Capítulo 48 II

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Parte II

Abro los ojos al instante... O no; no sé cuánto tiempo pasó.

Miro al rededor en busca de Bernard, exijo saber qué me hizo. Él está apaciblemente a mi lado izquierdo, casi detrás de mí, mirando al frente. No había atisbo de sonrisa ni diversión en su rostro, estaba inexpresivo. Cuando se da cuenta de que mi mirada estaba centrada en él, escrutando sus expresiones, señala con su barbilla al frente.

Caigo en cuenta de dónde estábamos. Esta es la habitación de Camille; me cuesta un poco reconocerla debido a la iluminación, ahora estamos de día, y el sol ingresa directamente por la ventana de cortinas abiertas de par en par. Cómo suponía, paredes beiges sin adornos, ni cuadros, no pósters. La cama perfectamente tendida y todo en el lugar que corresponde.

Sigo la mirada de Bernard hacia la puerta de la habitación, por donde ingresa a paso rápido una Camille viva, alta y estilizada, con una blusa celeste y unos pantalones del color de sus paredes.

No necesito atestiguar lo siguiente para saber qué día es hoy: el día en el que asesinan a Camille.

— Qué bueno que estás aquí -decía Camille, con su habitual aire parsimonioso e indiferente, rebuscando algo en uno de los cajones de su cómoda-. Estos son los recibos de los medicamentos de Oliver del resfriado de la semana pasada.

La hermana, en su blusa verde oliva y falda de tubo negra, recibe los papeles que le son tendidos con recelo y los empieza a examinar.

— Esta es una suma muy alta... ¿De verdad gastast-?

— ¡Ah! —Camille la ignora, y le tiende otro par de papeles que encuentra en el mismo cajón—. Y estos son los recibos por la ropa que compramos el lunes pasado.

— ¿Ropa? —ella vuelve a inspeccionar los papeles en sus manos.

— Ya sabes, los resfriados estiran a los chicos. Su ropa ya no le quedaba.

— ¿Y tiene que ser de tiendas costosas?

— Es lo mejor, ya sabes de sus alergias.

Su hermana la mira con escepticismo, y algo de tristeza incluso, aunque no sé a qué se deba exactamente. Debo admitir que su porte y el conjunto que lleva me dieron una idea diferente de cuál sería su tono de voz o sus expresiones. Me sorprende el hecho de que, de entre las dos, la que parece más sumisa ahora es justamente quien creí que sería prepotente o demandante.

La hermana de Camille asiente en respuesta.

— Bueno, entonces creo que debemos hacer un recorte en el presupuesto, ¿no crees? —se cruza de brazos.

— ¿A qué te refieres? —responde Camille, disconforme.

— Camille, yo... —balancea los recibos en el aire por un segundo— no puedo seguir pagando esto.

Unos segundos de silencio después, Camille vuelve a hablar.

— ¿La abogada del año? ¿La que no tiene tiempo para su familia por una enfermiza obsesión con el trabajo? —Camille se dirige hacia la puerta—. Hazme el favor.

— Qué bueno que mencionas eso —responde la hermana, sin voltear a ver a su interlocutora—. Estaba pensando que, ahora que terminé los casos de Valerian y Arrázaga, podía pasar más tiempo con Oliver y... No sé... Dejarte hacer tus cosas.

Camille frena en seco.

— ¿Qué dijiste?

— Estaba pensando en un viaje-

— Deja de actuar, Olivia —un hombre de aproximadamente 1.90m, de cuerpo bien trabajado y manos enormes entra a la habitación. Su rostro, marcado por cicatrices de algunos golpes, estaba contraído en una expresión de indignación y dolor— ¡Ella te engañó! ¡Nos engañó a los dos! ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

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