La semana que pasé en Niza fueron de los días más felices de mi vida, solía decirle a Aria que incluso si sufría amnesia, me despertaría sin recordar mi nombre, pero deseando volver a ver la luz brillante golpear el mar de la costa azul y al sol ocultarse detrás de algún edificio color pastel.
Pasar días en el hogar de William me ayudó a comprenderlo mejor, entendí muchas cosas de su pasado, por qué no le gustaba relacionarse con los demás, su dolor por los errores de su padre, los juegos que acostumbraba de niño y cómo es que sabía tanto sobre filosofía.
A su vez me encariñé montones con su familia, Colette y yo pasamos gran parte del tiempo de mi estadía juntas, no me salvé de acompañarla de compras ni de recorrer la costa junto a ella casi a diario, pero lejos de fastidiarme, hacía que creciera mi cariño por ella.
Para cuando debíamos regresar a Nueva York, Cristine me había llenado la maleta de sus libros preferidos y Colette de regalos consistentes sobre todo de libretas de tapa dura y bolígrafos preciosos.
-Prométeme que volverás pronto- susurró Colette al abrazarme, mientras William subía nuestro equipaje a la camioneta.
-Prometo que estaré aquí tan pronto como pueda, las extrañaré mucho- respondí mientras la estrechaba en mis brazos a mi vez.
-Siempre serás bienvenida aquí- sonrió Cristine antes de abrazarme.
Por último me volví hacia la señora Jones, que alternaba su vista de William a mí con una sonrisa cargada de ternura.
-Cuide mucho de mi niño William, lo estoy confiando a sus manos- me susurró con los ojos vidriosos, cuánto quería esta mujer al hombre que crió.
-Como si de mi vida se tratase- susurré y ella me miró con complicidad.
Subí al auto después de que William se despidiera de su familia y prometiera estar de vuelta tan pronto terminaran las clases. El viaje de regreso me pareció más corto, me dediqué a ver películas en la pantalla frente al asiento de William, comer la excelente comida del avión, dormir o simplemente observar a William dormir.
Cuando duermes a mi lado
me parece que mis sueños
se al fin materializaron
y me dieron por regalo
en ti todos mi deseos.
Mi pequeño cuaderno se llenaba poco a poco de William, del amor que sentía por él, de todas esas emociones que no me cabían dentro del pecho y que tenía que canalizarlas a través de poemas, que tenía que compartir con la tinta para no explotar.
-¿Qué haces?- preguntó mientras me observaba apenas se despertó.
-Te inmortalizo- sonreí.
-¿Cómo es eso?
-Te convierto en poseía, William- expliqué.
William sonrió y se recostó sobre mi hombro después de volver a cerrar los ojos, sentí su cabello lacio y fino acariciar mi piel, lo que me provocó una corriente eléctrica por todo mi cuerpo.
-¿Me lees algo?- pidió en un susurro.
-Te convierto en poesía
porque en mí vivirás siempre,
a causa de esta alegría
es que he de inmortalizarte.
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Mi nombre es William
RomanceVanessa ve en sueños a un hombre en particular desde que tiene doce años, lo extraño es que jamás en su vida lo ha visto en persona y no controla lo que éste dice mientras duerme, como si el chico tuviera vida propia... lo único que sabe de él es qu...