Capítulo 28: Juntos

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Mary no me habló ese día, en cuanto las clases terminaron tomó su mochila y salió corriendo por la puerta; debo de admitir que eso me entristeció un poco, Colin podía ser un idiota destroza departamentos, pero a ella la consideraba una muy buena amiga. Me dirigí hacia el auto tomando la mano de William y emprendimos camino hacia su departamento.

En el camino recordé que no le había contado a Aria nada de lo ocurrido los últimos días, me lo pensé seriamente: jamás le había ocultado algo a mi mejor amiga, pero era muy probable que sucumbiera ante la presión de mi familia y que accidentalmente relatara los sucesos; deseché la idea inmediatamente, mi familia no podía bajo ninguna circunstancia saber que alguien había destrozado mi departamento y que, más alarmante aún, comencé a vivir con mi novio.

Llegamos al edificio, William aparcó el auto en el estacionamiento del inmueble y nos encaminamos hacia el departamento, el portero nos saludó con una inclinación de cabeza al entrar. El elevador nos llevó al séptimo piso y apenas entramos dejé mi mochila en el sofá. Tomé asiento y cerré los ojos con fuerza, estaba comenzando a sentirme muy cansada; sentí un peso en el sofá y unos brazos me rodearon, al abrir los ojos noté a William abrazándome mientras reposaba su cabeza en el hueco de mi cuello.

-¿Qué pasa?-pregunté mientras acariciaba sus cabellos, pero no me respondió. -¿William?

-No me gusta ver que no eres feliz- confesó en voz baja, el corazón se me estrujó.

-¿Por qué dices que no lo soy?

-Así lo siento, como si todo te estuviera dejando exhausta y no puedo hacer nada.

Tomé su rostro con delicadeza entre mis manos para que me mirara de frente.

-Si hay una razón por la que sigo cuerda después de todo lo que ha pasado, esa eres tú- declaré, él me miraba con los ojos fijos. -Me has salvado de la hipotermia, de que Alice me sacara un ojo, me has curado, defendido de patanes, incluso me hiciste un espacio en tu departamento cuando quedé en la calle... William, estoy cansada por tanto drama en tan pocos días, pero tenerte es suficiente razón para morir de alegría. 

William me besó, acarició mis labios con ternura y sonrió aún a centímetros de mi rostro. Verlo así me robó el aliento, estaba observándolo cuando sentí el hambre en mi estómago, miré a la cocina por reflejo con ojos de cordero degollado, lo que provocó a William una carcajada.

-Ven, ahora te salvaré del hambre- indicó mientras me tomaba de la mano.

Después de comer una exquisita pechuga de pollo con verduras al vapor, optamos por realizar nuestras tareas, lo que nos llevó toda la tarde. William disfrutaba de asomarse a la pantalla de mi computadora para criticar mis trabajos.

-Eso es incorrecto- decretaba sin leer las palabras en realidad.

-Por supuesto que no- reprochaba con vehemencia, aunque acto seguido releía el párrafo para encontrar algún error. William se reía de mí cada vez que caía.

A ratos se las cobraba observándolo fijamente, él me devolvía la mirada de reojo y continuaba escribiendo con dificultad.

-Deja de mirarme así- reprochó en una ocasión.

-¿Así cómo?- pregunté con inocencia fingida.

-Así- reiteró con desespero.

-¿Qué pasa? ¿Eres incapaz de concentrarte?- reté con arrogancia, a lo que sólo me rodó los ojos antes de retomar su escrito.

La noche cayó sobre nosotros rápidamente, picábamos algo de fruta cuando terminé el último ensayo; William terminó justo después de mí, ambos nos desperezamos al cerrar las computadoras. Observé la hora en mi celular, eran más de las diez.

Mi nombre es WilliamWhere stories live. Discover now