— Ustedes dos tienen cosas que conversar —me rasco la cabeza, sientiéndome algo pequeña por ser el repentino centro de atención—. Los dejaremos solos.

Sonó menos egoísta de lo que imaginé. La verdad era que yo solo quería salir de allí.

Mientras más nos acercamos al mediodía, más personas vemos caminar por todos lados. El ruido de las bocinas de los autos es lo suficientemente fuerte como para eclipsar el de nuestras voces. Así que las circunstancias me llevan a pensar que quizá, incluso con Mas y yo fuera del cuadro, Camille y Noah no van a llegar a ponerse al día a tiempo antes de que Camille mande todo al demonio debido a su urgencia por encontrar al hijo y termine yéndose de todas formas, sin saber.

Noah es el siguiente en pisar tierra.

— Creo que deberíamos encontrar un lugar más tranquilo —Noah mira a Camille, por supuesto que él pensó lo mismo. Es lo más inteligente a realizar. Luego su mirada regresa hacia mí y Thomas. Por algún motivo, no se lo veía muy seguro de dejarnos a solas. Había tanta cautela en Noah que casi no parecía él.

— Es una buena idea —asiento.

— Pero que sea rápido —nos urge Sherlock.

— Puede que yo conozca uno —suelta Mas, aún sin las explicaciones que, sé, él podría querer. Su curiosidad es más grande que la mía, así que naturalmente querrá hurgar en mis recuerdos para hacerse la idea completa. Pero si él no da respuestas concretas a mis interrogantes, yo tampoco se las daré. Llámame vengativa, no me importa.

— Le digo Señora Sherlock —sonrío, apuntando con la vista al cielo.  No le costó mucho sacarme información. Demonios. No me sale ser como él. No puedo. Soy un libro abierto.

Mas nos había guiado al tejado del hospital. El punto más alto. Habíamos dejado a Noah y a Camille del otro lado del piso, detrás de un pequeño muro, aunque se podía ver sus cabezas desde aquí.

Cabe resaltar que no utilizamos el elevador, mucho menos subimos las escaleras. En el camino de vuelta al hospital, Mas nos iba explicando cómo llegar acá arriba. Percepción, dijo. Energía, repitió. Siempre lo mismo. De verdad, de eso se trata todo. Aun así, no es tan simple como parece. Ese truco que parece teletransportación (aunque Tom afirme y reafirme que no lo es) requiere de más concentración de la que podíamos brindar en aquel momento. Y más energía. Y más experiencia. Y más todo, rayos. Nosotros éramos novatos comparados con el vasto recorrido de Mas. Él llegó arriba primero, obviamente, diciendo antes: "Sientan a Kendall". Por supuesto, yo me tomé un par de segundos tratando de entender qué era lo que quería, hasta que me di cuenta de que tendría que hacer su trabajo sucio. "Sigan a Kendall", claro, porque ella también es una sabelotodo en el mundo espiritual. Ella los puede guiar al mismísimo cielo, si así lo quiere. ¿Qué sucedía si accidentalmente terminaba en mi habitación? O, peor, ¿qué sucedía si acabábamos todos metidos en un cubículo en el baño de mujeres y que casualmente esté ocupado?

Felizmente eso no pasó. Seguí a Thomas sin problemas, para mi sorpresa, aun todo se tratase de invocar la molestia que me causan sus comentarios, o lo alerta que me pone a veces sin querer para poder seguirlo y aparecer junto a él. De acuerdo, no; en realidad, tenía que recordar todo lo que él transmite como si lo tuviese al lado. Pero, bueno, no se trata de pensarlo. Aquí abajo, la razón es innecesaria. "Tu principal herramienta será tu intuición", dijo una vez Mas.

Así que aquí estamos, disfrutando de las vistas, sentados lado a lado en el borde del techo del último piso hábil del hospital donde estoy internada.
Irónico, ya que Noah no está al tanto de que no estoy muerta. Estoy como él esperaba estar cuando se arrojó delante del bus. En coma inducido a causa de una cirugía. ¿Cómo decírselo sin herirlo un poco? No puedo. Sería burlarme de las esperanzas ingenuas que albergaba al principio.

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