Capítulo 49: De vuelta

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Arrastré mis maletas por el aeropuerto de mi ciudad hasta que vislumbré a mis padres y a Esteban esperando por mí en la entrada. Como si de un radar se tratara, se giraron justo en el momento en que los vi y se acercaron a mí con las más amplias de sus sonrisas.

-Bienvenida a casa, cariño- murmuró mi madre mientras me abrazaba fuerte.

-Hija, qué bueno que estás de vuelta- me recibió mi padre con un abrazo igual de cálido.

-Adefesio- sonrió mi hermano mientras me extendía sus brazos, no necesitó decir nada más, sabía que me había extrañado.

Mi padre y Esteban llevaron las maletas al auto, de camino a casa me dediqué a contemplar el atardecer por la ventana, si sólo hay un cielo, ¿por qué no se parecía a la puesta de sol de Nueva York?

Yo: Llegué.

Envié el mensaje y esperé, mis padres no me dejaban pensar entre tanta pregunta sobre mi estancia, sobre la universidad, sobre mis amigos y sobre mi experiencia en general. No me preguntaron sobre William y creía saber por qué.

Mi padre aparcó en nuestra casa, me parecía como si estuviese diferente. Bajé del auto y seguí a mi madre dentro, me desconcerté por las proporciones de mi hogar, me parecía muy extraño, como si fuese una visitante.

-Te acostumbrarás, cielo- sonrió mi madre al observarme. Le devolví la sonrisa sin saber a qué se refería.

-Aria y Miguel estaban aquí antes de ir al aeropuerto, pero creímos que será mejor que descanses por hoy- dijo mi hermano mientras cargaba mi equipaje.

-¿Quieres cenar, Vanessa? Podemos pedir comida china- preguntó mi padre tomando el teléfono.

-En realidad... creo que estoy muy cansada y ya quiero dormir en mi habitación de nuevo- me excusé con un intento de sonrisa.

Mi padre se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, era un abrazo lleno de cariño y de orgullo, una muestra de afecto que me intentaba decir que estaba en casa.

-Te extrañamos mucho, hija- murmuró.

-También yo- murmuré a duras penas antes de subir a mi habitación.

Abrí mi puerta con cautela, encendí la luz y vi una habitación pequeña, con una cama de sábanas lilas, un escritorio pesado, espejos y un armario de madera oscura que parecía no estar bien ubicado.

"Está es mi vida" pensé. Me arropé en la cama, cuyo tacto se sentía diferente, y desbloqueé mi pantalla para leer los mensajes, pero no había nada. Sentí un nudo en mi garganta, me temblaron los labios del miedo y mi orgullo se desvaneció ante mis sospechas más temidas.

Busqué su contacto, aplasté su nombre y los tonos comenzaron a sonar. Uno... dos... tres... cuatro... cinco... seis... siete... y la contestadora me recibió.

Yo sabía lo que eso significaba.

De mi interior se escuchó un lamento, como si algo se quebrara de forma desesperada dentro de mí, como si mi espíritu llorara y no sólo mi cuerpo.

Lo supe desde que nos despedimos en el departamento, desde que me rogó que me casara con él, desde que dijo ese "no importa qué" en el aeropuerto.

Lo sabía, pero dolía. Dolía tanto...

Me dormí cuando me cansé de llorar, sin darme cuenta y esperanzada de volverlo a ver, pero como si la vida misma se mofara de mí... no soñé con él.

Mi nombre es WilliamHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin