Capítulo tres

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Como vivo sola desde que mi mamá decidió volver a los escenarios, la tarea de despertarme depende completamente de mí misma. Las cinco primeras alarmas suenan una tras otra y las apago automáticamente, sin ganas de levantarme. Odio la escuela, allí siempre estoy atada a los horarios y las reglas.

Cinco minutos después obligo a mi cuerpo a salir de la cama y a embutirse en el uniforme del colegio, al que le tuve que agregar mis medias de repuesto. Son considerablemente más cortas, apenas si pasan la rodilla, pero siguen siendo funcionales.

Desayuno es una chocolatada con medialunas -que ni yo sé de dónde salieron pero están buenísimas-, y salgo para la escuela tratando de ignorar la brisa otoñal que me enfría la cara.

Cuando llego, la primera persona a la que encuentro es a Miss Puritana, quien no ha dejado de mirarme mal desde que me conoció. Ahora, en cambio, tiene una mirada victoriosa al posar sus ojos en mí. Recuerdo que ayer, tras volver al aula durante la segunda hora de inglés, lucía igual de alegre. Es como si saber que el director me ha regañado la pusiera de buen humor.

Porque no sabes cómo disfrutó castigarme.

Paso por su lado sin mirarla, lo mejor es que piense que el castigo de ayer me causó más daño que unas medias sucias y unas bragas rotas -Félix se quedó con ambas cosas, me gustaría saber dónde las metió-; porque si indaga más de la cuenta esto podría descontrolarse.

Bueno, no es como si la situación estuviera muy controlada ahora mismo: tuve sexo con el director y no dijimos una palabra sobre eso, ni siquiera acordamos mantener el secreto. Él tranquilamente podría estar clamándolo a los cuatro vientos sin que yo lo supiera, aunque le costaría el trabajo.

-¡Veccio! -Spencer Johnson puede ser mezzosoprano, pero grita como una auténtica soprano lírica-. ¡¿Acaso estoy pintada aquí?!

Ojalá.

Me detengo porque fingir no haberla escuchado sería una auténtica hipocresía, habría podido oír sus gritos desde mi casa.

-Disculpa, Johnson, no te vi -¿Alguien más escucha el chirrido de mis dientes al decir eso?

Johnson me fulmina con la mirada.

-No sea irrespetuosa, tráteme de usted, como corresponde -dice con un tono gélido.

-Disculpe, doña -el sarcasmo brota en mis venas y Johnson arruga su nariz de águila-. No lo volveré a hacer.

Antes de que pueda decirme algo más, me escurro por un pasillo y corro al aula. De alguna manera no ha visto mis nuevas medias, o no se ha dado cuenta del cambio. Si lo hubiera hecho, la habría tenido gritándome por horas por exponer veinte centímetros de piel.

Maravillosamente, aún no ha llegado ninguno de mis compañeros y el aula está vacía, por lo que puedo elegir el asiento que yo quiera. Esto de levantarse en la quinta alarma no está nada mal.

Me ubico en el mejor lugar: el asiento del medio de la última fila.

-Ése es mi asiento.

Me giro bruscamente cuando escucho esa voz grave, pero es una falsa alarma. El chico parado frente tiene el mismo tono oscuro que Félix, pero le falta esa veta intimidante tan característica del director.

Al principio no lo reconozco, pero una segunda mirada me recuerda quién es: Andrew, el chico más popular de la clase, si bien no es el más guapo ni de lejos. De hecho, es demasiado simple, casi feo: ojos marrones, pelo marrón, piel amarronada y labios bordó. No sé su apellido -a pesar de que es mi compañero desde que empecé la escuela aquí, hace un año-, pero bien podría llamarse Andrew Brown.

¿Por qué me acuerdo su nombre y no su apellido?

Porque desde la primera vez que me vio insiste en salir conmigo, y siempre usa su nombre en alguna oración.

"Hay muchas personas en el mundo, pero Melody y Andrew es la única combinación perfecta"

"Te lo diré sólo una vez: caerás a mis pies como que mi nombre es Andrew"

Y como esas frases hay muchas, la última me la dijo seis meses atrás. Al parecer, el pobre ha admitido su derrota.

Físicamente no está tan mal, aunque mide lo mismo que yo, pero lo he rechazado desde el principio porque un mes después de conocerlo, alardeó con sus amigos de cómo la chica nueva había caído a sus pies -le había dicho mi nombre e ignorado el resto del tiempo-, y yo tuve el placer de escucharlo tras una puerta. Al final terminó quedando en ridículo, porque sus dos mejores amigos, Ethan y Aaron, terminaron convirtiéndose en dos de mis ligues casuales, mientras que él no se convirtió en nada para mí.

Resumiendo, Andrew me cae bastante mal, a pesar de su carita de cordero degollado.

-¿Y? -pregunto, tratando de sonar tan confundida como pueda. Si quiere el asiento podría levantarse un poco antes.

-Bueno, nada -estoy segura de que estuvo a punto de tartamudear ante mi mirada fija. No hay nada más potente que un par de ojos celestes clavados en los tuyos-. Es que quisiera que te sentaras en otro pupitre.

Chu. Pa. La.

-No siempre tenemos todo lo que deseamos -le dedico una sonrisa angelical y me siento en su viejo asiento, alias mi asiento actual.

Andrew abre y cierra la boca sin moverse del lugar. Pobrecito, lo he dejado mudo.

-No deberías ser tan grosera -esa es otra voz chillona que conozco muy bien.

Tamara entra agitando su corta melena castaña. La ha emparejado con un corte prolijo que le sienta muy mal a su cara de cejas finas y boca ancha, aunque es mucho mejor que los mechones desiguales que tenía antes.

No puedo evitar soltar:

-Lindo corte de pelo, Tammy -su cara enrojece y se lleva las manos a la cabeza-. Parece que atrás tuvieron que rasurarte un poco.

Ella está a punto de contestarme cuando su grupo de amigas llega y se ponen a comentar su nuevo look.

Por fin en paz, tengo un breve momento para mirar el celular antes de que suene el timbre. Tengo tres mensajes de WhatsApp, todos de mi hermano mayor, Christian. Preocupada, los abro.

"Hoy, 7:43 am.
Hola, Lody, quería preguntarte si quieres venir a Nueva York en vacaciones de invierno".

"Hoy, 7:45 am.
Mamá me llamó anoche y me dijo que conociste a alguien. ¿Quién es? ¿Lo conozco? ¿Blake debería preocuparse?"

"Hoy, 7:46 am.
Es broma, sé que mamá exagera".

Sonrío y tipeo una respuesta rápida.

"Hoy, 8:25 am.
No hay problema con lo de las vacaciones. Y mamá tiene sentidos extrasensoriales, pero a veces se equivoca".

Me siento un poco mal por hacerle creer que es una mentira, pero realmente no puedo contarle esto. No es como lo que pasó entre su mejor amigo, Blake, y yo. Esa aventura de verano fue una de las mejores de mi vida, y la primer persona en saberlo fue Christian. Aunque al principio la cosa estuvo un poco tensa entre él y Blake, mi hermano terminó por aceptar que no podía ir por la vida poniendo un cartel de "No Mirar" en mi frente. O en mi escote.

El timbre suena y deslizo el celular en el bolsillo del blazer justo cuando la profesora de Biología, Miley Strauss, entra al aula.

-Buenos días, alumnos -saluda jovialmente. Es la profesora más joven de la escuela, con sólo veintiún años, y también la única que no tiene el carácter de una vieja bruja-. Hoy vamos a ver las hormonas y su función en el organismo, sobre todo en la...

La puerta se abre de golpe, interrumpiéndola. Una mujer morocha, delgada como un fideo y con grandes gafas redondas entra sin pedir permiso. La reconozco como la secretaria de Félix, Louise Hank, quien me atendió cuando presenté los papeles para el ingreso el año pasado.

-Lamento interrumpir, Miley -Louise saluda a la profesora Strauss con un beso en la mejilla y agrega mirándome directamente-: El director solicita que la señorita Melody Veccio se presente en su oficina.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora