Capítulo diecisiete

11K 641 146
                                    

No tardo ni un segundo en comprender a qué se refiere.

Acepta ser mi amante.

Mis labios se curvan en una sonrisa triunfante y mi humor no podría ser mejor.

—Entonces, ¿ya no huirás de mí?

—No, Melody, no huiré de ti. Pero sí te follaré hasta que te desmayes del cansacio.

De pronto, hace mucho calor en la camioneta.

—Entonces, ¿qué estamos esperando?

Mi pregunta lo paraliza un instante, pero luego sus ojos se vuelven candentes y me abrasa la piel con la mirada.

—Quítate eso —ordena, señalando las mantas que me cubren.

Me las quito lentamente y él aprovecha el tiempo para poner su asiento en horizontal sin apartar la vista de cada pedacito de piel que voy dejando al descubierto.

Cuando libero mis pechos, su autocontrol se esfuma y, con un movimiento veloz, me sienta sobre su entrepierna.

—Tienes las tetas más perfectas que he visto —murmura antes de empezar a tocarlas con fuerza y devoción.

El contacto me hace gemir y olvido la manta, que cae a mi alrededor. Las manos de Félix abandonan mis pechos y se concentran en apretar mi cintura y palmear mi trasero.

No llevo bragas, de modo que mi humedad está empapando el pantalón de Félix, que ya muestra una considerable erección.

De pronto, Félix me sujeta las muñecas con una mano, me levanta los brazos y me empuja hasta que pego mi espalda al volante. Veo que se desabrocha el pantalón con la otra mano y abro las piernas de forma inconsciente cuando esa verga enorme aparece ante mis ojos en todo su esplendor.

—Te voy a follar duro, Melody —advierte con ese tono intimidante que logra ponerme a mil—. Y gritarás mi nombre como perra en celo, porque mi nombre será lo único que recordarás.

No me da tiempo a contestar. Me embiste con una voracidad que me hace gemir sin control. Mis pechos rebotan y él no aparta la vista de ellos, mientras que yo me concentro en su pene y el modo en que desaparece en mi interior. Sigue sujetando mis manos, pero usa la mano libre para masajear mi clítoris. Una corriente eléctrica atraviesa mi espalda. Estoy a punto de correrme y apenas acaba de empezar a moverse.

De repente, el ritmo de su mano se vuelve más suave.

—Di mi nombre, Melody —dice él con fría calma—. Si no, todo seguirá así de lento.

¡¿Qué?!

¿No quiere dejar que llegue al orgasmo si no digo su nombre?

Frustrada pero más lúcida, sonrío y arqueo la espalda, apretando todos los músculos de mi cuerpo.

Al sentir la estrechez, la calma de Félix desaparece y es sustituida por una expresión de puro gozo.

—¡Melody! —es él quien grita mi nombre entre gemidos, y su mano vuelve al ritmo que me vuelve loca

El clímax nos alcanza rápidamente; en unos minutos estoy apoyada como un peso muerto contra el volante, chorreando semen y sufriendo los espasmos propios del orgasmo.

—Gané —digo cuando recupero el habla.

Félix respira como si hubiera corrido una maratón, y su expresión de placer es tan caliente que no puedo evitar quedarme mirando su cara con embeleso. El me devuelve una mirada llena de pasión y furia, esa mezcla que se está convirtiendo en mi favorita.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora