Capítulo dieciocho

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La cara de Félix se torna fría e inexpresiva. Sé lo que está pensando, porque yo tengo pensamientos un tanto similares. La chica que tanto daño le hizo a mi madre era la cuñada de mi amante. Bueno, en realidad, al daño no lo causó ella; la culpa fue del imbécil que aportó la mitad de mis genes. Era él quien estaba casado y no respetó su matrimonio.

—¿Tu padre era una buena persona? —me pregunta Félix de repente.

Estoy a punto de responder, pero decido que ya es demasiado pasado familiar por un día.

—No vale la pena hablar sobre esto. Florencia está muerta; mi padre, también.

Él niega con la cabeza, desestimando mis palabras.

—Mi hermano también está muerto. Y todo ha sido culpa de tu madre —espeta.

El buen humor de Félix se ha ido por el desagüe, y el mío va por el mismo camino.

—Mi madre la denunció por robo y estafa al descubrir los cincuenta millones de dólares que transfirió mi padre a su cuenta bancaria, pero no era una acusación fundada y no habría durado ni un segundo en la corte de no ser por la cantidad de dinero que estaba en juicio —explico con cansancio—. El abogado de mi madre sabía muy bien que no llegaría muy lejos y decidió contratar al grupo de mercenarios y al detective privado que acabaron por encontrar a Florencia. Es decir, todo se hizo sin que mi madre se enterase de nada.

—Y, ¿tú sí lo sabías?

—No, me enteré cuando el caso se cerró por la muerte de Florencia y el abogado me dejó la carpeta con los archivos del caso para que mi madre la leyera. La quemé antes de que ella o mi hermano llegaran a enterarse. Ahora, ¿podríamos cambiar de tema?

Ya estoy harta de hablar de algo que ya he superado, aunque sé que ni mi madre ni Christian lo superarán jamás. Ellos idealizaron a Arthur Veccio y nunca lo creyeron capaz de hacer alguna maldad. Hasta que todo salió a la luz, no sólo la pequeña aventura que tuvo con Florencia Hernández, sino también cada pequeña cosa que había hecho a sus espaldas. Solamente hay una cosa que no fue descubierta, y nunca lo será. Es un secreto que únicamente yo conozco, y me lo llevaré a la tumba. Mi familia ya tiene suficiente con el escándalo que dejó atrás.

Félix me arranca del mundo de los pensamientos al asir mi brazo y sentarme en la cama de un tirón.

—Dime cada cosa que sepas sobre esto —demanda con un tono de voz oscuro y siniestro que nunca había oído—. Desde el momento en que te enteraste de la aventura hasta el instante en que terminaste de leer ese archivo.

Su orden me cae como un balde de agua hirviendo; la mano que me sujeta el brazo me enerva la sangre.

Ahora soy yo la que cuenta hasta veinte en silencio.

—Suéltame —murmuro.

Él me oye pero me hace caso omiso.

—No te irás de aquí hasta que me cuentes cada detalle, Melody. Será mejor que empieces a hablar.

Ajusta su agarre en mi brazo y se cierne sobre mí en un vano intento de hacerme sentir inferior.

Ya mencioné que practico taekwondo, ¿verdad?

Tres patadas y cuatro puñetazos después, Félix me suelta, lanza un grito agudo y cae sobre el suelo sujetando su entrepierna.

—¿Qué crees que haces? —ruge cuando me levanto y camino hacia la puerta.

Iracunda, me giro y lo miro con todo el odio que soy capaz de transmitir.

—Irme. Si quieres, podemos follar como conejos cada puto día, no tengo problema con eso. Pero, si te comportas como un imbécil que pide demasiado, te mandaré al carajo y, créeme, tampoco tendré problema en hacerlo —mi teléfono vibra varias veces, arruinando el dramatismo. Aún así, continúo—: Mi vida familiar es una cosa, el sexo es otra. Espero que te quede claro, Félix.

Salgo de su habitación y de su casa dando portazos. Félix me ha puesto de mal humor después de tres sesiones de sexo, eso ya es casi un superpoder.

Hay una razón por la que odio hablar de mi historia familiar y es que es una mierda. Para peor, es una mierda que afecta a la pequeña parte de la familia que me importa, mientras que los protagonistas de esa mierda son los demás miembros de la familia; en otras palabras, gente de mierda. Por culpa de ellos, mi madre y Christian huyeron de Buenos Aires y me arrastraron a este país fantasma. Y, en este caso, lo de Florencia es simplemente una de las tantas manchas del tigre.

Y Félix… ¡Félix! El muy marrano se ha comportado como un bruto para sacarme información. Puede que el tema involucre a su familia, pero él conoce bien la parte que incluye a su hermano, eso debería ser suficiente.

Definitivamente, no había ninguna necesidad de interrogarme de esa manera.

Piso con fuerza el asfalto de la calle para canalizar la ira.

Seguramente Félix se aparecerá en mi casa pidendo explicaciones o se enojará por los golpes y no me hablará en toda la semana.

Lo conocí hace cinco días y ya parece que he vivido toda la vida con él. Que ironía.

Hambrienta, ya que no he comido nada porque me fui antes del colegio, corro al descubierto primer McDonald's que encuentro y me paso unas cuantas horas allí, comiendo y revisando mis redes sociales, que son un amasijo de notificaciones.

Muchas de mis “amigas” de Buenos Aires han posteado cosas melancólicas sobre mi partida, de la que ya hace un año. De hecho, hoy es el aniversario de mi llegada aquí, una fecha que ni siquiera habría recordado de no ser por esos posts ridículos. Creo que no he hablado jamás con la mayoría de la gente que está etiquetándome en sus publicaciones.

Cuando por fin llego a casa, me doy cuenta de dos cosas. La primera, que olvidé contarle a Félix sobre el aro que dejé en su armario; la segunda, que la puerta de mi habitación está abierta, aunque yo la había dejado completamente cerrada  al salir.

Extrañada, entro a mi cuarto y me congelo. Mi ropa está tirada sobre el suelo, la cama está hecha un lío y la mesita de luz ha sido volcada. Todos mis efectos personales, desde mi computadora hasta el velador, están hechos trizas y desparramados por ahí.

Sobre la cama, justo al centro, hay una nota.

“El director y tú tienen una relación muy… afectuosa, lástima que yo me enteré de eso.

Ponte los guantes, porque tendrás que tener mucho cuidado con todo lo que salga de mi boca.

Atte: Yo.”

Genial, otro anónimo.

Esta vez, estoy segurísima de que no es Andrew.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora