Capítulo 20

239 53 1
                                    

Solo hay una palabra que pueda definir la escena: incómodo.

En definitiva, yo no esperaba que todos los asientos del transporte público estén ocupados. En definitiva, yo no esperaba ir de pie, tambaleándome con los baches que a veces se le cruzan al bus. En definitiva, mucho menos esperaba tener a mi sexto sentido aullando por todas las personas que veían directamente a mi nuca —personas muertas, lo que lo hace más escalofriante— mientras cuchicheaban entre ella. Y, en definitiva, nunca esperé tener a Noah tan cerca como ahora, actuando de escudo humano.

— Parece que alguien está en la cima de la pirámide social de este lado —comenta.

Yo solo quiero algo de espacio personal. Creo que voy a empezar a hiperventilar del nerviosismo.

— ¿Te molesta? —pregunto con curiosidad, después de un rato tranquilizándome a mí misma.

— ¿Qué cosa?

— El que te haya arrebatado la popularidad de la noche a la mañana —mi rostro se vuelve al suyo, muy por encima del mío, y mis ojos brillan con ligera diversión, muy sutil, porque en realidad quería saber.

Él solo responde con una risa corta y sincera, mientras sus iris se desvían a la ventana.

— No es tan bonito como se ve —sus labios permanecen estirados, su expresión relajada, a pesar de lo que acontece con Camille y el drama que ella arrastra.

— ¿La popularidad? ¿Bromeas? —suelto una risa algo sarcástica—. Podías hacer lo que querías y tener lo que querías. Niégamelo.

— Lo niego —dice sencillamente, y mi atención se centra en él—. No es bonito que todo el mundo tenga los ojos puestos en ti. Es sofocante, ¿sabes? La gente jamás se calla. Todos tienen algo que decir.

Lo escucho en silencio, mientras sus palabras se cuelan por mis oídos para hacer mella en mi corteza. Literalmente tengo los ojos de todos los espíritus en el bus puestos en mí. Por supuesto, no es lindo, no me gusta, pero es porque no estoy acostumbrada; él sí lo estaba. Aunque, ¿quién sabe? Quizás no todo es rosa. Aun así, el que la mirada de la escuela entera recaiga en ti es solo una parte de lo que pertenecer a la élite es. Sin duda, debe haber ventajas. Puede que se me hayan ocurrido un par en estos últimos segundos. Sí, creo que refutaré a Noah ahora.

— ¿Recuerdas esa vez que llegó este chico que participó en el Master Chef al club de gastronomía para enseñar una temporada?

Él me mira expectante. Quiere saber a dónde demonios quiero llegar con eso. Con todo gusto, Noah.

— Mi amigo había alcanzado el último cupo en la lista de inscripciones al club. Entonces llegaron Marcus, el otro y tú, y no sé lo que hicieron, pero el delegado del club tachó el nombre de mi amigo y colocó el de Marcus —mis cejas se elevan en victoria mientras hago un contacto visual bastante conciso—. ¿Me vas a decir que eso no fue sacar provecho de su rango?

Lo veo abrir la boca para contestar, mas, en lugar de eso, guarda silencio y toda palabra a articular se convierte en sonrisa. Atrapado.

— En defensa del buen Marcus, él no sabía que se iba a presentar este señor en su club favorito.

— Si hubiese sido su club favorito, su nombre habría encabezado la lista.

— Sucede que él dejó la gastronomía por un problema en su hogar por unas semanas. Pero cuando se enteró de este personaje, no lo dudó ni un instante.

— Pues llegó tarde. Tenía que haberse resignado. Perdió. Punto —insisto, remarcando mi punto. Vamos, yo sé que tengo la razón, solo tengo que hacer que Noah lo admita.

FantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora