Capítulo catorce

11.7K 603 147
                                    

Suelto la perilla de la puerta y huyo hacia el interior de la casa. Será un milagro si nadie me oye, porque las botas resuenan infernalmente en el piso de laja del pasillo. Antes de que yo pueda pensar con claridad a dónde ir, ya estoy parada frente a la puerta del dormitorio de Félix.

Entro como un vendaval y Félix, que está acostado sobre su cama, se queda mirándome bastante desconcertado. Justo entonces, escuchamos la puerta de la entrada abrirse y la voz de Andrew quejándose por algo relacionado a unos repollitos de Bruselas.

La desconcertación de Félix pasa a ser pánico cuando entiende la situación. Se supone que yo me fui de hace media hora, si Andrew o su madre me encontraran aquí sería más que sospechoso.

—Félix, ¿dónde estás? —la voz de Lillian, sumada a sus pasos acercándose, consiguen que por fin reaccionemos.

Félix finge estar dormido y yo, que no tengo escapatoria, me encierro en un armario que está a la derecha de la cama.

Una vez leí que no hay mayor estupidez que encerrarse en un armario, pero las circunstancias actuales lo requieren.

Envuelta en la oscuridad, sólo puedo sentir el roce de la ropa colgada contra mi cuerpo y escuchar lo que sucede afuera.

—¡Félix! ¡Despierta! —Lillian ya está en el cuarto y, a juzgar por el sonido que oigo, está sacudiendo a su marido para que abra los ojos.

—¡Ya estoy despierto, mujer! —se queja él—. ¿Qué quieres?

—¡Quiero que acompañes a tu hijo a comprar unos botines para jugar al soccer, eso quiero! —grita una iracunda Lillian—. ¡Y, de paso, podrías hacerle ver que la zorra que trajo a casa no es una buena compañía!

Oh, vale. Esto sí me interesa.

—¿Cuál zorra? —Félix trata de sonar confundido, pero es obvio que fingir no se le da del todo bien.

—¡La única zorra que ha pisado esta casa desde que tu cuñada murió! —Lillian está cada vez más furiosa—. ¡La compañera de Andrew! ¡La que se apareció con las tetas al aire y un short diminuto hace unas horas! ¡Esa zorra!

Cuando se calla, hay un momento de tensión en el ambiente, marcado por un silencio muy ruidoso.

—No. Vuelvas. A. Hablar. Así. De. Ella —las palabras suenan como una amenaza de muerte, pero en mis oídos son casi música. Félix me está defendiendo, aunque no sé por qué me hace sentir tan bien—. ¡No sabes nada sobre Leslie, nunca te preocupaste por ella hasta que tuviste que organizar su funeral!

Bueno. Parece que no me estaba defendiendo a mí, sino a esa tal Leslie.

Desde el armario, escucho el bufido de Lillian.

—¡Siempre es lo mismo contigo! ¡Escuchas sólo lo que quieres escuchar! —acusa—. ¡Te estoy diciendo que la zorra va a destrozar a Andrew y tú me sales con que no valoraba la lagarta de tu cuñada!

Un ruido sordo me sobresalta y pone fin tanto a la perorata de Lillian como a la vida útil de mi oreja izquierda: mi aro se ha enganchado en alguna tela y no puedo moverme lo suficiente como para sacarlo.

Afuera del armario se crea un raro silencio. Por un momento se me ocurre que Félix le ha dado un tortazo a Lillian, pero luego caigo en la cuenta de que al puñetazo se lo ha comido la pared.

—¡Tú metiste a Leslie en esto! —ruge él—. ¡Siempre estás buscando motivos para desmerecer a mi familia!

—¡Ahora estoy tratando de protegerla!

—¡Veccio es una adolescente caliente, por el amor de Dios! ¡Lo peor que puede hacer es acostarse con él y después romperle el corazón! ¿O acaso crees que esconde una bomba en el escote?

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora