Capítulo trece

12.3K 644 115
                                    

Suspiro. Yo no quiero hablar, sólo quiero volver a sentirlo dentro de mí.

Su cara está seria una vez más y sé que no me follará de nuevo hasta que tengamos una pequeña charlita.

—Está bien, hablemos —concedo a regañadientes.

—Esto no puede volver a pasar —afirma.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Otra vez eso? —me está haciendo enojar—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Que te persiga semidesnuda por tres días antes de cada polvo? —río sarcásticamente—. Ni tú vales tanto, Félix.

Su cara adopta una expresión de molestia, para variar.

—¡Nunca te pedí que sacrificaras tu dignidad por mí, Melody! —brama—. Hiciste eso tú solita.

—No sé qué es lo que entiendes por “sacrificar la dignidad” —replico—, pero yo no creo que perseguir lo que quiero entre en esa categoría. Y respecto a lo de no pedirme nada, deja de actuar como si no lo hubieras estado pidiendo a gritos. Me deseas, te deseo. No soy de las que hacen promesas, pero te aseguro que nunca habrá erecciones caídas ni vaginas secas entre nosotros. Tan simple como eso.

—Sí, es muy simple —su voz derrocha ironía—, hasta que agregas a mi familia y a tu edad a la ecuación.

—¿Estabas pensando en tu familia cuando me viste desnuda? ¿Y cuando me diste duro en la cama? Porque lo dudo mucho.

Félix se queda callado, sin saber qué responder. Lo tomo como una batalla ganada.

—Quiero que follemos seguido, nada más —aclaro—. Y si te preocupa tu familia, puedo asegurarte que preferirán tratarte con el humor que tendrás después de follarme en lugar de lidiar con tu carácter de mierda habitual.

Él traga saliva y me mira indeciso.

—De acuerdo —se rinde—. Pero ahora vuelvo a estar de mal humor.

Esbozo mi mejor sonrisa lobuna.

—Tendremos que arreglar eso, ¿cierto?

Me inclino hacia Félix, que ya no opone resistencia, y paso suavemente las uñas por su torso desnudo mientras me estiro en la cama, acercando mi cabeza a su polla erecta.

—Ah… —gime cuando dejo besos húmedos en esa sensual punta rosada.

Paso lentamente la lengua por esa parte suave y húmeda, provocándole nuevos jadeos de placer. Me deleito con sus gemidos entrecortados y sus espasmos bruscos por unos minutos, luego lo tomo con mis manos y acaricio su longitud mientras me lo meto a la boca.

Félix no puede contenerse y comienza a embestir mi boca ferozmente al tiempo que me sujeta el cabello con fuerza. Tras el momento en que empiezo a succionar y a mover la lengua, dura unos pocos segundos antes de correrse en mi boca. Por mi parte, yo trago todo su semen sin siquiera sentir su sabor.

Cuando todo ha terminado, me aparto suavemente y lo miro. Tiene las mejillas rojas, sus labios están un poco hinchados y una delgada película vidriosa recubre sus ojos. No puedo evitar morder mi labio inferior al sentir una punzada en mi abdomen.

Sos el hombre más sensual que conozco —le digo en mi idioma natal.

Al percibir el cambio de lenguaje, Félix me mira confundido.

—¿Has hablado en italiano? —inquiere.

Exploto en carcajadas. Este tipo puede ser un dios en la cama, pero no sabe un pepino en cuanto a idiomas. Al menos no ha dicho francés.

—Español —aclaro al ver su cara de confusión—. Y no el español de “vosotros” y “habéis”. Español castellano, el que se habla en mi país.

Félix me mira más confundido aún.

—¿Hay más de un tipo de español?

Ahora la hilaridad se me va completamete, reemplazada por la indignación. No puede estar hablando en serio, por Dios.

—¿No se supone que la adolescente soy yo? —él va a contestar pero levanto la mano y explico—: No, déjalo. Era una pregunta retórica. Aunque, realmente. ¿Cómo no sabes eso? Hasta yo lo sé, y nunca presté atención a las clases de idiomas en mi otra escuela.

Eso parece llamar su atención.

—¿Aquí sí prestas atención?

Alzo una ceja y le doy tiempo a reconsiderar la estupidez que acaba de preguntar. No lo hace.

—Sólo tenemos inglés y español como asignaturas —le hablo como si tuviera doce añitos—. Inglés es una especie de mezcla entre literatura y gramática que ya estudié en mi instituto, antes de venir aquí, y he hablado español desde que cumplí los dos años. No es necesario que preste mucha atención, sólo tengo que hacer los exámenes bien y list…

—Melody.

Su voz gruesa y tensa me interrumpe y me hace ver que algo va mal. Muy mal.

—¿Qué sucede? —pregunto.

—Vístete —ordena él—. Ahora. Mi esposa y mi hijo volverán en unos minutos, sólo fueron a comprar comida al supermercado. No tardarán mucho.

¿Y justo ahora se acuerda de eso? Podría haberlo mencionado mientras hablábamos de idiomas en lugar de dejarme parlotear como cotorra.

Decido callar y, estirándome como un gato, tomo la ropa que escondí debajo de la cama. Cuando me vuelvo hacia Félix, observo que su mirada está clavada en mi trasero y sonrío.

—Si quieres, puedes tocarlo —ofrezco—. A mi me gustaría tocar el tuyo.

Félix niega con la cabeza.

—Basta, Melody —mi nombre en sus labios suena fantástico—. Debes irte. Ya.

Me encojo de hombros y empiezo a vestirme.

—Al final, ¿qué decidiste hacer? —pregunto mientras me pongo la ropa interior.

—¿Hacer? —vale, el sexo deja estúpido a este tipo.

—Sí, Félix. Hacer —reitero—. ¿Volverás a cogerme sin necesidad de que te persiga semidesnuda o te harás rogar hasta el final?

La comprensión inunda su rostro.

—¡Oh! Eso —carraspea—. No quiero serle infiel a mi esposa otra vez, Melody.

Algo en Félix despierta mi lado más sarcástico. Tal vez sea esa hipocresía inconsciente que no deja de mostrarme.

—¿Cuántas veces le has sido infiel antes de mí? —disparo.

En la cara de Félix puedo ver que he dado en la diana. No fui su primer amante.

Un pensamiento cruza mi mente pero lo descarto enseguida. “No fui la primera, pero seré la última”. Decididamente, yo no quiero serlo. Me conformo con que me folle cada vez que se pueda. Lo que haga en su tiempo libre no es asunto mío.

—Eso no importa —dice él, devolviéndome al planeta Tierra—. No quiero faltarle el respeto de nuevo. Ella se casó conmigo por amor, ¿sabes?

Bueno, eso sí que fue inesperado.

—No, no sabía —admito de mal humor. Ahora me viene con el amor de su esposa, cuando es obvio que quiere volver a ponérmela en este mismo instante—. Pero sí sé que eres infeliz en tu matrimonio. Y no te veo nada infeliz cuando estás conmigo.

Félix se limita a mirarme fijamente.

—Hagamos una cosa —me rindo—. Ya tienes mi número y mi dirección. Piensa qué quieres hacer y el lunes me dices lo que hayas decidido.

Me pongo de pie y termino de vestirme en silencio, mientras que Félix continúa encerrado en su mutismo.

—Adiós —murmuro antes de encarar el pasillo y caminar hacia la puerta de entrada. Sujeto el pomo y empiezo a girarlo, pero el sonido de un auto estacionando me detiene en seco.

No necesito oír las voces de Andrew y Lillian para saber que, si no encuentro una forma de salir sin que me vean, estaré en problemas.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora