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Sasori suspiró mientras veía a los demás niños corriendo y revoloteando por los alrededores. En su opinión, eran como pequeñas pestes circulando en su entorno y que le molestaban de sobremanera.

A su lado se encontraba Kakuzu. No es que fueran amigos, pero ninguno disfrutaba de estar con los demás niños así que era más bien como un acuerdo. Ambos estaban juntos para que nadie se les acercara y así poder estar tranquilos y sin interrupciones. Resultaba ser muy fácil ya que él castaño era enorme y no había mucha gente que quisiera molestarlo, contrastando con el pelirrojo que tenía que poner las manos primero antes de subirse a las bancas ya que no alcanzaba de lo pequeñito que era.

Claro, se suponía que así nadie los molestaría, pero como era de esperarse, siempre hay un pez que no sigue la corriente, y en este caso debía ser un tiburón.

—¡Hola!— saludó un niño un par de centímetros más grande que Kakuzu, con la mirada redonda y la sonrisa afilada— ¿Están ocupados?

Realmente parecía que se burlaba de ellos a juzgar con el tono juguetón en el que lo decía.

—Si—mintió el Akasuna con un tono cortante.

—Uy, eres pequeño pero malumorado ¿No es cierto?

Una risa gangosa surgió de entre su garganta, haciendo a los otros dos fruncir el seño.

—¡Hey, no se enojen! el coordinador me mandó a decir que es hora de ir al lago. No querrán perderse un chapuzón.

Su infantil voz chillona hizo que Sasori quisiera quitarle la sonrisa a golpes, pero en realidad era un niño muy grande y él a penas le llegaba a los hombros. Lo mejor era mantenerse lejos de él y más cerca de Kakuzu.

—Soy Kisame, por cierto.

El chiquillo fue ignorado cuando los otros dos se levantaron para caminar hacia donde estaba el lago. Si bien no les alegraba la idea, tampoco iban a desobedecer. Preferían hacer lo que fuera  antes de meterse en problemas.

—¡Oigan, esperenme!— les gritó Kisame mientras los seguía de cerca.

Cómo perico comenzó a hablar con ellos. Hacía preguntas que nadie contestaba, así que fue mejor por contarles lo que había hecho, como esperando que en algún momento realmente se interesarían en lo que les decía.

Fueron a los vestidores y se cambiaron por sus bañadores. Sasori llevaba una camisa blanca que le cubría del sol para que su delicada piel no se bronceara, sin embargo las mangas quedaban muy largas y le sobraba mucha tela.

Cómo si fuera su madre e impulsado por lo tierno que se veía, Kakuzu comenzó a doblar los bordes de la manga del más pequeño para que este pudiera ir más cómodo. A pesar de la vergüenza, el niño de Suna no se movió, si no que permitió al alto ayudarle y así se fueron al área donde todos los demás mocosos de su edad esperaban pacientemente por qué les dejaran entrar en el gran lago.

—¿Sabes nadar?— le preguntó amablemente un instructor a Sasori.

Este frunció el seño molesto. A pesar de que no sabía, le ofendia que de todos fuera el único al que se le acercaran a preguntar. Quería negarse y quedarse afuera, pero sintió la mirada de sus acompañantes pegada en su espalda, presionandolo indirectamente.

—Si— mintió y se alejó del hombre para lanzarse de lleno al agua.

¿Qué tan difícil podía ser?

—¡Sasori!— escuchó la voz de su amigo de ojos verdes (que en ese momento reconoció como su amigo de tan asustado que estaba).

El mencionado pataleaba a unos metros de la orilla sin poder ascender cómodamente. Kakuzu estaba a un par de metros más, apenas sabía flotar y le daba pavor acercarse a él. No fue hasta que un destello azul pasó frente a sus narices que todos los ahí presentes vieron a Kisame sacar a Sasori y depositarlo suavemente en la orilla, como todo un salvavidas.

—¿Estás bien, chibi-chan?

Sasori tosia intentando sacar el agua de sus pulmones (que no era mucha realmente, era más el susto que otra cosa). Sin embargo, en medio de su desesperación vio a varios coordinadores rodearlo preocupados. Algunos felicitaban a Kisame por su buena voluntad mientras que otros llenaban al pobre niño pelirrojo de preguntas.

Realmente no quería decir nada, quería huir de ahí de lo avergonzado que se encontraba, pero sus padres le habían enseñado a ser agradecido...y ese molesto niño giganton realmente le había salvado la vida.

—G-gracias— murmuró a su héroe despacito.

Parecía que este iba a decir algo, pero fue interrumpido de nuevo por el pobre Sasori.

—Me vuelves a llamar chibi-chan y no vuelves a sonreír en tu vida— amenazó.

Kisame tragó saliva. A pesar de que no parecía capaz...eso realmente había sonado como algo serio. Así fue como pasando el tiempo se dió cuenta que era capaz de eso y más, pero fue cuestión de mucho tiempo después para realmente aprender a no molestarlo.
















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↺𝙳𝚘𝚗'𝚝 𝚑𝚊𝚗𝚐 𝚞𝚙 「sasodei」Where stories live. Discover now