Capítulo quince

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Doy mil vueltas en la cama antes de conseguir dormirme. Tengo que decirle a Félix que busque la pelotita dorada entre la ropa antes de que el demonio de su mujer la descubra, pero no sé su número telefónico. Pedirle a Andrew que me lo pase sería muy raro y él probablemente no lo haría.

A pesar de que me he acostado con Félix hace unas horas, la energía ha vuelto a mí gracias a la estupidez que me mandé.

Tardo muchísimo en dormirme al fin, y lo mismo pasa el domingo.

El lunes por la mañana llego tardísimo a la escuela. No he recibido ningún mensaje de Félix, pero sí varios de Andrew; quiere que hoy vaya a su casa a cenar en calidad de amiga.

Como no he querido decirle que la idea me parece pésima para que no corte con nuestra beneficiosa y flamante amistad, he recurrido a la excusa universal: “Estoy muy ocupada, te aviso luego”. Al parecer, aparento ser una mujer muy ajetreada, porque Andrew no ha objetado nada a mi afirmación.

En realidad, voy a pasar la tarde atiborrándome de pochoclo mientras miro los últimos éxitos taquilleros.

—Llega tarde —me dice el profesor de química, el señor Rouge, cuando entro al aula—. Pídale a Rhodas lo que he dictado y póngase a trabajar.

Genial.

Me siento en el único lugar libre, justo al lado de Tamara; ella me da su carpeta con aire hastiado. Estoy segura de que detesta la idea de pasarme la tarea, pero el profesor Rouge no es alguien a quien ella pueda desobedecer fácilmente. Creo que, al igual que la mitad de la escuela, Tamara le tiene pánico a las reacciones del hombre, conocido por su falta de escrúpulos a la hora de humillar a sus alumnos en público.

La hora de clase pasa a velocidad de tortuga para mí; no puedo dejar de bostezar.

En el recreo, le mando un mensaje a mi hermano. No he sabido nada de él desde el viernes, cuando se fue dejando una nota. No me preocupa; creo que ya puede cuidarse solito, pero sí me llama la atención. Christian no es de los que desaparecen de la faz de la tierra, ni siquiera en época de exámenes.

“Hoy, 9:03 a.m.

Chris, ¿te enteraste de la cita de mamá?
Me llamó ayer a las cinco de la madrugada para contarme hasta de las increíbles pestañas que tenía el tipo. Estuvimos una hora y cuarto al teléfono.”

La respuesta me llega cerca de media hora más tarde, durante la segunda hora de química.

“Hoy, 9:42 a.m.

Sí, me llamó después de las ocho. Yo estaba desayunando. Me parece bien que vuelva a salir con hombres, sobre todo después de lo que pasó con papá. Pero quiero conocer a ese tipo antes de que empiecen algo serio.”

Elevo los ojos al cielo cuidando que el profesor no me vea. Mi hermano tiende a pensar que es una especie de radar de imbéciles, por lo que insiste en conocer a todas las parejas de mamá, y también a las mías. Lo cierto es que su inocencia pesa mucho y lo vuelve fácil de engañar. En mi familia, la que actúa a modo de radar soy yo, y he salvado a mi hermano de las garras de cierta gente más de una vez.

“Hoy, 9:44 a.m.

Tiene mucha guita, no sé qué puede querer de mamá además de alguien con quien estar.”

Esta vez, la respuesta llega rápido.

“Hoy, 9:44 a.m.

Sexo.”

“Hoy, 9:45 a.m.

No seas tan desconfiado, tal vez la quiere de verdad.”

“Hoy, 9:46 a.m.

¿Desde cuándo sos tan romántica, hermanita? Creí que eras una cínica que no confiaba en el amor.”

Nadie como un hombre para entender todo al revés.

“Hoy, 9:47 a.m.

Nunca dije que no creía en el amor. Sólo dije que yo no quiero enamorarme ni tener pareja.”

“Hoy, 9:49 a.m.

Es casi lo mismo.”

Decido dejar el debate ahí. Si seguimos, él saldrá con el tema de los hijos, los sobrinos y toda la progenie que quiere tener.

Además, ya sé que no se ha enojado conmigo y con eso me basta. Seguramente ha estado demasiado ocupado persiguendo a su chica y ni se ha acordado de que existo. Yo he estado persiguiendo a Félix y me ha sucedido exactamente eso.

La diferencia es que Félix no es “mi chico” en absoluto, aunque folla como los dioses.

Y, hablando de Félix…

No he tenido ninguna noticia suya, y hoy vence el plazo que le di. Peor aún, no he tenido sexo desde que lo hice con él; ese es el motivo de mi nerviosismo. Estoy pensando demasiado en una respuesta que no me cambiará la vida y no he tenido relaciones sexuales por un día y medio.

No, no soy ninfómana, solo amo el sexo y me gusta experimentarlo una o dos veces al día.

Cuando el otro recreo empieza, le hago señas a Aaron, el otro amigo de Andrew, para que me siga. Prefiero a Ethan, pero hoy no ha venido al colegio.

—¿Qué sucede? —me pregunta el chico cuando, tras atravesar media escuela, nos detenemos en la puerta del armario de la limpieza, estratégicamente situado bajo la escalera que da al segundo piso.

Lo insto a callar mientras trato de abrir la cerradura con un invisible de cabello. Quiero coger. Ya.

La puerta cede y le doy un empujón a Aaron para que entre sin rechistar. Dentro está oscuro y huele a desinfectante, pero ninguno de los dos repara en ello. Aaron no puede apartar las manos de mí, está excitándose gracias a mi cuerpo y al morbo de la situación.

Ya no hacen falta palabras, sólo sensaciones.

Los labios de Aaron buscan los míos en la penumbra y sus manos siguen recorriendo mi piel y adentrándose entre mis piernas. Me aferro a él cuando sus dedos se cuelan dentro de mis bragas y las bajan,  acariciando mi clítoris y mi entrada.

—Hazlo ya —gimo contra su cuello.

Él sólo ríe y se desprende el pantalón lentamente; yo aprovecho para sacar un preservativo del bolsillo y abrir el sobre.

Aaron me pone de espaldas a él y me penetra lentamente, sujetando mis caderas y pegando mis nalgas a su pelvis. Mi cuerpo está completamente preparado para recibirlo y las paredes de mi vagina se contraen al sentirlo abrirse paso en mi interior.

—Eres la chica mas hermosa que he conocido —jadea en mi oído cuando empieza a embestirme a un ritmo pausado y sensual que nada tiene que ver con la voracidad de Félix.

A medida que las penetraciones se vuelven más rápidas, es más difícil contener los gemidos que nos delatarían.

Unos minutos más tarde me corro entre sus brazos, con sus manos sobre mis pechos, y su boca en mi cuello. Aaron no tarda en seguirme y ambos nos quedamos quietos unos segundos para recuperar el aliento.

—Yo salgo primero —le digo a Aaron después de acomodarme la ropa y el cabello, aunque sigo respirando rápidamente.

Él, tan agitado como yo, se limita a asentir y deja que abra la puerta del armario. El timbre ya ha sonado, por lo que nuestra repentina ausencia será bastante juzgada.

Sin embargo, todo lo que nuestra ausencia pueda significar para los demás se desvanece de mi mente en el momento en que salgo al pasillo.

Félix Harper está justo frente a mí, mirándome con ojos chispeantes y una mueca furiosa que no augura nada bueno.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora