Capítulo cuarenta y seis

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Los murmullos entusiasmados comienzan a desvanecerse cuando mi expresión deja en claro lo que estoy pensando.

Blake no se ha dado cuenta y sigue igual de ilusionado que cuando se declaró, aunque ya ha pasado alrededor de un minuto y yo no he dicho nada. El problema es que no sé cómo hacerlo. Si estuviéramos a solas, lo mandaría a hacer un curso de comprensión de español, tal vez de tanto hablar inglés se le trabó la parte del cerebro que hace entender que no es no. Sin embargo, hay demasiadas personas al pendiente de lo que voy a decir y sé bien que esto no será como cerrarle la boca a Andrew.

Tal vez debería decirle que sí ahora y después arrastrarlo lejos de la multitud para explicarle que entre nosotros sólo puede haber aire. Por un segundo me parece una buena idea, hasta que pienso en lo difícil que va a ser hacerle entender un no después de un sí.

Sin ver la duda en mi cara, él sonríe y sus dientes adquieren una tonalidad azul bajo la luz negra.

—Blake —La canción de Bon Jovi se sigue escuchando, pero entre los invitados sólo hay silencio y tensión. Todos sienten la vergüenza ajena por lo que está por venir. Lo miro y la ilusión que hay en sus ojos me dice que debo hacer esto rápido, como arrancar una curita. Cuidadosamente, aparto mis manos de las suyas antes de hablar—. Sabes que te quiero... —lejos—, pero como a un amigo —uno a distancia—. Por eso no puedo aceptar tu propuesta. Lo siento.

Su expresión se congela y escucho que muchos contienen la respiración. En cuanto veo el dolor asomar en su rostro, comienzo a alejarme tan rápido como los zapatos me lo permiten. La gente me abre paso como si fuera de la realeza, aunque vislumbro un par de expresiones de lástima. Bueno, lástima deberían sentir por Blake, que tiene que verlos todos los días después de esto. De todas las personas que han visto eso, yo sólo conozco a tres: mamá, Leander y Chris. Dios santo, Chris me va a matar, aunque no es culpa mía que Blake no tenga ni dos neuronas.

Quiero decir, me parece que fui bastante clara cuando le dije que no quería nada con él, tanto al inicio de nuestra amistad con derechos como cuando la finalicé. Pero no, él tenía que interpretar todo del revés.

Sin embargo, conozco a mi hermano. De un modo u otro va a ponerse como defensor del más débil y va a iniciar un juicio moral en mi contra. Probablemente la condena sea dejar de hablarme por un tiempo. No entiendo qué manía tiene Chris de tratar a Blake como si no pudiera tomar decisiones por sí solo. Las que toma son malas, sí, pero puede hacerlo igual.

No me doy cuenta de que he hecho todo el trayecto desde el sexto piso a afuera del edificio hasta que el frío de la calle me golpea. Cuando llegamos no lo sentí, aunque quizás sea porque en ese momento había sol y no estaba nevando como ahora.

No sé dónde estacionó Chris el auto, ni si sigue acá. Seguramente sí, porque sino dejaría a mamá sin manera de irse; pero tampoco quiero ir con ellos. Tratando de lograr que mis dientes no castañeteen por el frío, me acerco al cordón de la vereda y alargo la mano para llamar un taxi.

Detrás mío, escucho a alguien gritar:

—¡Melody! ¡Espera!

Leander está corriendo hacia mí desde la entrada del complejo y casi se resbala por fina capa de nieve que se ha formado. Lo oigo murmurar un juramento mientras intenta mantener el equilibrio y espero a que llegue a mi lado con tanta paciencia como puedo, aunque estoy tiritando.

—Lamento lo que pasó ahí —dice cuando llega al fin. Su cabello marrón tiene unos ligeros copos de nieve y su piel morena está enrojecida por el frío—. Christian se fue con tu mamá hace unos minutos, aunque ellos se quedaron esperando el ascensor y yo usé la escalera, por eso llegué más rápido. En un rato deberían salir.

—Gracias —digo sinceramente—. Lo último que quiero es cruzarme con él ahora.

—¿Vas a irte sola? —Me mira escandalizado—. ¿A esta hora?

—Prefiero arriesgarme a que me roben antes que ir en un viaje con mi mamá preguntándome cómo es eso de que perdí la virginidad y con mi hermano echándome la culpa por no dejarle las cosas claras a su mejor amigo.

—Creo que mejor voy contigo —murmura—. Espérame un segundo que le pido permiso a un amigo para tomar prestado su coche. Vino a trabajar a la fiesta y se quedó limpiando —explica mientras saca su celular y marca un número.

Tras un breve intercambio de palabras, Leander apoya una mano en mi cintura y me guía hacia un auto pequeño, estacionado a la vuelta del complejo.

—Voy a mandarle un mensaje a Chris para decirle que estás conmigo —anuncia cuando ya estamos sentados contra el cuero helado.

Asiento. Me pregunto si él se dará cuenta de lo mucho que se suaviza su voz cuando dice el nombre de mi hermano. Lo pronuncia como si fuera una caricia, una melodía cuyo tempo es el latido de su corazón.

—¿Cómo están las cosas entre tú y Chris? —pregunto cuando él deja a un lado el celular y enciende el motor. La calefacción del vehículo se enciende automáticamente y nunca he agradecido tanto el aire caliente.

Leander se encoje de hombros y empieza a maniobrar para salir del estacionamiento.

—Regular, supongo. He intentado hablar con él, pero no quiere escucharme, sólo me ha dicho que quiere espacio.

—Mucho espacio no había cuando los vi durmiendo abrazados y desnudos en tu cama —replico.

Él no se sonroja, sólo sonríe. Sus ojos brillan con el recuerdo y un pícaro hoyuelo se forma en su mejilla derecha.

—Espacio verbal —se corrige con chulería—. Chris no soportaría estar sin hablarme y sin tocarme por tanto tiempo.

—Tampoco tú.

—Es verdad —admite—. ¿Crees que va a estar de muy mal humor después de lo que pasó?

Suspiro y miro por la ventanilla. Casi todas las calles están ahora cubiertas de nieve y muchos autos deambulan por ahí, a pesar de que faltan apenas unas horas para Navidad.

—No lo sé. Él es demasiado protector con Blake y no creo que esta situación le haga gracia.

—Ojalá fuera así de protector conmigo —susurra él, y enrojece ligeramente cuando se da cuenta de que lo he oído—. No es que esté celoso ni nada por el estilo —se apresura a aclarar—. Sólo me gustaría que tuviera miedo de perderme. Es tóxico, lo sé, pero no puedo evitarlo.

Una oleada de deseos de venganza sube por mi cuerpo. Tal vez si Chris no me hubiera presionado tanto para aclarar las cosas con Blake, yo habría podido decirle lo que sentía sin necesidad de suavizarlo y él no hubiera entendido para el culo.

—Si te hace sentir mejor, puedo contarte que a Chris se le rompió el corazón cuando supo que no eras su novio. Y lo volvías loco antes de que empezaran a tener algo —digo casualmente—. Incluso llegó a tomarse un avión a California porque no quería seguir escuchando cómo estabas con otros.

—¿En serio? —El coche da un frenazo brusco en un semáforo y me arrepiento ligeramente de haberle contado eso en medio de una calle transitada.

—Sí. En ese momento no me dijo nada sobre ti, sólo que se había enamorado y que no soportaba ver que lo odiabas.

Hay un pequeño silencio que me hace mirarlo. Ahora su sonrisa se ha esfumado y una expresión triste inunda su rostro.

—No lo odiaba —dice tras un largo rato—. Sólo era un imbécil. ¿No te ha pasado pensar mal de una persona hasta que pasas un tiempo con él y entiendes que es muy diferente a lo que creías?

Pienso en Andrew, en su comportamiento patético y su costumbre de ser mi perrito faldero hasta que vi cómo era realmente después de una vapuleada de Félix.

Pienso en Félix, que al principio parecía ser sexy y simple, pero acabó siendo sexy y complejo.

Pienso en mi padre, a quien yo adoraba cuando era pequeña porque lo veía como un guerrero de brillante armadura que no se detendría ante nada para evitar que me lastimaran y fue quien más daño me hizo.

—Créeme, me ha pasado.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora