Capítulo 48 - I

48 11 1
                                    

Parte I/II

Sola.

Sola en la oscuridad.

Tal parece que quien sea que haya alumbrado la estancia por algunos segundos tuvo otro lugar mejor en el que estar, pues la habitación vuelve a estar tan negra y escasa de iluminación como al principio.

Los pasos de Noah se alejan, y yo aún no recupero la visión del todo. ¿Qué tanto puede lastimar un simple haz de luz? Bueno, no tan simple, pero tampoco tan extraordinario. Me apoyo en la cama para volver a ponerme en pie, supongo que tengo que esperar a poder volver a ser capaz de ver antes de seguir buscando. Así como también supongo que tendré que concentrarme en recuperarme si quiero acelerar el proceso. Lo que me lleva a pensar que si, en realidad, un espíritu no puede enceguecer, y Noah lo descubre, no será muy difícil que ate cabos, sobre todo después de ser él el principal testigo de mi pequeña crisis anterior.

Me llevo la mano a la cabeza. Estoy dejando muchos cabos sueltos sin querer.

Sé que Kess ya me advirtió sobre no exponerme a estas situaciones (imagino que se refería a situaciones en las que interactuar con el otro plano me deja secuelas), pero no puedo evitarlo, de alguna manera termino metida en ellos. Y ahora tengo que concentrarme en recuperar mi visión empleando los mismos mecanismos.

Zona zen. Profunda concentración. Sentir antes que pensar. Puedo empezar a notar cómo los colores vuelven a existir poco a poco.

Un poco más...

- En la cocina.

Brinco del susto cuando Noah aparece a mi lado de improviso, rompiendo indiscretamente la quietud del sitio y mi serenidad inducida.

- ¿Qué hay en la cocina? -trato de lograr que mi suspiro consecuente no tenga ligera irritación debido a la interrupción.

- Ella está en la cocina -lo observo, esperando a que responda mi pregunta implícita-. La intrusa.

- Oh -respondo, espabilando en un instante-. Entonces... ¿vamos? -pregunto con cierta vacilación.

Él hace una mueca al estilo "es algo bastante obvio" y desaparece. Lo hace con humor, lo sé, y, conociéndolo, su intención distaba mucho de ofenderme, así que lo dejo pasar y, con un bufido que pretendió ser risa en su momento, lo sigo.

Aparezco detrás de él, al lado del refrigerador. Era una cocina de apariencia agradable, pero pequeña; no tenía isla alguna, solo las alacenas, los electrodomésticos básicos y una barra de tamaño reducido. Las paredes, de un color marrón claro que inmediatamente me recordaba a la canela, estaban desprovistas de ornamento alguno, y, de hecho, si uno echaba un segundo vistazo a la vivienda -al menos, los lugares en los que estuve-, el resto de la casa no difiere en este aspecto.

Eso, sumado a las cajas bien apiladas en la sala de estar, me puede llevar a pensar que Camille se mudaba recién a este departamento o se mudaba de este departamento.

Lo que principalmente concernía a Noah y a mí en aquella estancia, sin embargo, no era la ausencia de ornatos, ni la nula creatividad de Camille para la decoración, sino la figura que se encontraba en medio del escenario, alumbrada por la luz de su propia linterna que reflejaba en los archivos que había colocado sobre la barra de tamaño reservado de la cocina.

Con un par de guantes negros a juego con sus pantalones negros, su camiseta negra, su gorra negra y su casaca negra de cuero, extrae un aparato (negro, para variar) de uno de sus bolsillos. Ladeo la cabeza cuando logro atisbar sus rasgos. Rasgos finos pero fieros. Yo la reconozco; claro que sí, es tipa ruda.

Pero, ¿qué hace acá?

¿Cuál era exactamente su trabajo? ¿Policía? No, ciertamente no parecía pertenecer al cuerpo policial. Entonces, ¿qué? Era asistente de alguien, creo, pero, ¿de quién? No puedo evocar tal información a mi memoria ahora mismo.

FantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora