Capítulo 50: Revelación

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Me desperté a las ocho de la mañana, había dormido alrededor de doce horas, por lo que podía disimular un poco más mi estado de ánimo.

Me metí a la ducha y me puse ropa deportiva ya que no había desempacado nada de mi equipaje, me cepillé el cabello y me miré en el espejo. "Puedes hacerlo, sé que puedes" me repetí.

Bajé a desayunar con la mayor de mis sonrisas, mis padres me recibieron con panqueques y licuado de chocolate, parecían aliviados de mi humor.

En la tarde mi familia se reunió y no paraban de lanzar preguntas sobre Nueva York, respondí a todas con una nostalgia feliz, les hablé de Columbia, de Mary y de Jordan. Nadie me preguntó sobre William y yo no dije una sola palabra.

Pasó alrededor de una semana en que las visitas se terminasen, Aria y Miguel no salían de mi casa, siempre llegaban cargados de planes y de energía. A mis seres queridos les hacía feliz verme de nuevo y yo también les había extrañado, eso era lo que importaba.

-Espero que estés preparada- anunció Miguel un sábado en la mañana.

-¿Preparada para qué?

-¿Bromeas? Llevamos seis meses sin salir de fiesta juntos, ¡medio año! Hoy será colosal- rió mientras se echaba en mi cama.

-Ya hicimos reservación, no te puedes negar- advirtió Aria recostada en el abdomen de Miguel.

-Es que... no lo sé, ni siquiera sé qué ponerme- intenté.

-Tienes mil cosas qué ponerte, Vane, a ver... -comezó Miguel mientras se ponía de pie y se dirigía a mi clóset. -Ajá, ¿qué me dices de esto? Es algo llamativo, pero hoy es tu día.

Miguel nos estaba mostrando el vestido tinto que usé en mi cumpleaños, sentí mi cuerpo tensarse ante el recuerdo de aquel día, me recordé saliendo de la habitación de espaldas y toparme con William, su mirada aturdida cuando me observaba...

-Guarda eso, Miguel- brincó Aria en cuanto vio mi reacción, ella conocía la historia del vestido.

Enterró el vestido en mi armario y cerró las puertas, se giró hacia mí con la más sincera preocupación, como si no supiera qué decir. Había sido muy cuidadosa en no mencionarlo, pero ahora no sabía cómo actuar.

-Vane...- me llamó tímidamente. Me sacudí el recuerdo y tragué el nudo en mi garganta.

-Ya se me ocurrirá qué ponerme, ¿a qué hora es?- respondí con lágrimas en los ojos por el dolor que me causó el nudo en mi garganta, mis amigos fingieron no notarlo, pero su preocupación los delataba.

-A las nueve- murmuró Miguel.

-Estaré lista, no se preocupen- prometí mientras me sentaba en la silla frente a mi escritorio.

Aria y Miguel salieron de la habitación sin decir nada más, como si se apresuraran en dejarme solas porque sabían que no podía soportar el llanto un segundo más.

En cuanto escuché cerrarse la puerta, comencé a llorar de forma desconsolada, me tomaba del borde del escritorio y trataba de sofocar mis sollozos, pero era inútil.

Mi celular yacía sin pila desde el tercer día en que llegué, no quise cargarlo por el dolor que me producía saber que no me llamaría, que ahí estaba su número, pero que simplemente no sabíamos del otro.

Él debería estar en Niza, me pregunté cómo estaría, si estaría en casa, si estaría pintando, si recorrería los pasillos con esa mirada perdida que ponía cuando estaba preocupado, si Colette estaría angustiada por él, si iba a la ciudad y la canción de un pianista en una terraza le hacía acordarse de mí...

Mi nombre es WilliamWhere stories live. Discover now