Capítulo 44 - MAS

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Parte I

— ¡Mas! ¡Qué bueno que viniste! —uno de los niños, Nicky, un pelinegro de ojos redondos y piel oscura, se me acerca corriendo y me da un abrazo rápido, ni bien traspaso las puertas de la UCI.

— Ya los estaba extrañando, muchachos —revoloteo su cabello, mientras un par de rostros más salen de sus escondites—. ¿Dónde está Sussy? Ella siempre era la primera en salir.

Los niños se miran entre ellos con algo de nerviosismo.

Un pequeño bulto castaño y de piel cobriza se estampa contra mi pecho, aún sin manejar bien del todo el asunto de la levitación que les enseñé hace semanas.

— ¡Estábamos esperando que vinieras! —reclama Amy, cuyas trenzas son demasiado pequeñas para mantenerse hechas por mucho tiempo—. Hay noticias —me susurra al oído.

— ¿De verdad? —susurro de vuelta—. ¿Qué tienen para mí esta vez?

— ¿Recuerdas a Caleb? —dice ella, yo asiento, era el muchacho en coma con el que jugaban.

— Él es uno de esos —dice Santiago, el mayor de todos ahora que Ben no está. Once años, si no me equivoco.

Aprieto los labios, leyendo entre líneas de inmediato.

— ¿Dónde está?

— Con Sussy —murmura Nicky, frotándose el brazo—. Ella no quiso despegarse de él.

— Sí —Amy hace una mueca de asco—. Creo que le gusta. Pero nosotros le dijimos —aclara rápidamente—. Le dijimos, Mas, pero ella no hace caso.

— Pensábamos buscarte para que puedas hablar con ambos —Santiago me mira con algo de expectación.

— Veré qué puedo hacer —me interno en el pasillo lleno de decoraciones a base de papel y cartulinas de colores. Algunos afiches informativos sobre temporada de vacunas y otros tantos sobre dietas especiales y nutrición están repartidos a lo largo de las paredes.

Pueden ponerle todo el brillo que quieran, la esencia a muerte no va a desaparecer.

A pesar de que les doy la espalda, soy consciente de las tres cabezas que van detrás de mí.

"Uno de esos", dijo Amy; bueno, quizá aún haya manera de ayudarlo.
Me río internamente. Caleb es un nombre bíblico, al igual que Ezequiel; y míranos, jugando del otro lado de los hilos de la oscuridad, como si la libertad fuese una opción y no una ilusión.

— ¡No lo puedo creer! —chilla Sussy apenas me ve en el umbral de la puerta— ¿¡Trajeron a Mas!? ¡Ustedes son lo peor!

Arqueo ambas cejas, sorprendido de que Sussy no esté feliz de verme por primera vez.

— Yo también te extrañé, mota pelirroja —me apoyo en el marco de la puerta.

— ¡No le digas nada! —me dice ella, cubriendo con su cuerpo al niño sentado detrás suyo, cruzado de piernas y con una expresión sumamente confundida— Solo está asustado. Pero ellos le tienen miedo. Es como nosotros, de verdad. No lo eches, por favor —sus ojos se cristalizan rápidamente y sus pestañas intentan contener pobremente las lágrimas que se acumulan a montones.

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