Capítulo 52: Reencuentro

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Aparqué en uno de los muchos espacios libres que habían en el estacionamiento, era fin de curso, así que sólo algunos estudiantes asistían a presentar exámenes de regularización. Me bajé de la camioneta con el corazón en la mano, caminé a paso decidido pero lento rumbo a mi Facultad. 

Nunca me pasó por la cabeza el no encontrármelo, William nunca me había mentido salvo en aquella ocasión del departamento. Sabía que estaba ahí. Tal vez esa certeza era lo que me tenía tan nerviosa.

En mi Facultad había un gran roble que daba sombra a toda una explanada de bancas para los estudiantes, recuerdo haberle contado sobre él en una ocasión, justo detrás del roble había una banca de metal blanca que nadie procuraba, pero que era mi lugar preferido.

Apenas rodeé el árbol, lo vi. Estaba sentado en la banca, tenía las manos entrelazadas sobre el regazo, se veía ansioso mientras miraba las raíces del roble que sobresalían en el suelo. Vestía una camisa blanca doblada sobre los codos y un pantalón de mezclilla, los últimos rayos de la tarde golpeaban suavemente su figura lo que en su cabellera castaña le daba un efecto angelical.

Me quedé de pie observándolo algunos segundos, pero en cuanto sintió mi presencia se volvió hacia mí. No sé qué gesto habré puesto yo, pero en cuando sus ojos se encontraron con lo míos una sonrisa de alivio apareció en su rostro y sus ojos parecieron recuperar cierto brillo. 

Se puso de pie y se acercó a mí con paso lento, yo estaba muda, petrificada en mi lugar bajo la sombra del árbol, sin tener la mínima idea de qué decirle. Creo que él se encontraba en la misma situación porque tan sólo llegó junto a mí y se quedó quieto mientras me miraba.

-Mi celular se descargó... hoy lo prendí- susurré mientras le sostenía la mirada, William sonrió ampliamente, con esa sonrisa cargada de cariño que moría por ver.

-Sólo sabía en qué universidad estudiabas, lo siento, debí haberte preguntado más sobre tu vida aquí- murmuró él a su vez.

-¿Has estado viniendo aquí todos los días?

-Desde que sale el sol hasta que se esconde- confesó con una sonrisa tímida.

-¿Hasta cuándo?

-Hasta que aparecieses.

Tomé su rostro entre mis dos manos, maravillada de que estuviese frente a mí de verdad, que lo pudiese tocar, que no se evaporaba en el aire. Me acerqué a él y lo besé, de manera lenta, sin prisa, como había sido nuestro primer beso bajo aquel árbol de Central park. Nos separamos con la misma lentitud y él me rodeó en sus brazos con fuerza.

-Estaba equivocado, Vanessa, tan equivocado... creía que sería lo mejor para ambos, pero fue insoportable, no le deseo a nadie que sienta lo que yo sufrí esos días en que creí que no volvería a verte- susurró con voz rasposa.

-Te llamé, esperé a que respondieras, lo esperé por días hasta que comprendí que no querías saber más de mí- reclamé en voz baja con un nudo en la garganta.

-Lo sé, perdóname. Para cuando me di cuenta de mi error ya no respondías, me desesperé, vagaba sin rumbo todo el día, deberías haberme visto, no parecía estar vivo. Siempre quise saber de ti, pero estaba muy equivocado, no debí hacerte elegir entre tu vida aquí, ¿es muy tarde para redimirme?

En esa última pregunta se separó unos centímetros para mirarme a los ojos, se veía muy angustiado, pero sus brazos no me soltaban, como si se negara a dejarme ir de nuevo. Lo abracé con igual intensidad, tampoco yo lo dejaría ir de nuevo.

-También yo estaba equivocada, creía que toda mi vida se resumía a esta ciudad y que si cambiaba el proyecto que había construido junto a mi familia, lo perdería todo. Pero estos días tenía todo lo de antes y me sentía vacía, nada tenía sentido... yo... ya no era yo misma. Nueva York me cambió... tú me cambiaste.

-¿Eso es malo?- preguntó preocupado.

-En realidad no, supongo que era algo necesario para descubrirme. No todo fue sobre ti, fue descubrir quién era yo en realidad, cuáles son mis sueños, cuál es el futuro que yo elijo.

-¿Hay espacio para mí dentro de ese futuro?

-Tanto como el que tenga yo en el tuyo- le sonreí mientras colocaba mi cabeza en su hombro. -Pero te advierto que serán pasos lentos, no sé dónde ni cuándo ni cómo está ese futuro que quiero, tan sólo tengo la maleta hecha.

William rió, sentí su pecho subir y bajar contra mi cuerpo, sólo el cielo sabía lo mucho que extrañaba su risa, su respiración y su cercanía.

-Te amo- susurró. -Y te amaré en cada uno de esos pasos lentos que demos.

Estaba por responder que también yo lo amaba cuando mi celular vibró insistentemente, era una llamada de Esteban, no me había percatado de que tenía varios mensajes de su parte. De seguro estaba asustado por mi salida de casa tan dramática.

-¿Sí?- respondí.

-Fue muy irresponsable de mi parte darte esas llaves cuando estabas así, pero creí que era importante, dime que no hice nada de lo que debo arrepentirme- habló apresuradamente.

-Esteban, estoy bien. De hecho, hay alguien a quien debes conocer por fin, a quien todos deben conocer, regreso en un momento- anuncié y colgué.

Miré a William, me observaba expectante, adivinando el motivo de la llamada y lo que planeaba hacer a continuación. 

-Primer paso lento- sonreí y le extendí la mano para dirigirnos a mi casa.

-¿A esto le llamas paso lento? Creo que tenemos un problema conceptual entre nosotros- objetó mientras tomaba mi mano y se dejaba conducir. Me reí fuerte ante su rostro angustiado. 

-¿Es posible que tengas miedo, William?- pregunté divertida.

-Pues... sí, es muy posible- confesó riendo también, deslumbrante.

-Voy a estar a tu lado todo el tiempo- susurré mientras me acercaba más a él.

-Yo sé que sí- respondió en el momento en que se escondía el último rayo del sol. 


Mi nombre es WilliamWhere stories live. Discover now