Capítulo veinte

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Al abrir la puerta, reparo en la expresión casi pétrea de Félix. Está claro que esta situación le gusta tanto como a Lillian y a mí.

Me trago la incomodidad y, poniendo mi mejor cara de indiferencia, monto en el asiento trasero de la camioneta, justo detrás de Félix.

—Buenos días —digo lo suficientemente alto para que ninguno pueda evitar responderme.

—Buen día, Veccio —suspira Félix, aunque sólo yo noto su tono hastiado: Andrew está demasiado ocupado acomodándose en el asiento de cuero y su madre se concentra en destinarme miradas asesinas y sonrisas gélidas.

El silencio se apodera del ambiente y todos miramos a Lillian, esperando que me devuelva el “amigable” saludo.

—Buenos días, Melody —gruñe a regañadientes. Después, se dirige a su marido, que está encendiendo el motor, y dice—: Cariño, ¿te importaría recoger también a Tammy? Ella es tan amiga de Andy como Melody y vive más lejos del colegio.

Supongo que Tammy es la mismísima Tamara Rhodas, ya que tanto Félix como Andrew me miran de reojo.

Al parecer, Lillian es fan de Tamara y ambos temen que yo pueda... dar mi opinión sobre ella frente a esta mujer.

De repente, me entran ganas de reír por lo bizarro de esta situación y la incomodidad se esfuma.

Están tan preocupados manteniendo las apariencias que ya no recuerdan que son una familia. Claro que, con semejante parentela, lo único que pueden hacer es ocultarse cosas entre sí.

Félix les oculta que soy su amante, Andrew les oculta que está enamorado de mí y Lillian les oculta lo mucho que le recuerdo a Florencia Hernández.

—No creo que sea una buena idea —arguye Félix—. La camioneta no tiene tantos cinturones de seguridad y, además, estaríamos muy apretados.

Este hombre es imbécil, ¿cierto? De todos los argumentos que podría haber dado, tiene que elegir justo el menos potente. No creo que a mamá leona le importe semejante pavada en esta situación. Y por “esta situación”, me refiero a Andrew sentado cerca mío y mirándome constantemente, cosa que la está sacando de quicio.

Dicho y hecho.

—Nunca hemos usado los cinturones  desde que tenemos la camioneta, Félix —espeta Lillian—. Y estoy segura de que tanto a Andrew como a Melody les gustaría que su amiga esté con ellos.

La cara de pasmo de Andrew al escuchar eso es demasiado para mí y largo la inevitable carcajada. Como era de esperarse, todos los ojos se clavan en mi persona —incluso los de Félix, quien aparta la vista de la calle para observarme a través del espejo retrovisor—, pidiendo una explicación que nunca llega.

—¿De qué te ríes? —inquiere Lillian de mal modo.

Si ya soy como una basura para ella, ¿de qué vale hacerme la tonta?

—Me río porque no creo que Tamara quiera estar al alcance de mis manos —le sonrío exageradamente—. Al fin y al cabo, no le gustan los cortes de pelo improvisados.

Un silencio sepulcral se instala entre nosotros mientras Lillian cae en la cuenta de lo que acabo de decir. Su hijo está repentinamente muy interesado en el cielo nublado y Félix no despega la vista de la calle. Eso es un alivio, ya que no quiero morir en un accidente de tránsito yendo al colegio.

—¿Qué problema hay con el corte de pelo de Tammy? —lo pronuncia como si la pregunta subliminal fuera “¿qué problema tienes tú con el corte de pelo de Tammy?

Quiero contestar, pero Andrew decide que es un buen momento para intervenir.

—Ninguno, mamá —asegura revolviéndose en el asiento—. Tamara y Melody no son amigas, sino compañeras de curso, es todo.

—Bueno, pueden empezar a serlo ahora —insiste Lillian—. Tammy es una chica muy amable y se sentirá contenta de tener una nueva amiga. Félix, ve a su casa, la llevaremos al colegio.

¿Ah, sí? Yo creo que no.

—No tengo interés en ser amiga de esa tonta, Lillian. Félix irá a buscarla cuando yo ya haya bajado, así evitaremos un mal rato.

Por alguna razón, siempre que hablo provoco silencios tensos y pesados entre esta gente.

La réplica de Lillian no hace esperar.

—Entonces, ¿qué estás esperando? Bájate.

—¡Mamá!

—¡Lillian!

Félix y Andrew chillan al mismo tiempo y con el mismo tonito reprobatorio. Supongo que, después de todo, sí comparten algunos genes.

—¡Compórtate, mujer! ¡Pareces una adolescente! —espeta Félix, haciendo que la cara de su esposa se tiña de un color violáceo. A mí, su tono intimidante me pone a cien y temo dejar un charco en el asiento de cuero.

Lillian abre la boca y balbucea un par de frases incoherentes, pero, como su hijo y su marido le lanzan sendas miradas de advertencia, decide callarse.

Pero... me ha hecho una pregunta y es de muy mala educación no responder, ¿verdad?

—No tengo ningún problema en bajarme cuando hayamos llegado al colegio. Así no tendré que caminar tanto.

Félix asiente, aliviado de encontrar una salida. Es obvio que no le tiene miedo al carácter de su mujer, que es prácticamente nulo —a pesar de las escenitas que suele hacer—, pero sí le teme en algún otro aspecto. Quizás ella tiene algo para mantenerlo a raya y por eso trata de evitar conflictos, aunque suele levantar la voz bastante a menudo.

—Sí, es una buena idea —afirma.

Después, nadie vuelve a hablar, a pesar de que todos sabemos que no es una buena idea y que él no tiene ni la menor intención de ir a buscarla.

Cuando Félix estaciona la camioneta para que Andrew y yo bajemos, siento la mirada de Lillian clavada en mi espalda. En un acto reflejo, doy media vuelta y le sonrío con suficiencia, aunque sé que es una chiquillada.

Su expresión de odio me hace saber que piensa que le he robado a su hijo a propósito.

Para su desgracia, no sólo le he robado al hijo, sino también a su esposo.

Porque Félix puede dormir en su cama cada noche, convivir con ella cada minuto y decir que la ama cada segundo, pero yo sé que, en realidad, no siente nada por ella.

Lillian es casi un estorbo para él, mientras que yo… yo soy la chica a la que él no puede resistirse.

Porque soy hermosa y buena en la cama.

Porque soy tan fuerte como él.

Porque soy la manzana prohibida.

Y él está empezando a dar mordiscos sin pensar en nada más.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora