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Caroline:

Seguramente sería por tranquilizarme. Quizás era porque necesitaba que le echaran una mano con los niños para no volverse loco. El caso es que Paul y mis nietos pasaron la tarde conmigo.

     Llegaron cuando yo aún dormía. Ya era, más bien, un sueño ligero. Así que, a pesar de haberme despertado, preferí dejarle interactuar un poco con los niños.

     A pesar de sus creencias, descubrí que era un padre genial. Rudo, como todo vikingo. Al mismo tiempo cariñoso y protector.

     No les quise interrumpir mientras disfrutaba observándoles por entre mis pestañas disfrutando de aquel cuento. James y Ziah acomodados en su amplio regazo en el sofá para visitas al lado de la ventana.

     Los niños, en completo silencio, se bebían las palabras de uno de sus amados padres con curiosa admiración. Él de vez en cuando sonreía mirando y besando sus coronillas.

     Una estampa muy tierna. Me apenó que Noah no estuviera para contemplarla.

— ¡Abuela! —Exclamó James saltando del regazo de su padre biológico.

     Había estado atento a mí en todo momento.

     James era un niño dulce, muy cariñoso, introvertido (como Michael) y algo inseguro.

     Ziah era más independiente, extrovertida y segura de sí misma, expresaba su amor con gruñidos o a lengüetazos. Intentaba, a su manera, curtir a su mellizo pero, el resultado era el opuesto al deseado.

     Sonreí al verlos correr hacia mí. Paul los detuvo antes de que se abalanzaran sobre la cama y me arrancaran los goteos.

— Creo que ya hemos hablado de esto, ¿no? —Ambos asintieron—. Hemos venido a visitar a Caroline, no a hacer que nos echen del hospital por comportarnos como salvajes. Ya sé que os alegráis de verla pero, no se encuentra bien y hay que ser cuidadosos.

— ¿Mike y ella van a tener un bebé? —Preguntó Ziah tomándome por sorpresa—. A él le gustan mucho los bebés y un día te dijo...

— No, princesa motera—le cortó el presidente Bomber intentando minimizar el alcance de las inocentes palabras de mi nieta—. Caroline está enferma y la están curando. Dadle un beso y portaros bien.

     Sonreí nuevamente. Esta vez pensando en la gran diferencia de edad entre Michael y yo.

     Los niños me arrancaron un buen rato de mis cavilaciones con su desbordante energía.

     Hasta entonces no había sido consciente de lo agotador que era lidiar con los mellizos.

— Chicos, parad. Caroline necesita descan...

— Mami...

     La puerta se abrió con un fuerte estrépito que me sobresaltó. Tardé un poco en reconocerlo con el cabello tan corto.

     Michael me miraba con la más genuina preocupación pintada en el rostro. Parecía recién escapado del infierno.

— ¿Qué coño...?

— Ya lo hemos hablado. Mi mujer me necesita. ¿Mami?

     Recuerdo ser consciente de abrir la boca al máximo en busca de aire justo antes de desmayarme.

Michael:

— ¡No! ¡No! ¡No! Mami—dije intentando mantener una calma que no sentía en absoluto delante de los niños.

      El cacharro al que estaba conectada y que registraba todas sus constantes empezó a soltar ruidos infernales. Entró personal del hospital que nos echó con cierta rudeza.

Mommy's little manWhere stories live. Discover now