Capítulo 54

59 8 2
                                    

    Estoy cayendo.
   
    La vívida sensación de una aterradoramente absorbente caída al vacío perdura incluso después de abrir los ojos.
   
    Involuntariamente, me encuentro retorciéndome en mi propia cama, moviendo los brazos de forma desesperada buscando algo a lo que aferrarme. Hasta que dicha sensación se va y por fin soy conciente de aquello que está más allá de mí, tanto física como emocionalmente.
   
    Con la respiración agitada y las mejillas húmedas, embarradas en una mezcla de lágrimas frescas y secas, recorro mi habitación con la mirada. Hay mucho ruido blanco: doctores y enfermeros hablando sobre lo que acababa de ocurrir, probablemente. Pero mi vista repara en una cosa: Mamá mirándome a través de la ventana, cubriéndose el rostro con una mano y un pañuelo, en medio del movimiento brusco e irregular de su cuerpo al sollozar.
   
    La herí de nuevo, ¿verdad?
   
    Vuelvo la vista al frente, al techo, el cual es blanco, está en blanco, está vacío. Suspiro. Cuánto daría por que mis pensamientos estén igual de vacíos ahora mismo. Solo... Solo.
   
    — Está despierta —ecucho a mi derecha, por lo que inmediatamente sé que es alguien que no está vivo—. No, no, parece seguir con vida, señora O'Mell —frunzo el ceño al reconocer esa voz—. Todo estará bien. Es una chica fuerte, usted misma lo dijo.
   
    Volteo la cabeza y observo a mi madre otra vez. ¿Cómo no me percaté antes?
   
    — ¿Noah?
   
    Él voltea en mi dirección apenas me oye.
   
    — Sí, es ella —le responde a mamá una pregunta que no puedo escuchar, pero obviamente puedo intuir, y lo hace sin quitarme los ojos de encima; no se lo ve feliz, realmente, ni aliviado, parece, más bien, serio—. ¿Desea que le diga algo de su parte?
   
    Desvío la mirada de nuevo. No quiero saber. Ahora no es el mejor momento. Vuelvo a aplastarme sobre el colchón, perdiéndome en el blanco impoluto del cielo raso.
   
    — ¿Vas a regresar?
   
    Contraigo los labios, arrugándolos contra sí mismos un segundo antes de comprimirlos en una línea delgada, al tiempo en que mi corazón volvía a encogerse dentro de mi pecho. No tengo fuerza suficiente para abrir la boca sin estallar en llanto otra vez, por lo que simplemente asiento con la cabeza.
   
    — ¿Por qué no lo haces aún?
   
    Una de mis manos vuela rápidamente a mi mejilla, donde interrumpe el trayecto de una lágrima que se asomaba por la esquina contraria al lagrimal de mi ojo.
   
    Me quedo en silencio.
   
    — Kendall —su tono de voz por fin expresa algo, mas es abrumadora la cantidad de emociones detrás de él, decepción, preocupación, el reclamo de una explicación que probablemente no llegue...
   
    Lo observo, requiriendome ello más fuerza de voluntad de lo que se esperaría.
   
    — ¿Por qué? —insiste en voz baja.
   
    Regresan a mi memoria todas las veces que intenté regresar fallidamente. Regresan junto a las pobres excusas que me di a mí a mí misma en ese momento.
   
    — Tengo cosas pendientes —respondo tajante, recién dándome cuenta del roto y maltrecho estado de mi voz.
   
    Él repite mis palabras, a modo de respuesta para mi madre, observándome con minuciosidad y cautela. Sabe que no es del todo cierto.
   
    Algo en su mirada cambia gradualmente, sin embargo. Sigue herido, sigue decepcionado, pero ya no parece tan enojado. La intensidad en sus iris se suaviza, y no tengo ni suficiente fuerza ni suficiente interés como para intentar descifrar qué es lo que cambió.
   
    — ¿Qué cosas pendientes? —lleva su mano hacia su nuca y soba el cabello cerca a la zona, es evidente que ya no quiere estar aquí—. Ella dice que puede ayudarte.
   
    Niego con la cabeza. Si quiere irse, le ayudaré a hacerlo más pronto, así yo también dejo de humillarme ante alguien que no merece menos que mis disculpas más sinceras —las cuales, por supuesto, no está obteniendo—.
   
    Un suspiro tembloroso sale de mis labios al ver cómo tanto él como mi madre esperan una respuesta. Me dan ganas de levantarme, siquiera sentarme y apoyar mi espalda en el espaldar de mi cama. Demonios. La mera y otrora insignificante probabilidad de fallar de forma miserable ante los ojos de Noah me impide intentarlo. ¿Podría solo irse y dejarme sola?
   
