Capítulo 36: Sueños

18 3 0
                                    

-Tengo una duda- expresé mientras William me mostraba algunas habitaciones rápidamente, se volvió hacia mí expectante. -¿A quién soy idéntica?

Percibí cómo tragaba saliva y evadía mi mirada, parecía pensárselo antes de responder.

-A como te describí por teléfono- respondió.

Me paré en seco y tomé su rostro entre mis manos para que me mirara, se veía un poco nervioso.

-No subestimes mi sentido común, no soporto que me mientan- advertí. -Sólo tengo curiosidad, prometo no hacer un drama de cualquiera que sea la respuesta.

-Si te lo digo, pensarás que estoy loco- susurró, lo que me contagió su nerviosismo.

-Pruébame- exclamé conteniendo el aliento. William evadió mi mirada y suspiró.

-Lo que pasa es que... ¿recuerdas cuando te dije que pareciera que ya te conocía desde hace mucho tiempo atrás? Cuando tenía quince años, yo... cuando dormía...Olvídalo, esto es absurdo- exclamó mirando el piso.

El corazón me latía como loco, ¿sería posible que sucediera lo que creía? Me parecía muy loco. William comenzó a caminar de nuevo por el pasillo, pero le detuve por el brazo, lo giré hacia mí y tragué saliva.

-De acuerdo, sólo diré esto una vez, así que pon atención- comencé, lo que le hizo abrir los ojos de sorpresa. -Desde que tengo doce años sueño con un hombre idéntico a ti, bueno, que eres tú porque incluso comparten el nombre... no le había tomado importancia porque no te conocía, pero cuando te vi en Nueva York casi pierdo el juicio, no te lo dije por temor a que creyeras que estaba loca de remate, pero así son las cosas.

William me miraba con ojos como platos, estupefacto ante mi revelación, cuando comenzaba a creer que efectivamente creía que estaba chiflada, me tomó de la mano y me condujo por el pasillo varios metros, dimos vuelta en dos ocasiones y al final me introdujo en una sala a oscuras.

Me soltó para encender las luces, la habitación era en realidad una sala de arte, habían pinturas de paisajes hermosos colocadas en la primera pared, algunos cuadros sin terminar recargados en los dos únicos sofás y otros tantos en sus soportes. Era un lugar hermoso sin dudas.

Estaba a punto de preguntar qué hacíamos allí cuando mi mirada se posó en la última pared de la sala, repleta de cuadros de diferentes tamaños. Me acerqué a ellos embelesada y sin aliento, William me miraba fijamente. En el muro frente a mí habían distintas pinturas en las que yo aparecía, eran diversos retratos míos: aparecía sonriendo, con la mirada perdida, furiosa, dormida e incluso había uno donde miraba al frente con mirada retadora... era yo, sin duda.

Me fijé en ellos de cerca, todos estaban firmados por William, pero poseían fechas diferentes desde hace cinco años. Era imposible, William no me conocía hasta unos meses atrás y en ese tiempo no había regresado a casa, entonces... me volví hacia él para interrogarle, pero él ya miraba el cuadro donde estaba sonriendo.

-Éste lo pinté a los quince años, te había visto en sueños alrededor de seis veces cuando me decidí a retratarte, al paso de los meses ya estaba desesperado, no dejaba de soñar contigo y no sabía cómo buscarte o qué significaban mis sueños, así que comencé a pintarte en repetidas ocasiones como una especie de terapia para no perder el juicio, pero sin darme cuenta terminé disfrutando verte, recreando tus expresiones, permitiéndole al pincel que me recordara tu rostro... cuando te vi en Nueva York pensé que efectivamente había perdido el juicio y ahora alucinaba despierto- reveló con voz pausada y sin mirarme.

-¿Por qué no me lo dijiste?- pregunté en un hilo de voz, William rió para sus adentros.

-No sabía cómo acercarme a ti, no te agradaba mucho y que pensaras que me drogaba al punto de alucinar no me ayudaría a crear una buena impresión.

-No es que no me agradaras, es sólo que no sabía cómo manejar la situación- confesé. -Me atormentaba verte en sueños y en la vida real y que fueras tan diferente en ambas dimensiones.

-¿Cómo era en tus sueños?- inquirió volviéndose a mí.

-Pues... supongo que como eres ahora, pero menos arrogante- dije y William rió.

-Pues te aseguro que tú eras más dulce en los míos.

Me acerqué a los cuadros para mirarlos más de cerca, me detuve en aquel en el que aparecía dormida. William me abrazó por la espalda y recargó su cabeza contra la mía, también observando las pinturas.

-Esto es de lo más extraño- susurré.

-¿Habremos perdido el juicio ambos?- inquirió riendo, de pronto recordé algo.

-Entonces la señora Jones y Colette...

-Ellas habían visto ya mis pinturas, pero nunca les conté de los sueños, creen que eras una musa que me creé... cuando te encontré en clases les conté que había visto a un chica idéntica a mi musa y poco a poco les fui hablando sobre ti, así que les pedí que no te dijeran nada sobre esto cuando te trajera a casa- relató rodando los ojos en la última oración.

-¿Y sigues soñando conmigo?

-Sí, pero quiero creer que ahora sueño contigo de verdad, con la Vanessa a quien conozco- susurró en mi oído, me giré para besarle lentamente.

-Entonces soy la mujer de tus sueños- exclamé con una sonrisa triunfal contra sus labios, lo que le hizo reír antes de volverme a besar.

Mi nombre es WilliamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora