12. Father figure.

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~Cassandra~

Cuando el aire del exterior toca mi piel, dejo que las palabras de Katia se claven en mí cual dagas, forjando lágrimas que amenazan con caer de mis ojos en cualquier momento.

De todas las personas que podrían entender mi posición, mi forma de actuar, Katia es la que más esperaba que lo hiciera. Claro que no tengo mucho derecho a pedírselo, si la única forma que tengo de evitar que me conozca es meterme con ella. ¿Cómo voy a esperar que la muchacha no reaccione de esa forma ante la humillación de Tiffany si no le explico antes que ha sido mi forma de vengarme por llamarme estúpida? ¿Que, aunque pueda equivocarme, en ese momento he pensado que era buena idea hacerle sufrir por el daño que me ha hecho por insultarme llamándome La Griega?

Como si la rubia estuviera escuchando mis pensamientos, la veo salir poco después, uniendo su mirada con mis ojos mientras camina junto a su mejor amigo para irse del instituto.

– Tienes razón. He actuado mal, lo siento. —Susurro, dejando que la brisa se lleve mis palabras.

La muchacha se detiene un segundo, como si algo que ha visto u oído la hubiera alertado. Yo, que no puedo continuar mirándola por el llanto que no parece haber desaparecido a pesar de mi silenciosa confesión, decido darme media vuelta para irme de allí lo antes posible. Pero una figura masculina que comienza a caminar a mi lado me impide la marcha.

– Hoy has tenido que tomar una interesante decisión. ¿Estás completamente segura de que es la mejor?

– Posiblemente no. —Respondo, sin parar mi marcha— Tiffany era la opción más fácil, pero no quiero manchar el nombre del equipo de las animadoras y convertir lo que Mary Collins y Harper Lee construyeron en un hervidero de insultos y malas relaciones. Solamente tengo que evitar a su hija, señor Reed. Que la haya aceptado en el equipo, no quiere decir que ahora seamos amigas.

– Yo creo que seríais grandes amigas. —Dice el director, todavía caminando a mi lado a pesar de haber dejado el instituto atrás— Bueno, creo que lo seréis. Ya te dije en su momento que te dejaba hacer a tu gusto, pero no soy fan de la forma en la que has decidido llevar las cosas. Mi hija está sufriendo por tus... —Se queda callado, como buscando la palabra idónea— Actitudes hacia todo el mundo, pero, en especial, hacia ella. Como padre, intento no inmiscuirme, pero si mi hija sufre, yo sufro. Y quiero hacerla la persona más feliz, ¿comprendes?

«La verdad es que no.». Lo pienso, pero no lo digo en voz alta. Porque, lo cierto es que mis padres no han sido tan cariñosos como el señor Reed se muestra hacia su hija. Sí, los primeros años de mi vida, pude disfrutar de la vigilancia de mis padres y mis hermanas mayores, pero en cuanto nació Telesforo, todas las atenciones fueron para él.

Y no, no tengo celos de mi hermano, pues yo fui quien más se volcó en su desarrollo y en sus primeras experiencias en casa. Yo fui quien más tiempo estuvo con él y por eso lo quiero tanto. Es más bien una vida de decepciones que han hecho que decidiera vivir de forma independiente.

Todo comenzó un fatídico en el que mis padres y mis hermanas me llevaron de paseo por nuestra tierra natal. Yo todavía era una infante, pero ya sabía caminar y chapurrear palabras. Tras discutir con Hígia por no dejarme seguir las mariposas, me escapé para hacerlo igualmente. Con la mala suerte de que volaron hacia un precipicio y caí al vacío, cayéndome a un río. Si no llega a ser por mi tío-bisabuelo, me habría ahogado aquel día. Como es de esperar, mi hermana alegó que me había prohibido perseguir las mariposas y que yo había aprovechado un momento de distracción para escaparme, quedando como la buena hermana que cometió un pequeño error. Y toda la culpa cayó sobre mis hombros. A día de hoy, mis padres me reprochan ese recuerdo cuando me echan la bronca por "querer vivir independiente a la familia". Mi tío-bisabuelo, en cambio, explica esa anécdota como algo divertido que le ocurrió cada vez que me ve.

– Si quieres, puedes contarme lo que sea que te abruma, ¿lo sabes? No seré tu padre, pero a diferencia de mi hija y mi sobrino, me tienes aprecio que lo noto.

– Estaba pensando en mis padres, recordando el día en que me caí al río... —Su teléfono suena, indicando un mensaje entrante— En fin. Creo que es más sencillo así. Si me involucro con Katia y Dylan, las cosas se vuelven complicadas y...

– Lo entiendo. —Sentencia el hombre junto a mí, parando su marcha para verificar el mensaje que acaba de recibir— Vaya, mi mujer quiere cenar fuera hoy.

– Algo importante tendrá que compartir con us.. —Su mirada me interrumpe el pensamiento, haciéndome temblar por la intensidad con la que me mira— Contigo, Thomas.

– Mejor. Estoy cansado de repetirte que tú puedes llamarme por mi nombre de pila. Qué tengas un buen día, Cassandra.

– Igualmente.

Tras despedirnos con dos besos, deambulo por la ciudad sin saber qué hacer. Parando en una cafetería, decido hacerle una videollamada a mi tío-bisabuelo. Cuando responde, no puedo evitar reír a carcajadas.

– ¿Qué es tan gracioso, Cassie?

– ¡Lo siento! ¡Lo siento! —Digo, como puedo, entre tantas carcajadas— ¿¡Se puede saber qué te has hecho en el pelo!?

– ¿No te gusta? Yo creo que me favorece... Me hace lucir joven.

– No, ¡no me gusta nada! ¿¡Cuándo te pareció bien teñirte un tupé de color azul!? ¿Se supone que son tus brasas? Espera. ¿Ya has vuelto a ponerte una película de Disney?

– Sí. —Confiesa mi querido familiar, devolviéndome las carcajadas— Es que se ve muy favorecedor en la película.

– Porque viste de negro y está pasado de kilos, tío-bisabuelo. Tú vistes con una túnica blanca y sandalias beige. Y tienes un cuerpo atlético.

– Me ha quedado claro, Cassie. No te rías tanto. A ver si voy a arrepentirme de sacarte del río.

– ¡Bruto! —Una chica de aspecto joven me increpa por el ruido que estoy haciendo, pero se asusta cuando la miro fijamente con cara de pocos amigos— ¿¡Cómo puedes decir algo así!?

– Si hubiera sabido que te habrías reído de mí después de aquello... Me lo pensaba.

– Si me adoras...

– Obvio. En fin, cuéntame... ¿A qué se debe esta llamada?

– Estaba hablando con Thomas del día en que caí al río y...

– Ya veo... Sabes la historia de tu padre y lo que mi hermano hizo para protegerlo todo... ¿No has pensado que, quizás, el problema que tiene con su abuelo es lo que hace que quiere que le hagáis caso a todo lo que dice? ¿Porque no quiere que repitáis sus pasos?

– No sé, tío-bisabuelo... Puede ser. Pero, incluso así...

– Lo sé, cielo, lo sé. Pero es que a los griegos nos encantan las malas relaciones familiares, sino, mira la mía.

Ante las palabras de mi tío-bisabuelo no puedo evitar reír a carcajadas, decidiendo dar por concluida nuestra conversación y marcharme de la cafetería —algo que la chica increpante agradece verbalmente demasiado alto—, no, sin antes, ver como cae de rodillas, vomitando lo que acaba de ingerir, que parece haberle sentado mal.

Come Back To Me (DLMG #4)Where stories live. Discover now