Capítulo cuarenta y dos

3.7K 339 87
                                    

Quien reacciona primero es el moreno. Parece darse cuenta de que mi hermano se ha detenido y abre los ojos para ver qué sucede. Su mirada va hacia Christian, que poco a poco va apartando su boca, y luego hacia mí.

—¡Santísima mierda! —grita entonces y se aparta de mi hermano tan rápido como puede, intentando ocultar su miembro lo más posible. Es bastante atractivo, tiene una belleza un tanto exótica, con grandes ojos verdes, labios finos y anchos y una cara que rebosa de ángulos rectos.

En ese momento dos de mis neuronas logran hacer sinapsis y reacciono al fin.

—¡Sorpresa! —exclamo e instalo una sonrisa de goma en mi cara—. Creo que mejor espero afuera hasta que estés... listo, Chris.

La situación es bastante vergonzosa (no quieren ver a su hermano en mitad de una ardiente felación, créanme), pero la reacción del moreno logra que lo sea aún más.

—No es necesario, rubita —dice con un acento británico muy marcado y cara de pocos amigos—. Yo los dejo solos. —Ante la mirada estupefacta de Chris, que sigue en shock y sólo se mueve para pasarse la manga de la remera por la boca, el moreno se abrocha el cinturón con rabia y de dos zancadas se para a mi lado con una enorme sonrisa que es incluso más falsa que la mía—. Por cierto, lo de tu chico y yo sólo era sexo, preciosa. No lo culpes por no poder resistirse a mis encantos.

Se me olvidan los dos apodos que ha usado en cuanto veo como a mi hermano se le rompe el corazón al escucharlo y, aún sin moverse, baja la mirada para que no vea una fina capa de lágrimas que se ha formado de repente.

El moreno tampoco está feliz; su sonrisa se mantiene intacta pero no llega sus grandes ojos grises.

¿Qué mierda está pasando acá?

Nadie responde a la pregunta silenciosa. Chris comienza a abrir la boca para (¡al fin!) decir algo, pero parece pensárselo dos veces y el moreno intenta una salida triunfal al estilo maléfica.

Ya estoy hasta los huevos de esta situación. Y ni siquiera tengo huevos.

Aunque tal vez sea ilegal, pongo el cuerpo entre  la puerta y el amante de mi hermano, mandando su actuación al garete. Él no intenta moverme: teniéndolo a mi lado se nota una diferencia de altura abismal que lo deja mirando mi nariz y dudando si es capaz de moverme un pelo. Claramente no lo es.

—Leander, espera.

La voz de mi hermano le hace cerrar los ojos levemente, aunque sólo yo lo veo porque está dándole la espalda.

Christian, todavía un poco tenso, camina hacia nosotros y me pasa un brazo por los hombro, lo que irrita al tal Leander aún más.

—No quiero esperar, quiero irme. —El chico es bastante obstinado, hay que reconocerlo—. No tengo intenciones ver cómo tienen sexo de reconciliación, muchas gracias.

Mí carcajada es inevitable. Toda la situación ha sido extraña, incómoda y ridícula, y en algún momento tenía que explotar. Por suerte, Chris se me une y acabamos jadeando de risa frente a su amante, que definitivamente está entre herido e iracundo.

—No le veo la gracia.

Creo que la conexión fraternal nunca había sido tan grande, porque Chris y yo dejamos de reír al mismo tiempo y miramos a Leander con expresiones que probablemente sean idénticas, a juzgar por cómo la comprensión va abriéndose paso en su rostro. Cuando repara en que prácticamente podrí­amos ser gemelos, su cara se pone roja.

—¡Santísima mierda! —dice una vez más.

Chris carraspea.

—Leander, ella es Melody, mi hermana menor. Melo, él es Leander, mi novio. —De repente su expresión se endurece y esquiva la mirada del moreno mientras se corrige—: Perdón, al parecer es un chico con el que sólo tengo sexo.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora