Capítulo 32 (parte II) - NOAH

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— Te odio, ¿lo sabías? —espeté con maldad, obviamente con la intención de herirlo, pero tampoco me sorprendí cuando no hubo reacción alguna en respuesta—. Te detesto.

Además de mis palabras, lo poco que se escuchaba en mi habitación recientemente hermética eran los martillazos de mi padre contra el marco de mi ventana. Ellos creían, con total seguridad, que mi temporada de fiestas había concluído al cerrar mi única vía de escape con un par de tablones de madera, mas era solo cuestión de tiempo antes de encontrar otra manera. Siempre hay otra manera. Me consideraba una persona optimista.

— Me lo agradecerás después —dijo, una vez dió por terminada su labor de carpintero.

— Y una mierda.

— ¿Qué te he dicho de las groserías?

— Una jodida mierda —repetí, retándolo con la mirada.

— Eres realmente una vergüenza, una deshonra para la familia —caminó hacia la puerta, solo para plantarse allí como una especie patética de guardia—. Dios sabe que hicimos lo que pudimos al criarte.

— ¿Criarme? ¿Tú? —reí por lo bajo de una manera exageradamente sarcástica—. Y un carajo me has criado. Nunca estás en casa. Cada vez que te veo me gritas, me golpeas. ¿Eso es criar? Estás mal de la cabeza.

— Bueno, si sigues tocándome las pelotas, sí que te daré una paliza. Así funciona.

— Ahí está. Eso eres, una bestia, un salvaje que no sabe otra cosa que gritar y pegar a sus hijos.

— ¿Hijos? —bufó, medio riéndose—. A tus hermanos jamás les he tocado ni un pelo.

— Por supuesto que no —me tiré a la cama, cayendo sobre mi espalda—. Solo me odias a mí.

Él no dijo nada. Mi enojo se había disuelto parcialmente a causa de una tristeza profunda que no sabía que guardaba tan dentro. ¿Mi padre me odiaba? Yo le dije que lo hacía primero, es verdad, pero lo hice porque sé que a él ni siquiera le afecta. Me arrepentí en ese instante de haber sacado ese tema a colación. Sin embargo, había una pregunta que no dejaba de darme vueltas en la cabeza.

— En lugar de preguntarte por qué —aserveró con seriedad, como leyéndome la mente—, deberías preguntarte quién querría a alguien como tú.

Y debería decir que después de tan inspirador mensaje, dejó caer el micrófono y se fue como si fuese lo mejor de lo mejor, pero no, se quedó en mi puerta hasta asegurarse de que estuviese realmente dormido; intenté fingirlo para que se fuese antes, mas no funcionó.

— Sé que he sido un mal padre contigo.

Esa frase me trae de vuelta al presente, él supo decir las palabras exactas para sacarme con un par de pinzas de una retrospección para nada saludable. Lo observo un par de segundos, parece verdaderamente arrepentido. Recuerdo que solía quejarme mucho de mi padre con mis amigos de la época, amigos con los que dejé de comunicarme gradualmente. Ese día, cuando el Noah en espíritu estaba atravesando esa fase en la que revive todo lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor que hubo de suceder en su vida, ese día, cuando veía en el interior de mi habitación a mi yo adolescente blasfemando contra su progenitor, me sentí el peor hijo de la historia, me avergoncé de mí mismo a niveles superlativos. Él no fue un mal padre, yo fui un hijo terrible. Él solo intentaba sobrevivir a mí.

— Y te pido disc-

— No —lo interrumpo—. No.

Me incorporo y me planto frente a él, envolviendo mis brazos alrededor suyo; ahora soy más alto que él.

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