Capítulo 29

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Completa y absolutamente decidida a intentar escuchar cualquier cosa, cierro los ojos y me concentro, respirando de manera lenta y profunda. Inhala, exhala, como en las clases de yoga online que tomaba junto a mamá cuando nos sentíamos con ganas de purificar las chakras. Sin embargo, no sucede nada. Ojalá todo fuese como en esas películas de niños con superpoderes que, ni bien se enteran de aquella habilidad, ya se volvieron grandes expertos maestros de diez o doce años cuyo nombre pasará a la historia.

Nop. No pasó nada en las cuatro veces siguientes; mucho menos en la quinta. No entiendo qué es eso que me falta. Parece simplemente imposible. Tal vez en el internet hay algún tutorial para esto, como en el caso del yoga. Maldigo internamente no haberle preguntado a Ben cómo lo hizo él.

Me siento en la camilla frente a las 2 personas en la habitación, mirando sus caras como si alguno pudiese decirme qué hacer. Entonces me aburro y comienzo a hacer lo que toda persona madura de 17 años hace cuando ve a dos personas o personajes hablar pero no puede escucharlos (por x razones): Les doy voz con conversaciones que me invento al paso. El tipo diría algo como: "Hey Lauren (Lauren es la chica), linda chamarra de cuero, muy masculina, ¿dónde la compraste?" Y ella respondería algo como: "Se la robe a un viejito que venía en su moto... También le quité la moto" (porque es bien ruda, y eso). Y él exclamaría algo como: "Genial, nena, eres la onda; cásate conmigo." Y ella tipo: "¿Tienes dinero y más casacas de tipa ruda?". Y él: "Puedo ofrecer el sótano de mi madre y noches de ausencia, soy un interno y estudiar medicina cuesta caro".

Sé perfectamente que no es así cómo se dio. Pero, ¡oye! Aburrimiento total. Dentro de poco estaría muy frustrada y entraría en plan: "Nada me sale bien", y nadie quiere eso. Como dice Ben: "Al mal tiempo, buena cara", y eso hago. Hasta que, por un momento, en lugar de darles voz, intento extraerla del mismo ruido blanco, formando palabras a partir de garabatos que vienen y van enredándose unos con otros como resortes; y no sé en qué instante exacto se da, pero, por un segundo, una especie de barrido mancha el hasta ahora uniforme sonido, y puedo distinguir una palabra entera:"Estás", claramente, por menos de un segundo. Era ella quien lo decía.

No demoro en salir de mi estupor producto de la sorpresa y vuelvo a hacerlo, lo intento, esta vez con mayor concentración. Buscar las palabras. Ugh, esto es como intentar entender letra de médico. Líneas curvas que se supone dicen "Paracetamol". Cierro los ojos, ¿cómo hizo Mas esa noche en que nos perdimos entre los pasillos para ayudarme a encontrar a mamá?
Recuerdo sus manos sobre mis hombros, su cercanía, el tono bajo y calmado de su voz. ¿Cómo no me di cuenta entonces de lo cerca que estábamos? Tenía los ojos cerrados, es verdad, pero podía sentirlo a centímetros. ¿Lo hizo a propósito? Siempre intenta volverme loca, qué fastidio. Es tan molesto, jugando con mi mente una y otra vez, sin soltar nada sobre él mismo.

Dejo eso de lado, no se supone que es esa parte la que debo evocar de mi memoria. "Inhala normal y exhala por más tiempo." Eso me dijo. Absorber el aire en dos tiempos y soltarlo en cuatro. Eso hago. Hago todo lo que se me ocurre en ese momento, a ver si alguno de los trucos activa alguna llave.

"Puede"

Eso es. ¡Veo progreso, señores! O, bueno, lo escucho. No dejo que la emoción derrumbe lo poco que conseguí y sigo en lo que estaba.

"Matar"

Ah... De acuerdo.

"Salir impune"

Esas fueron las dos mejores palabras que he oído en bastante tiempo, por múltiples razones. Sin embargo, dado el contexto y la palabra anterior, no creo que hayan de tener un significado muy positivo.

¿Es que acaso esto se trata de una teoría conspiracionista? Doctores charlando con mujeres con chamarra de cuero sobre matar y salir impune no es precisamente lo ideal, aunque sería un buen tema para una película.

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