↺𝙳𝚘𝚗'𝚝 𝚑𝚊𝚗𝚐 𝚞𝚙 ｢sasodei｣

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-Solo acepté acompañarte porque necesito ayuda en física.

-Ya me lo dijiste cinco veces.

-Pues que quede claro.

Sasori simplemente siguió caminando hasta su hogar en compañía del rubio, quién se veía más nervioso que nunca.
Por alguna razón, Konan y Hidan le habían insistido al Uzumaki para que su ex pudiera ayudarle con su tarea de física. Si bien decían que era para pasar la materia y que se reconciliaran y no tener más problemas, el mayor sentía algo extraño que no le terminaba de gustar, pero no sé quejaba pues gracias a ellos tenía al rubio caminando a su lado.

-Adelante, espérame en mi habitación tengo que ir al baño. Ya sabes dónde queda ¿Verdad?- preguntó Sasori cuando llegaron su hogar.

El rubio se sonrojó, recordando todo lo que pasaron en aquella habitación. Simplemente asintió y subió de inmediato, no quería tener una incomoda conversación. Se adentró en el cuarto y se sentó en la silla del escrito a esperar pacientemente al mayor. Cuando este llegó, no sabía que hacer. Era incómodo de por sí, sumando que definitivamente no debía estar ahí.

-Vamos, muestramela.

-¡¿Q-qué?!

-Tu tarea de física, dijiste que era complicada.

-¡Claro, mi tarea!

Sacó entonces sus apuntes y en tiempo récord, lograron terminar los ejercicios que con la incomoda presencia de Itachi no había logrado entender. Con Sasori todo era cómodo y genuino. No se preocupaba por no ser suficiente porque sabía que él también tenía defectos y aunque eran evidentes y a veces muy molestos, seguían siendo parte de algo que el llamaba: una explosión de amor.

Le gustaban los espontáneos comentarios lindos que le dedicaba, le gustaba el instante en el que sus miradas conectaban, le gustaba las caricias repentinas que bajaban por sus mejillas y los rápidos besos en su cuerpo que le estremecían. No eran más que un instante divino que le hacían no dejar de pensarle. Eran pequeños momentos que lograban hacerlo quedarse para siempre. Pero lo malo de repente había sobrepasado todas las cosas que le gustaban.

-¿Deidara?- preguntó entonces con su voz suave. Una voz aterciopelada que le hizo mirarle a los ojos. Parecía como esos pequeños momentos en los que tenía todo de él pero...ahora no tenía nada.

-¿Si?

-Perdón.

La disculpa había salido con tal facilidad en aquellos labios finos del pelirrojo. Lo dicho parecía tener un infinito eco en la cabeza del más joven, quién no podía creer que su orgulloso y patán ex novio se lo estuviera diciendo justo en ese momento. Por un momento quiso saber si era un sueño, si en realidad no era más que una de sus fantasías donde pasaban cosas que el internamente deseaba. Sin embargo después de apretar la palma de su mano y sentir un pinchazo, supo que no.

Sasori se estaba disculpándo.

—Lamento todo lo que hice, solo eso.

Deidara deseaba que se callara, que dejara de hablar. Deseaba poder huir y no haber escuchado eso nunca, pero no estaba en ese momento respondiendo a ningún impulso, cada parte de su sistema neuronal se detuvo en ese instante. Quería llorar, quería gritar y reír de la ironía.

—Esto es una broma ¿Cierto?— inquirió confundido— debes estar bromeando.

—Me temo que no...

—¡¿Pero qué dices?!— gritó entonces el rubio— de todo el tiempo en el que salimos ¿Es hasta ahora que me dices esto, cuando parezco feliz con alguien más?

Los cenizos ojos contrarios le miraron interrogante, casi como respuesta definitiva.

—No eres feliz— aseguró Sasori— te conozco, sé que no estás contento dónde estás.

—¿Que me conoces dices? Pues pareciera que no después de todas esas veces en las que casi te rogaba por una pizca de amor, y me dabas la espalda una y otra vez.

Era la primera vez que tenía un poco de decencia y le votaba todas las cosas que sentía en la cara, no supo de dónde sacó todo ese valor, pero cuando lo hizo, aún seguía sintiendo un dolor agudo en el estómago.

—No sabes cuándo habría dado por escuchar eso meses atrás, pero ahora...creo que fue demasiado tarde.

Después de decir aquello, simplemente tomó rápidamente sus cosas y salió corriendo de ahí, dejando un golpe al orgullo del Akasuna, pero sobre todo un peso enorme sobre su propia culpa.

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