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Sasori miraba su reloj.

Parecía que las horas no avanzaban. Había estudiado todo el libro de álgebra, había tomado una siesta, se había duchado y seguía siendo el mismo día. Quería distraerse, pensar en otra cosa que no fuera Deidara, pero cada parte de su habitación le recordaba a él. Apenas iniciaba semana después de su ruptura. En la escuela, no se habían si quiera cruzado, incluso llegó a pensar que había estado faltando, pero Kisame le había dicho que lo había visto.

Pensaba mucho en su ex novio.

Ni siquiera pensaba en el sexo o en los besos, si no en cosas estúpidas, como por ejemplo, recordarlo llamándolo Danna. Su mente vago a la primera vez que lo llamó así. Tendrían un mes de conocerse, habían entrado por accidente a un club muy indi de la escuela, llamado Akatsuki. Era una especie de taller de filosofía grupal. Los habían metido allí por mero error, pero después de una semana, se encariñaron sorpresivamente de la bola de fenómenos de aquel grupo.

Desde el primer momento en el que Sasori hizo contacto con el rubio, no pudo deshacerse del vínculo que habían formado. Eran tan opuestos que se acercaron pronto y no pudieron soltarse.

Aquel día, estaban en el último piso, en el salón que le habían asignado a su club de inadaptados, haciendo lo que siempre se hacía en Akatsuki, nada. Cuando Sasori tallaba en madera el rostro de una de sus marionetas. Rasgos finos, sonrisa alargada y ojos expresivos. Imaginó poniéndole una cabellera dorada larga, y pintando un par de ojos azules iluminados, cuando de repente, la viva imagen de la obra que quería recrear, le miraba emocionado.

—¿Te gusta hacer muñecas Danna?— le preguntó Deidara con entusiasmo.

Pronto se percató de que se había inspirado en el chico para hacer su nueva creación, sin embargo no pensaba demostrarlo, así que enfocó su atención en algo más.

—¿Cómo me llamaste?— inquirió extrañado. El rubio se sonrojó sin dejar de sonreír.
—Es solo que...a mi también me gusta el arte, quizá usted podría llegar a ser mi Danna.

Era extraño ser llamado así. Por un momento, le pareció pensar que Deidara lo había llamado esposo, puesto que aquella palabra tenía varios significados. Supuso que el Danna al que se refería era el significado de maestro.

—No digas tonterías— respondió bruscamente— no enseñó a tontos.
—¡Pero, Danna!
—Deja de llamarme así.

El menor hizo un puchero, el cual conmovió al pelirrojo, pero con su orgullo jamás lo admitiría.

—Tobi me dijo que aparte de asistir a Akatsuki, también eres líder del club de arte.

Sasori suspiró. Algo que Deidara tenía, era que nunca se callaba, por eso le funcionaba más responderle y no prestarle demasiada atención, aún así, le molestaba que indagara tanto en su vida personal.

Que molestia.

—Es club me da inspiración— admitió— y no son muñecas, son marionetas.
—¿Acaso no da igual? Los niños las usan para jugar de cualquier manera.
—Es muy diferente.

De verdad que aquel mocoso le sacaba de sus casillas. Hablaba y hablaba, no paraba de mover el pico, y peor aún, Sasori le escuchaba y seguía el juego. Sin duda había algo mal en él.

—Entonces ¿Te puedo seguir llamando Danna?— preguntó Deidara divertido al notar al antipático joven frente a él.

El estudiante que en ese tiempo cursaba el segundo grado, se encogió de hombros. No estaban en cursos muy alejados y no había casi diferencia de edad. Aún así, Deidara lo miraba como si él mundo fuese poco, comparado con el conocimiento que solo aquel pequeño marionetista le podía ofrecer. Sus orbes aqua le miraban a él y solo a él, como si aunque él muriera, su recuerdo jamás se iría de la memoria de aquel chico.

Deidara le hacía sentir tan infinito, que ante aquella insistencia por reconocerlo como alumno, Sasori en realidad lo conoció como un igual.









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↺𝙳𝚘𝚗'𝚝 𝚑𝚊𝚗𝚐 𝚞𝚙 「sasodei」Where stories live. Discover now