Capítulo 39 - MAS

Start from the beginning
                                    

— ¿¡Ves!? ¡Tú eres quien la trae a la conversación!

— ¡Oh, vamos, Mas! ¿Ahora soy yo quien no deja de hablar de ella?

— Quizá a ti te guste, y solo lo estés reflejando en mí —teorizo, satisfecho con mi hipótesis.

— Tienes suerte de que no sea así. Donde pongo el ojo, pongo la bala —bromea—. Pero mi corazón tiene dueña desde hace mucho tiempo.

— Así que el pequeño Ben tiene novia.

— Bueno, no precisamente. Éramos amigos.

— ¿Y todo el asunto de 'donde pongo el ojo, pongo la bala'?

— Ah, mi caso es diferente al tuyo, estimadísimo Mas. Yo sí tuve agallas para decirle que me gustaba.

— ¿Se supone que es un golpe a mi autoestima?

— Absolutamente.

Me quedo en silencio unos segundos.

— ¿Crees que funcionó?

— Absolutamente.

Río por lo bajo, negando con la cabeza.

— ¿Cuál es su nombre?

— María Paula —responde, con añoranza—. Aunque yo le decía Mapa. Una latina de piel cobriza, cabellos negros y ojos del color del caramelo.

— ¿Te correspondió? —me inclino ligeramente hacia atrás, para apoyar uno de mis pies en el borde, recogiendo mi pierna, mientras la otra cuelga pesarosamente.

Esperaba una respuesta tipo 'y vivieron felices para siempre', pero él se limitó a negar con la cabeza.

— Solo fuimos amigos —le sonríe al cielo.

— Vaya, lo siento.

— No, qué va. Tampoco mi mundo giraba al rededor de ella... No sé si debería consolarme el que ella haya llorado mi partida más que el resto de la escuela, pero no lo hace. Me pone triste verla llorar. Estuve en coma tanto tiempo que no pensé que alguien lloraría como si yo me hubiese ido repentinamente.

Le palmeo la espalda unas cuantas veces, en señal de consuelo.

— No estés triste —digo.

— Gracias, ya no estoy triste —rueda los ojos, con la sombra de una sonrisa asomando.

— Soy pésimo consolando —observo, autocriticándome.

— Tú lo has dicho, Mas; temía tener que hacerlo yo. Gracias —ríe.

— Kendall es mejor para estas cosas —frunzo lo labios, añadiendo 'consolar' a la lista de 'cosas en las que apesto'.

— Otra vez Kendall —dice él—. ¡Despierta de una vez, hombre! ¿¡La quieres o no!? Uno sabe cuando alguien le gusta.

— No me gusta Kendall —muevo la mano, restándole importancia, para pasar rápidamente a otro tema.

— Sabía que iba a encontrarte aquí —toma mi frente, obligando a mi cabeza inclinarse bruscamente. Su rostro sonriente aparece en primera plana sobre mí, y sus rizos bailan alegremente sobre mis mejillas.

— Hey, Ken —saludo.

Benjamin se había ido hace ya un largo rato con un señor entre 60 y 70 años al que no dejaba de llamar "tío John". Supongo que era su tío.  Esperaba lágrimas y eternos agradecimientos. Pero es Ben. Me dio el abrazo más largo que alguien me haya dado jamás y me sonrió. Eso fue todo. Y, cuando finalmente se marchó, la soledad me golpeó en el pecho tan fuerte e intensa, que me enojé con Ben por dejarme, cuando apenas nos conocíamos de verdad. Y luego me enojé conmigo mismo porque fui yo quien lo aparté al inicio. Y luego me enojé porque no debería enojarme por cosas así. Ben estaba seguro, tranquilo y en paz; y libre de demonios en busca de marionetas. Está en la luz. Eso es lo que importa.

FantasmasWhere stories live. Discover now