La mano se estrelló con fuerza contra mi rostro en un intento desesperado por hacer que reaccionara, pero en mi cerebro se reproducía en bucle el momento en que me daban la noticia de la muerte de Kate. Un instante del que había pasado una eternidad y que ahora regresaba con la suficiente fuerza como para joderme del modo en que lo estaba haciendo.

— Bear— escuché nuevamente—. No estoy en mi casa. Estoy liado. Creo que algo pasa en mi casa...

— Reab átse ne thgilhcraeS. (Bear está en Searchlight)

— ¿Qué coño hace en Searchlight? — Preguntó tapando el auricular.

— Nátse noc haoN... (Están con Noah)

— ¡Joder! Espabila. Tenemos que ayudarla.

— No, John. Tú no puedes...

— ¡Corre, joder!


     Mientras volaba por el asfalto mi mente retrocedía sin que fuera consciente de ello. Mi corazón galopaba aterrado. Mis labios rogaban por llegar a tiempo.

     El cabrón se nos escapó. No sabía si por mucho o por poco. Pero se había largado. John se había puesto a buscar por fuera cubierto con la capucha mientras yo corría hacia Caroline.

     Me la encontré en la bañera. Lloraba y frotaba con fuerza. Su rostro estaba amoratado e hinchado por los golpes. Sus ojos eran dos rendijas por las que manaban las lágrimas que se mezclaban con la sangre de las heridas.

— ¿Qué ha pasado, nena? — No habló. Tan solo se puso en pie y se abrazó a mí llorando desconsolada.


— Esto es grave, Bomber— razonó Coyote cuando terminé de atender a Caroline y la metí en la cama con un chute enorme de calmantes—. Quien quiera que sea que haya llegado hasta aquí...

— Quiero saber quién le ha hecho esto. Quiero matar a ese hijo de puta.

— ¿La ha violado?

— Llevaba condón. No ha dejado huellas salvo los putos golpes.

— Tienes que hablar con ella. Que te cuente quién ha sido. Tenéis demasiados enemigos, Bomber.

— Dime algo que no sepa, joder.

— Intento ayudar. Me estoy exponiendo solo con estar aquí. Me estoy pintando una jodida diana.

— Lo sé, John. Te agradezco tu ayuda... Deberías irte.

— Y, ¿qué se supone que vas a hacer?

— Averiguar ¿por qué la han dejado sola?


     Mi puño se estrelló contra el rostro de Sniffer en cuanto lo tuve delante. Mi padre no reaccionó. Steelo me miraba como si me hubiera vuelto loco.

— ¿Dónde coño estabas? ¿Por qué no me avisaste que la dejabas sola? ¡La han agredido!

— Es culpa mía, hijo— dijo el presidente mirándome con calma—. No sabía que la cosa estuviera tan jodida. Se suponía que tú estabas en tu casa. ¿Dónde estabas tú?

— Salí, joder... Seguía una maldita pista. De haber sabido que estaban todos contigo no me habría movido.

— Lo siento, hermano— habló, por fin, el rastreador—. La he cagado.

— Esto es culpa vuestra. Arreglad vuestra maldita mierda porque es posible que la próxima vez yo no esté a vuestras seis.

     Salí del motor home en dirección a mi casa. El coche de la amiga de Caroline seguía en la entrada de mi casa.

— ¿Se sabe algo?

     Miré a Caroline. Estaba sentada en el sofá con las piernas apretadas contra su pecho. Me senté a su lado y acaricié su cabello.

— ¿Cómo te encuentras, nena?

— Ya puedes irte, Margaret. Gracias por acompañarme.

— Cielo, si necesitas lo que sea avisa.

     Caroline se puso en pie en cuanto dejamos de oír el coche de su amiga.

— ¿Me vas a contar qué coño ha pasado, nena? ¿Quién...?

— Me caí por las escaleras, ¿entiendes? Ha sido mi culpa.

— ¿Crees que soy imbécil? ¿Esa es la confianza que me tienes?

— ¿Qué quieres que te diga? Entraron a robar. No sé quién ha sido. No le vi la cara porque llevaba un pasamontañas.

— ¿Esa es tu versión de los hechos? — Insistí.

— Eso es lo que pasó.


     Estaba claro que el causante de todo esto la había asustado lo suficiente como para hacerla callar. No era cosa de moteros porque entre nosotros no se rumoreaba nada. Y, aunque no me creía la versión del intento de robo no me quedaba más remedio que evitar la insistencia por el momento.

     Lo último que faltaba era que la alejara por la desconfianza.

     Pero, no iba a dejar las malditas cosas así. Ni en broma pensaba dejarlo pasar. El informático del club ya la tenía totalmente localizable. Su teléfono estaba pinchado y sus redes, intervenidas. Si el hijo de puta volvía a intentar algo yo caería sobre él y no dejaría ni el puto recuerdo.


Semanas después:

     Las cosas estaban estancadas con Caroline. Ella se negaba a hablar y yo no encontraba pista sólida que me llevara a su atacante.

     Era como si se hubiera volatilizado en el aire.

     Caroline me iba a dejar de nuevo. Lo presentía. Sin embargo, la llamada lo cambió todo de nuevo.

— Disculpa que te moleste, Mickey. Estoy en un aeropuerto con mis hijos y sin dinero. ¿Me podéis ayudar?

 — Es tu hija, nena— tapé el auricular. Caroline dejó la maleta en el suelo y se giró para mirarme—. Tranquila, muñeca. Tómate algo en la cafetería. En unos veinte minutos estoy allí.


     Noah se abrazó a mí llorando en cuanto me vio. Sonreí comprensivo y me hice cargo de las maletas . Ella empujaba el cochecito con los mellizos.

— Me siento tan estúpida, Mickey. No sé en qué estaba pensando cuando empecé todo este lío con Steelo y tu padre.

     Opté por no contarle nada de lo de Caroline. No iba a solucionar nada, pero, al menos si ayudaba a Noah podría estar cerca de su madre.

— No sé qué ha pasado, muñeca. Quiero decir que no entiendo nada de lo que pasó con ellos. Quédate con nosotros todo el tiempo que necesitéis.

— ¿Estás con mi madre? — Preguntó a bocajarro antes de subir al coche.

— Somos amigos. Nada más.

— De acuerdo entonces. Si recurro a ti es porque los padres de mis hijos son moteros, necesito que los demás sepan que ya no estamos juntos. Es por nuestra seguridad, así que te pido que no les digas nada a ellos. ¿Puedo confiar en ti?

— Antes muerto que contarles nada sobre tu paradero.

— Gracias, Michael. Sé muy bien que te la juegas mucho con esto. Estaré con vosotros hasta que me pueda establecer por mi cuenta. Ya para entonces todo esto será un recuerdo que dejar atrás.


Mommy's little manWhere stories live. Discover now