    — Voy a regresar —aseguro, mirando en dirección a la ventana, a unos cuantos metros de mí.
   
    Listo. Hay tienes tu respuesta. Ya puedes irte.
   
    — ¿Cuándo? —insiste.
   
    — No lo sé —trago saliva, conteniendo las ganas de mandar todo al carajo—. Pronto.
   
    ¿Por qué estoy tan irritada? Tampoco lo sé, y no es algo en lo que me gustaría pensar mientras estoy a unas cuantas preguntas de estallar de cólera.
   
    Noah no quiere estar aquí. Yo tampoco.
   
    — Intenta no tardar —continúa él, apoyando su espalda contra la pared, parece resignado a quedarse a hacer de teléfono interdimensional entre mamá y yo—, demasiado tiempo puede impedir que regreses.
   
    Asiento, aún más avergonzada. Él no debería estar haciendo esto. Está tan incómodo.
   
    Sin embargo, no está enojado, a diferencia mía. Está pensativo, divaga incluso cuando nos ayuda a mamá y a mí intercambiar mensajes. Aun así, entiendo por qué no quiere verme ahora mismo. Le he mentido, engañado en la cara múltiples veces, metiéndonos a ambos en una burbuja de aventura detectivesca y romance que yo sabía que tarde o temprano iba a estallar.
   
    Él tiene todo el derecho a mirarme con los ojos hirviendo en furia ahora mismo, tiene derecho a gritar a los cuatro vientos lo mucho que seguramente lo herí, cuando él confió en mí todos sus secretos, cuando compartió conmigo lo difícil que le era confiar en la gente, creer en las personas, y yo, de todas ellas, le fallé a gran escala.
   
    Cada vez que me observa, soy conciente de que Noah tiene el maldito derecho de tener sus ojos inyectados en ira. Pero, en su lugar, veo compasión.
   
    — Ya lo sé.
   
    Y eso está a punto de sacarme de mis casillas. Yo no merezco compasión.
   
    Una última mirada es todo lo que le toma entender que no lo quiero allí. Aprieta los labios al mismo tiempo que vuelvo a ver el techo.
   
    — Parece que ella es consciente de eso señora O'Mell —dice, después de un corto suspiro—. Ahora, si me disculpa, tengo que ir a otro lado. Lamento conocerla bajo estas circunstancias, pero espero que las cosas se resuelvan para ustedes dos.
   
    Escucho ruido blanco.
   
    Aprieto los dientes, conteniendo una maldición. Soy tan patética.
   
    — Muy bien, un última cosa —oigo que le dice, parece sonreír apenas—. Kendall —me llama, acercándose a la cama.
   
    Yo tomo la estúpida decisión de seguir viendo al techo.
   
    — Hey —lo escucho hablar en voz baja a mi lado, lo cual me toma por sorpresa, porque no pensé que se acercaría tanto. Sin embargo, ahí estaba su rostro al nivel del mío, parecía estar de cuclillas al lado del mueble sobre el que me encontraba—, no sé cuánto tiempo lleves sin escucharlo, pero tu mamá allá atrás me ha encargado decirte lo mucho que te ama, y que esperará lo que tenga que esperar...
   
    Ese fue un golpe muy duro al enorme esfuerzo que me ha suponido mantener mis emociones a raya durante toda la conversación.
   
    He sido injusta con mamá, dándole respuestas vagas cuando ella necesita oír explicaciones de mi parte. La he forzado a encontrar consuelo en un "Voy a regresar" del que estoy insegura, y un "Pronto" que bien puede significar "una eternidad".
   
    — ... Yo te diría, además, que tú no esperes demasiado —termina él, suspirando mientras baja la cabeza—. No sabes lo que yo daría por escuchar a mi madre decirme lo mismo, aunque sea por medio de un tercero.
   
    Muerdo mi labio inferior, una lágrima logra abrirse paso a través de mi mejilla expuesta a la vista de Noah, el cual me toma por sorpresa otra vez al secármela gentilmente con su pulgar.
   
    — Tú tienes la oportunidad —su voz se quiebra— de poder regresar a ella. No la desperdicies.
   
    Un sonido, una especie de sollozo mezclado con suspiro, sale de mis labios en ese instante, una brisa de aliento tembloroso que se pierde en el aire del vacío que genera Noah al incorporarse y retroceder un par de pasos.
   
    — Adiós, Kendall.
   
    Por alguna razón, siento que es una despedida definitiva.
   
    Por fin, estaré sola. ¿No era eso lo que quería desde un principio?
   
