Capítulo 49 - NOAH

39 11 2
                                    

    Debo estar siguiéndola ya por una hora, más o menos. No hemos hecho más que dar vueltas por todo el apartamento desde que ella llegó (aunque, ¿qué más esperaba que hiciese?), levantando tapas de ciertos empaques, revisando cajones, agachándose debajo de los estantes después de inspeccionar cada nivel, pero no parece encontrar nada que llame su atención, pues todo lo que dice es "nada" o "nada aquí tampoco" cada vez que termina con cierta área.
   
    — No hay evidencia del crimen más allá del...
   
    Pero entonces entra al baño principal, y deja la frase colgando mientras sus ojos se clavan en la cómoda de debajo y al rededor del espejo.
   
    Observo con atención sus movimientos, tratando de descifrar el mecanismo en el que se ha convertido su mente tras esta descarga de adrenalina. Volteo en vano a buscar a Kendall con la mirada: perdí su rastro ya tiempo atrás, quizá media hora, quizá una entera, aunque aún puedo percibirla a lo lejos, como si aún siguiese rondando por el apartamento. Eso es bueno. Ahora tengo que concentrarme en hallar un buen lugar donde colocar el dibujo y que no parezca evidencia plantada.
   
    Me acerco para tener un mejor panorama de lo que ella tiene ahora mismo dentro de su campo de visión. Sus manos, cubiertas inteligentemente con guantes, recorren los bordes de las puertas inferiores de la cómoda y de los cajones.
   
    — Cerraduras notoriamente forzadas de puertas y cajones del mueble del lavabo en el baño —dice—. Pudo ser un robo post asesinato o... Alguien buscando algo importante... ¿El objeto detonador? —se pregunta a sí misma, sacando su celular y apuntando su cámara a la escena—. Las causas del crimen aún son confusas, pero esto tiene algo que ver.
   
    Me cruzo de brazos, recostándome en la pared al lado de dicho mueble, preguntándome si ese detalle de verdad tiene la relevancia que la detective le otorga. Pero luego, claro, estoy yo esperando que un simple dibujo de un niño, que puede pasar por cualquiera a los ojos de la investigadora, la lleve a deducir que el asesinato se dio a causa de una disputa sobre dicha criatura.
   
    Ella se incorpora y se aleja unos pasos, tomando sus caderas con sus manos. Su mirada está fijamente clavada en las cerraduras y las puertas abiertas de par en par del mueble, parece decirse internamente a sí misma: Piensa, piensa.
   
    — Si estuviesen buscando algo... Y lo hubiesen encontrado... Esto sería caótico, ¿o no? —aprieta los labios—. Todo está en su lugar —niega con la cabeza—. Depende de lo que haya buscado.
   
    En un instante, percibo una energía bastante intensa detrás de mí, y volteo la cabeza para saludar a su poseedora, a quien sonrío ante su mirada expectante. Parece tener que contar algo, yo también tengo detalles que compartir. No obstante, es en el momento en el que abro la boca para empezar a hablar, que un ruido estruendoso frente a mí rápidamente vuelve a captar mi atención por entero: Una tabla se desprende de la parte superior del gabinete de dos puertas empotrado a la pared; es como si hubiesen pegado un trozo de madera por debajo de la cubierta. Claro, al estar tan lastimada, no se requirió de mucha agitación para que lograse separarse dicha parte. Aun así, resulta algo extraño que un mueble que, pese a su deteriorada condición actual, parece haber sido adquirido recientemente necesite alguna tabla de refuerzo en algún lugar.
   
    Sin embargo, cuando llevo la mirada al suelo y veo un papel que anteriormente no estaba, todo empieza a cuadrar sobre este incidente.
   
    — ¿Qué es esto? —la investigadora lo resuelve por mí, una vez recoge el papel, que parece la fotocopia de algún documento— ¿La copia de alguna receta médica? —voltea a ver la tabla que ahora se encuentra sobre algunos frascos y objetos que derrumbó en la repisa de mayor altura, sus ojos estrechándose ante la misma conclusión a la que llegué segundos atrás—. ¿Qué tiene que ser tan importante —da un par de golpes al papel— para tener que ocultarlo tan bien?
   
    Durante algunos segundos más, se detuvo a analizar la hoja en su mano, sus ojos escrutadores buscando entender lo que allí estaba escrito, mas yo podía leer su expresión, la cual iba desde: ¿Por qué rayos esta letra es tan confusa?, hasta: ¿Paracetamol?
   
    Aunque estoy seguro de que eso último lo descartó en un instante, nadie se tomaría la molestia de esconder una receta de Paracetamol. Por lo que, con un suspiro cargado de frustración, termina dirigiéndose a la habitación principal, la última por revisar: la escena del crimen.
   
    — Quien quiera que sea es bueno —apunta con la linterna a la cama y luego barre con el haz de luz por toda la habitación, haciendo una inspección minuciosa en todos los rincones.
   
    Abre cajón por cajón de la gran cómoda de color caoba frente al lateral de la cama.
   
    — Un robo no puede ser. No tendría sentido plantar la imagen de un suicidio y un robo al mismo tiempo... A menos... —niega con la cabeza, la luz de su linterna se ve reflejada en algo dorado dentro del cajón—. No, las joyas están aquí.
   
    Es ahora o nunca, pienso entonces, mientras me agacho para poder esconder el dibujo debajo de la cama. Sé que probablemente a Kendall se le hubiese ocurrido una mejor idea, pero hay que hacer lo que se puede con lo que se tiene. Y hablando de Kendall, ella desapareció otra vez, iré a buscarla luego. Mi plan era, por supuesto, colocar el dibujo lo más silenciosamente posible, y que parezca que ese trozo de papel siempre estuvo ahí. Sin embargo, mi reciente racha de mala suerte ataca de nuevo.
   
    Me gustaría decir que el ruido producido por mi torpeza fue mínimo, ínfimo, como un rechinar de dientes o el encuentro de una gota de agua con la superficie de un charco. Me gustaría. Cómo me gustaría.
   
    Cierro los ojos con resignación después del estruendo que produce la fractura de la tabla de madera bajo mi rodilla, que cede ante su peso por estar aparentemente hueca por dentro. Un ruido que no pasaría desapercibido ni en un salón de baile lleno de gente bailando tap, pero que -por supuesto- resuena mil veces más fuerte en una habitación en completo silencio pasada la medianoche-. Me llevo una mano a la frente. ¿Siquiera tiene sentido lo que acaba de ocurrir? ¿Cuánto peso yo ahora? ¿Gramos? ¿Es siquiera eso suficiente para romper una tabla a la mitad?
   
    Sin embargo, cuando por fin soy capaz de salir de mi estupor y dirigir mi mirada hacia la madera que esperaba ver quebrada debajo de mi rodilla, me doy con la sorpresa de que esta seguía intacta. No lo entiendo. Así que pienso, analizo lo que acaba de ocurrir.  No tiene sentido. Es decir, sí tiene sentido que yo no pese lo suficiente como para romper el tablón -encima en el plano de los vivos-, pero no tiene sentido que lo que escuché no haya sucedido en realidad. Entonces, ¿qué fue todo eso hace unos segundos? ¿Una ilusión? Peor aún, ¿una alucinación? Suspiro una vez más, siendo conciente de que, de haber estado vivo, ahora mismo tendría una jaqueca espantosa por todo el sinsentido de este plano.
   
    Lastimosamente, y para añadir absurdo al caos que me significa esta dimensión, este "lado" de la existencia, la investigadora sí que parece haber escuchado algo. Ella voltea, maldiciendo entre dientes por el susto. Yo sigo sin entender qué demonios acaba de ocurrir. Y mientras sus pasos resuenan más y más cerca, delatando su posición, yo levanto las manos (figurativamente) en son de paz ante la cantidad exorbitante de cosas que sigo sin comprender sobre este "ningún lugar".
   
    Observo, de cuclillas a su lado, como sus manos enguantadas en cuero palpan el suelo después de arrodillarse a un lado de la cama y apuntar con su linterna al espacio entre esa y los tablones de madera que hacen de piso. No le es difícil encontrar la tabla que supuestamente partí a la mitad pero que no tiene ningún rasguño en absoluto (dejaré de intentar entender cómo rayos sucedió, de verdad). Algo que pasé por alto,  y que ella obviamente no, al momento de revisar el estado de la tapa, fue que una de sus esquinas estaba ligeramente levantada, y tenía un hoyo pequeño en uno de los bordes. Bajo la luz de la linterna, hasta los minúsculos detalles se destacan.
   
— Una tabla cerca al borde de la cama —dice en voz baja, luego de encender la grabadora— tiene un orificio en el margen de uno de los largos y sus orillas están desgastadas. Debe haber algo debajo.

FantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora