Capítulo 55 - NOAH

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Veo a mis hermanos jugar en el parque al que siempre íbamos los fines de semana los cuatro. Esos días en los que mamá preparaba una merienda pequeña llena de alimentos que ella consideraba necesarios para nuestra nutrición. Esos días en los que la merienda terminaba dentro de una canasta junto a una manta para pasar todo el día fuera. Días en los que era feliz. Días que aprendí a valorar tarde. Siempre tarde.

Me encuentro a una distancia prudente, unos pocos metros, la arena de la zona de juegos para niños se hunde bajo mis zapatos. Debido a que está en desnivel, la vereda forma una pequeña grada que hace de asiento para los padres que observan a sus hijos unos metros más allá. Un asiento muy incómodo, por cierto, porque mis rodillas siguen dobladas en ángulos considerablemente agudos. Pero, ¿qué es un poco de incomodidad para alguien que, en algún lugar, se encuentra compactado dentro de un ataúd?

Sí... Desecho la imagen de inmediato, fue una estupidez.

Un suspiro me lleva a frotarme el rostro con las manos, cuyos codos se apoyaban sobre mis rodillas.

He estado así desde que llegué. No sé qué mierda sucedió con Kendall hace una horas, pero sí sé que no estoy bien. Demasiada información en un período corto y concentrado de tiempo. Y las palabras salieron de mi boca antes de siquiera analizarlas, no me lo permití en ese momento, así que tal vez respondí por inercia, tal vez respondí lo que creí que ella necesitaba escuchar... Tal vez... No lo sé.

Lo único que quiero hacer ahora es irme. Ascender. Como sea que se haga. Quiero estar en un lugar en el que pueda cuidar de mis hermanos y de mi madre más libremente, sin temor a la oscuridad que aquí ronda y la cual podría decidir un día tomarme de rehén. No tengo ningún motivo para quedarme, solo cosas inconclusas que tengo que cerrar en, a lo mucho, un par de días.

Me dispongo a ponerme de pie, pero rápidamente abandono la idea. ¿Estoy lo suficientemente bien como para hacerle frente? ¿Siquiera tengo el coraje que requiere intentarlo? Mi mente ha entrado en un estado de entumecimiento desde que me despedí de Kendall, y cada vez que mis pensamientos se direccionan hacia esos sucesos, busco distraerme apresuradamente. Cuando no lo hago, miles de nociones me atacan de forma súbita, los recuerdos de lo que pensé en cada momento, de lo que dije, sus reacciones, sus respuestas, lo que sentí... Lo que siento. Aún no estoy listo para esclarecer lo que siento. De lo único que tengo certeza es que siento mucho.

Nada de eso, todavía no; prefiero quedarme un rato más acá, observando a Antoine y Theo jugar e imaginando que juego con ellos como en los viejos tiempos.

Suspiro con suficiente fuerza como para ocasionar a una señora gris y nerviosa a mi lado un brinco del susto.

— Perdón —murmuro avergonzado, mientras mis pensamientos vuelven a su lugar seguro.

Pero eso tampoco me tranquiliza por completo, es como un sedante cuyo efecto no es más que una mera ilusión. Tarde o temprano tendré que despertar y volver a experimentar aquello que me fue generosamente bloqueado.

Vuelvo a suspirar, esta vez gruñendo de frustración mientras aprieto mi frente contra la palma de mi mano.

La señora se sobresalta otra vez. Me dedica una mirada de desaprobación a la que respondo con otro "perdón" masticado.

Aprieto los labios, contrayendo mi rostro en una expresión de congoja. ¿Cuánto tiempo llevo aquí, en esta especie de bucle extraño, queriendo hacer algo pero temiendo enfrentarme a mí mismo?

Me pongo de pie y me sacudo los pantalones. ¿Desde cuándo dejé que las personas tengan este tipo de poder sobre mí? El incidente con mi padre, su muerte, mi lección... Me generó un cambio, es verdad, pero nunca terminé de acercarme a las personas. "Sé educado", "Respeta", "Interactúa", "Genera una red de contactos", "Únete a gente importante"... Eran consejos recurrentes en los tiempos en lo que mi padre todavía me dirigía palabras en lugar de gritos e insultos. Cuando falleció, después del golpe y el drama, en un intento de consuelo, mi madre me dijo que todo lo que me quedaba de él en ese momento eran sus recuerdos y sus enseñanzas. Así que, como parte de mi proceso de depuración, traté de seguir todos los consejos que alguna vez me brindó y que yo recordaba. Fue mi tributo hacia él y todas las veces que intentó direccionarme en vano. Así que, hice amigos, socialicé, busqué a las personas más relevantes de mi entorno y formulé la manera de fingir un carisma encantador que se fue construyendo con práctica. Funcionó, es verdad, ascendí en la pirámide social de la escuela, me hice de buenos contactos, tenía amigos influyentes y estúpidamente ricos... Pero no tenía amigos reales.

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