Capítulo 45: Contrarreloj

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El tiempo pasó como arena entre mis dedos, por una parte quería detenerla y por otra me maravillaba de contemplarla. William no volvió a sacar a flote el tema de nuestro futuro y yo no insistí tampoco, creo que de alguna manera eso nos ayudaba a convencernos de que junio no llegaría, que si no lo nombrábamos, no sería real... pero junio llegó.

-Señorita Félix, ¿tiene un momento?- me llamó mi profesor preferido al finalizar la última clase que cursaría en Columbia. 

Me acerqué a su escritorio mientras el aula se desocupaba, William me dio a saber a través de un ademán que me esperaría fuera también. El profesor me invitó a sentarme en una silla cercana mientras tomaba asiento a su vez.

-Tengo entendido que en un par de días regresará a su país y no quería dejar pasar la oportunidad de decirle que estoy muy complacido de haber sido su profesor durante este semestre, es usted una alumna brillante, solidaria y comprometida con su área de estudio, lo cual me llena de gozo- dijo con una sonrisa sincera, su repentino elogio casi me sacó lágrimas de felicidad. 

-Me halaga mucho, profesor, sepa que ha sido un honor ser su alumna y sus enseñanzas me marcarán por siempre- respondí conmovida. El profesor pareció conmoverse también, ya que se aclaró la garganta antes de continuar.

-Verá, desconozco su proyecto de vida, pero debe saber que a partir del próximo año seré profesor de tiempo completo en la Universidad de Londres y si usted desea acudir a realizar sus próximos estudios allí, obtendrá mi carta de recomendación y mi ayuda en los trámites para conseguir una beca.

Por un minuto me quedé muda ante sus palabras, la Universidad de Londres era la meta máxima de todo estudioso de las ciencias educativas y el formarme allí era más que un deseo, un sueño para mí al que no me había atrevido a aspirar.

-Muchísimas gracias, profesor, lo tendré muy en cuenta- respondí con un ligero nudo en la garganta y me despedí con una sonrisa.

Cuando salí al pasillo brinqué de alegría y removí las dos lágrimas que se escaparon una vez perdí de vista a mi maestro, William me miraba con curiosidad, pero una sonrisa divertida se asomaba en sus labios. 

-¿Qué tal tú? ¿Te han ofrecido alguna plaza?- le pregunté después de haberle relatado la conversación.

-Ninguna que me haga brincar en los pasillos- respondió burlesco.

-Bueno, eso te ganas por ser tan antipático durante todo un año.

Me tomó de la mano mientras nos dirgíamos al Tesla, lo sujeté con mayor vehemencia de la acostumbrada, como queriendo grabar en la memoria de mi piel su tacto, su calor y la sensación de sus dedos entrelazados con los míos. 

Llevábamos un par de semanas haciendo eso, queriendo guardar en nuestra memoria todo sobre el otro; de vez en cuando descubría a William observándome muy fijamente mientras hacía mis últimas tareas o nos quedábamos abrazados en el sofá sin decir nada toda la tarde. Creo que dentro de nosotros queríamos retener al otro por el inminente miedo a ya no volvernos a ver.

-¿Has visto a Mary y Jordan de casualidad?- pregunté una vez en el auto.

-No, creí que saldrías con ellos mañana.

-No hicimos planes y mañana debo dedicarme a empacar todo- susurré, el aire entre nosotros se tensó al sacar el tema a colación.

Mi vuelo partía en dos días y William regresaría a Niza un día después de mí. A pesar de que nos quedaban si acaso cuarenta horas juntos, ninguno decía nada sobre el asunto, ninguno era tan valiente como para afrontar ese miedo y tomar una decisión.

-Ya se reportarán, no te preocupes- agregó tratando de que su voz sonara serena.

Llegamos al apartamento y abrí con mis llaves, estaba colocando mi bolso en la mesita de la entrada cuando me percaté que todo el lugar estaba decorado de globos lilas y un cartel que decía "Buen viaje" se veía en el ventanal del fondo. 

-¡Sorpresa!- Mary y Jordan saltaron desde detrás del sofá.

Me quedé muda ante el detalle de mis amigos, William nos miraba con una sonrisa leve mientras cargaba un pastel que había encontrado en la cocina. Me acerqué a Mary con una sonrisa agradecida, pero sin poder decirle nada.

-No queríamos que te fueras sin despedirnos- confesó Jordan con un sonrisa tímida.

-Siempre serás bienvenida aquí, Vanessa, siempre serás bienvenida en donde sea que nosotros estemos- añadió Mary con lágrimas en los ojos.

De pronto ya no pude contener la conmoción y comencé a llorar, no una o dos lágrimas de felicidad, sino un largo llanto al pensar que dejaría de ver a mis dos grandes amigos. Jordan y Mary me abrazaron y pude percibir que también ellos lloraban un poco.


***

Durante toda la tarde estuvimos conversando y comiendo pastel en el sofá, Jordan sacaba a colación muchos momentos desde que había llegado a Nueva York y Mary rio como loca cuando Jordan recreó la pelea que tuve con Alice.

-Ustedes se ríen porque no fueron a parar a dirección- me defendí a pesar de que casi no podía hablar de la risa. 

-No te quejes, déjanos hacer nuestra memoria en paz- ordenó mi amigo.

Así continuó hasta bien entrada la noche y a las doce ambos decidieron que era hora de retirarse. Me acerqué a ellos y los abracé un buen rato por separado, eran mis dos ángeles en Nueva York.

-Jamás volveré a estar completa sin ustedes dos- confesé.

-Hablas como si ya nunca nos volviésemos a ver, relájate, Vane, te esperamos para el descanso de primavera y para nuestros cumpleaños sin falta- respondió Jordan al acercarse a la puerta.

-Eres una parte de nosotros también, Vanessa, nunca lo olvides- añadió la amable Mary girándose hacia mí antes de cerrar la puerta.

Observé la entrada vacía durante un minuto, haciéndome a la idea de que nunca dejaría de querer a esos dos, por más kilómetros que nos separaran. Sentí los brazos de William rodearme la cintura y su respiración tensa cerca de mi rostro.

Me giré hacia él y miré sus divinos ojos color caramelo que me habían acompañado durante años, sus labios temblaron un poco al igual que los míos, ambos lo sabíamos: era momento de hablar, debíamos tomar una decisión.

Mi nombre es WilliamWhere stories live. Discover now