    Sí lo quería.
   
    Pero, si lo quería, ¿por qué siento mi pecho hundirse de solo pensar que dejaré de ver a Noah para siempre?
   
    — Te debo una explicación —lo detengo, sin saber qué hacer después. No sé si quiero que se quede, ya no sé si quiero que se vaya. ¿Qué demonios quiero?
   
    Estoy atascada en mi cuerpo por quién sabe cuánto, apenas puedo moverme, apenas puedo girar mi cabeza; no estoy en condiciones de hablar con Noah de un tema tan delicado en este estado. ¿Darle la pobre excusa de fan enamorada de por qué lo mantuve bajo esta farsa todo este tiempo? Imposible. No, no imposible, solo infinitamente complicado.
   
    Él mira el suelo, manos en los bolsillos, y luego me devuelve la mirada. Entonces, lo capto: él no necesita explicaciones. Mis ojos se humedecen en un pestañeo. Está decepcionado, está herido, está afligido, pero, si se quedó, no fue para oír justificaciones, sino para asegurarse de que yo estaría bien. 
   
    — Noah...
   
    De pronto, lo entiendo.
   
    "Mi familia", esa había sido su respuesta esa vez en la cafetería, cuando le pregunté por qué no ascendía. En su momento, quizá pudo haber sido cierto, pero ahora...
   
    — Quería descubrirlo contigo, Kendall. Todo el asunto de estar muerto... De... Ascender, lo que sea, quería hacerlo contigo —niega con la cabeza—. No sé si soy parcialmente culpable de que hayamos llegado a estar así —abre los brazos, para luego dejarlo caer a ambos lados—, debí habertelo preguntado en un principio... Yo solo... Lo di por sentado y...
   
    Oh, no.
   
    No. No. No.
   
    No me digas que él cree que es su culpa.
   
    —... lo de Camille llegó, y luego tú sabes lo que sucedió. Yo... Ya no sé qué es lo que está pasando. Todo es tan difícil para mí de entender.
   
    Maldita sea. ¿Por qué? ¿¡Por qué!?
   
    Hago un esfuerzo sobrehumano e intento sentarme. Él simplemente me observa, su expresión es desoladora. Aparentemente, yo no soy la única acá que ha atravesado un tormentoso mar de emociones.
   
    — ¿Estás bien?
   
    Asiento en respuesta, mintiendo otra vez, mi energía estaba tan drenada en estos momentos, que hasta los movimientos más insignificantes requerían enormes cantidades de empeño.
   
    — Estás enojado —es lo primero que digo, una vez lo enfrento frente a frente.
   
    — ¿Qué? —contesta, atónito.
   
    — Estás enojado —repito, él niega con la cabeza—. Y yo te diré por qué —lo señalo, ese movimiento del brazo, la mano y el dedo índice requieren de mucho trabajo.
   
    — ¿De qué hab...?
   
    — Te he mentido —espeto—, todo este tiempo. Te hice creer que estaba muerta, cuando era perfectamente conciente de que lo hacía solo para estar contigo. Lo supe desde el inicio, sabía lo que hacía, y aun así lo hice.
   
    Frunzo en ceño, mis ojos se cargan de lágrimas mientras los suyos me devuelven una mirada ahogada en la más profunda de las tristezas.
   
    — ¿Dices que es tu culpa por no preguntar? —mintono de voz es claramente desafiante—. No tenías maldita idea. ¿Qué demonios ibas a preguntar a un espíritu? "Hola, señor, ¿cómo está? Disculpe, ¿está usted muerto, de casualidad" ¡Y un carajo! —grito—. Eso. Es. Mierda.
   
    — ¿Qué quieres que diga? —responde, levantando levemente los brazos a los lados, derrotado.
   
    — Si crees que, por un momento, me tragué esa farsa de que no ha sucedido nada, y fue tu culpa, y todo está bien, no es así —presiono—. Dilo, dime que fui jodidamente egoísta, que mantuve tu trasero pegado al limbo cuando tú debías haber ascendido. ¡Grítame, vamos! ¿No te duele? ¿No te duele que alguien te mienta en la maldita cara? —un sollozo involuntario escapa de mis labios ¿No te duele que ese alguien sea justamente la persona que hace unos días estabas besando como si fuesen a durar la eternidad juntos, ah? ¡Te he mentido, Noah Foley! ¡Deja de mirarme así, maldita sea! —grito, buscando una almohada que lanzarle— ¡Deja de mirarme con lástima! ¡Yo debería sentir lástima, por ti, por todo el tiempo que pediste conmigo! ¿¡Y qué si yo lo supe!? ¿¡Y qué si yo...!?
   
    Para cuando un segundo sollozo, más violento que el primero, me interrumpe, intento limpiar el nuevo desastre de lágrimas en que se ha convertido mi cara.
   
    — Sé lo que estás haciendo —susurra él, contra mi cabello. En algún, momento, no estoy segura de cuál es, se ha sentado al lado de mí en la cama, y ahora me sujeta entre sus brazos mientras me pierdo a mí misma en ellos, dando rienda suelta nuevamente al torrente de emociones que me arrastraban hacia sus profundidades—. Deja de castigarte a ti misma, Ken.
   
    Sujeto su camiseta con ambas manos, apretando mi cabeza contra su pecho.
   
    — Cuando me enteré —continúa, en voz baja—, estaba enojado. Después de lo de Camille, pensé que no habría más sorpresas. Te confié tantas cosas... Que creí que tú habías hecho lo mismo conmigo. Di por sentado tu sinceridad, y descubrir que todos los planes que tenía para un futuro juntos se iban al tacho debido a esta farsa fue un gran impacto —suspira, apoyando su mentón en mi cabeza—; mentiría si te dijese que no me heriste, Ken, porque lo hiciste.
   
    Contraigo mi rostro en una expresión de inmensa agonía. Ahí estaba, ahí estaba lo que merecía.
   
    — Y sí, es verdad que si no ascendí era, en parte, porque preferí esperarte. Ahora no creo poder esperarte —dice con pesar—, pasarán muchos años para reencontrarnos de nuevo, décadas. Vivirás una juventud alocada, una adultez próspera y una vejez serena, y luego, si el destino lo permite, podremos encontrarnos y me contarás lo bonita que fue tu vida.
   
    El llanto sacude mis hombros aún más violentamente. ¿Por qué demonios tiene que decir todo esto ahora? ¿Qué es esto? ¿Una especie de despedida? Porque me rehúso a dejarlo ir tan rápido.
   
    Me aferro a su camiseta, a su pecho, a su cuerpo. Es paradójico cómo hace unos minutos lo quería fuera de mi vista y ahora encuentro cálido consuelo en su presencia.
   
    — Así que deja de torturarte a ti misma con esto, ¿si? —acaricia suavemente mi cabello—. No voy a gritarte, no voy a reclamarte, no voy a golpearte, si eso es lo que buscabas hace un rato. Sea como sea, lo superaré. Estaré bien. No sé si en algún momento planeabas decírmelo, quizá cuando ya estés a punto de irte —adivina, y se ríe con algo de tristeza y amargura—, pero no dejes que te atormente tanto. Ya he visto que te sientes mal por lo que has hecho, no me gustaría lastimarte más de lo que ya lo has hecho tú misma.
   
    — ¿Te irás? —me las arreglo preguntar con la voz rota.
   
    Lo escucho suspirar, se toma su tiempo para responder. Lo imagino, de hecho, echando su cabeza hacia atrás, sopesando sus opciones.
   
    — Era mi intención —dice, finalmente—. De todas formas lo iba a hacer, tarde o temprano. Supongo que tú lo harás primero, ¿verdad? Regresar a casa. Despertar.
   
    Aprieto los ojos, hipando escandalosamente.
   
    — ¿Ken? —la mano que me acariciaba el cabello se detiene— ¿Por qué lloras más fuerte? ¿Qué sucede?
   
    Niego con la cabeza, sin poder evitar sacudirme aún más.
   
    — Cuando tu madre preguntó por qué no regresabas y tú respondiste que tenías cosas pendientes —tantea—, me dio la impresión de que esa no era la respuesta completa... Ken —dice después de un corto silencio—, ¿será que ya no estás segura de poder volver?

***

Sup.

Hola a todos, un domingo más... Bueno, en realidad ya son algunas horas pasadas las 12, así que técnicamente es lunes.

Acabo de terminar el capítulo, y la verdad es que tengo esta sensación de tener que advertir que el drama solo irá cuesta arriba.

Abróchense los cinturones, queridos lectores, estamos a pocos capítulos del final.

En fin, hay novedades. Ahora actualizaré una vez cada 15 días. Aunque probablemente el siguiente capítulo lo vean en algunas semanas. Estaré usando cabestrillo estos días, como parte de una larga rehabilitación de tendinitis crónica en mi brazo derecho. Sip, soy diestra.

Eso es todo. Los quiero, gracias por seguir pendiente de las actualizaciones, prometo que pronto terminará este tormento que constituye la espera. 💜

Como siempre, besos desde el tercer umbral.

FantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora