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Sasori tomó su celular mientras rápidamente, buscaba en sus contactos el nombre de Kakuzu. Cuando lo encontró, llamó a su amigo.

Un día antes, había terminado con Deidara definitivamente. Se había dado cuenta al fin, de todo el daño que le hacía al menor. Ver a Deidara pasar por alto su mala actitud sin ninguna queja, le dió la pieza para percatarse de lo jodido que estaba todo. Debían separarse, o al menos dejarse de ver un buen tiempo. Trataría de entretenerse con los estudios mientras despejaba su mente.

Deidara actuaba tan despreocupado, que no pudo seguir engañandose y diciendo que todo estaba bien. Tampoco era para darle un premio. Se había portado mal, y en vez de platicarlo, simplemente dejo al rubio a su suerte, como si no supiera que Dei era dependiente emocional de él y que era bastante sensible. Era consiente de su actitud y de sus errores, pero no tenía caso darle muchas vueltas, Deidara estaba lleno de gente que lo ayudaba, y eso le daba calma.

-¿Qué mierda quieres?- contestó Kakuzu del otro lado de la línea, haciéndolo fruncir el ceño- es muy temprano.
-Ya son las dos de la tarde, es buena hora para llamar.
-Es mala hora cuando es domingo.
—Te veo en media hora en el parque.
—¿Quién te dijo que quiero ir?

Sasori colgó, seguro de que Kakuzu iría. Una hora después estaban en una plaza, tomando un café. El pelirrojo terminaba de contar lo que había pasado, ante la intensa mirada verde brillante de su amigo. Este tomaba un café con aparente cansancio, mientras el menor por un par de meses, terminaba su historia.

Entonces suspiró.

—Si lo que quieres es mi opinión— comentó cuando el de ojos miel había terminado su relato— eres un imbécil, y es gran parte tu culpa que Deidara sea así.

Para sorpresa del chico, su amigo no se molestó, ni siquiera lo negó. Suspiró y cerró con fuerza los párpados. Se le notaba cansado y hastiado, Kakuzu imaginó que no era por Deidara, si no por él mismo.

—Vine aquí esperando que me digas algo que no sepa— respondió inquieto— sé que estuve mal y toda esa mierda. Quiero que me digas que hacer. ¿Para qué sirven los amigos si no es para dar consejos?
—¿Me estás obligando a ser tu consejero amoroso solo porque me vas a invitar el café?
—Si no es mucha molestia.

Kakuzu entonces se levantó, sacó su cartera, y puso un par de yenes en la mesa. Sasori se sorprendió de aquello, si quería irse, no estaba obligado a pagar, sabiendo lo mucho que le gustaba al mayor el dinero.

—Lo mejor que puedo hacer por ti, es dejarte resolverlo solito.
—¿Eso crees?
—Si— contestó tajante— si en realidad crees que lo que hiciste no es para tanto, entonces yo tampoco te puedo ayudar. Nos vemos mañana.

Y se fue.

—Vaya amigo de mierda— se dijo a si mismo. Pidió la cuenta y después de pagar, se dirigió a su hogar. Estaría solo hasta que su abuela regresara. No tenía nada que hacer y por primera vez en mucho tiempo, no se obligaría a estudiar.

Cuando arribó a su hogar, subió las escaleras y se adentró a su habitación. Sacó los materiales necesarios y se dispuso a terminar la marioneta que había dejado a la mitad.

Su pasatiempo era tallar madera y hacer marionetas. Había dejado de hacerlo porque no quería distraerse, pero ahora era lo único que necesitaba. No entendía lo que Kakuzu le había dicho. Quizá debió pedir ayuda a Kisame. El menor le hubiese dado la razón a él, le hubiese intentado animar pero... ¿De verdad quería la razón?

¿Qué quería en realidad?

Si ni él mismo sabía ¿Cómo podría ver de nuevo a la cara a Deidara?

Maldijo por lo bajo. Lo estaba arruinando.








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↺𝙳𝚘𝚗'𝚝 𝚑𝚊𝚗𝚐 𝚞𝚙 「sasodei」Onde as histórias ganham vida. Descobre agora