Capítulo 38

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Apoyo mi codo en mi rodilla y mi mandíbula en mi mano. Estoy sentada en una incómoda silla gris de plástico, de esas que hay en los aeropuertos. Sí, estoy en el aeropuerto. Ni siquiera sé cómo me mantengo entera en un lugar que pisé solamente un par de veces en mi vida. No sé cómo funciona en el mundo de los espíritus el tema de la energía, pero descubrí a las malas que mientras más lejos te encuentras de una fuente de energía más 'débil' te encuentras. Y que era preferible que tuvieses alguna conexión real a esa fuente. ¿Ese día en la casa de la hermana de Camille y todo el camino? Sí, exhausta. En ese momento no lo relacioné, pero luego identifiqué las señales en ocasiones posteriores, como ayer en la casa abandonada de estilo vintage, y ahora en el aeropuerto. No me siento débil, pero tampoco me siento en mi 100%. Es muy raro todo, pero 'raro' es una palabra no muy rara en estos lares. Camille me aseguró que este lugar rebosaba de energía, por eso aún no me sentía tan golpeada. El tránsito constante y fluido de las personas y la corriente tan rica de emociones en este lugar, lo convierten en un perfecto centro de paso para fantasmas desarraigados.

Vine apenas me aseguré de que todo esté bien con Danielle. Marcus se ofreció a quedarse con ella hasta que saliese, porque ella no tenía quién la lleve a casa. Sus padres estarían trabajando y sus hermanos aún eran muy pequeños como para conducir. Además, no tenía a mano sus números, pues había agotado ya lo poco que tenía de batería en el celular apenas llegó a la fiesta -que, le dijeron, era 'una reunión privada'-.

No obstante, por supuesto que no me fui sin saber otros detalles como que lleva en el hospital desde la medianoche o por ahí, y que sus padres simplemente pensaban que estaba en una fiesta, por lo que no se preocuparon; además de que en ese momento estaba visiblemente desorientada y no pensaba más que en alejarse de su agresor; y que gracias a Dios que llegó al hospital por su cuenta y tuvo que evitar charlas incómodas con gente a la que recurriría en ayuda. Por supuesto que tampoco podía irme sin escuchar la historia de cómo salió de su vivienda una Danielle vivaracha y emocionada, y llegó a la sala de emergencias con el corazón destrozado y la piel convertida en un lienzo macabro.

No me fui hasta que Dan terminó de narrarle la historia a Marcus. Y definitivamente no me fui hasta verla entrar a su casa, menos alterada y con inmensas ganas de dormir.

En fin, aquí estoy. Acompañando a Camille otra vez.

Vuelvo la cabeza para mirarla, parece sumergida en una especie de realidad alterna. La veo ida. Supongo que esto es todo, ya se acabaron los temas de conversación casual; el clima está en punto; el cielo despejado; el sol perfecto, ni muy fuerte, ni muy distante. Aunque aún rondan por mi cabeza todas aquellas declaraciones que Noah hizo el otro día sobre Camille. No las olvido, y no sé cómo hacer para sonsacarle la información que necesito en respuesta.

- Esto... ¿Camille? -me esfuerzo en que parezca una pregunta de todos los días. Nada de nervios. Los nervios delatan. Sobre todo a una Sherlock. Un mal ademán y me expongo; estoy fuera.

- ¿Mh?

- Nunca me hablaste de tu hijo.

- Sí lo mencioné. Todo esto es por él -dice, como si fuese algo obvio.

- Quiero decir, cómo es... Qué le gusta... Esas cosas.

- Ah, es un buen niño.

Asiento, mordiendo mi labio, quizá estoy yendo algo lejos. ¿Estará sospechando que yo sospecho?

- ¿Y su papá, cómo era?

Eso logra captar su atención. Me mira, buscando algo en mi expresión, escrudiñando disimulada pero asiduamente mi rostro. Contento el aliento, mantengo mi rostro lo más neutral que el momento lo permite.

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