Capítulo 43

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Capítulo 43

Linnea entró a la hermosa sala que hacía las veces de despacho del duque de Alderman. En ella encontró un escritorio de madera clara, finamente barnizado y con numerosos documentos sobre él, así como las plumas más lujosas y tinta china guardada en delicados botecitos de vidrio. La luz entraba a raudales por la ventana e iluminaba las decenas de libros sobre historia y leyes que decoraban las paredes.

Durante un segundo se vio cegada por la luz, pero al instante siguiente, tras cerrar la puerta, se encontró con una figura alta y ataviada con un kilt escocés. Linnea abrió mucho los ojos y se acercó a él rápidamente.

—¿Qué haces aquí? —inquirió.

En su defensa, hubo de reconocer que Duncan pareció tan confuso como ella.

—Rylan me ha mandado llamar y me ha citado aquí.

Linnea se quedó congelada al escuchar esas palabras.

—También a mí me ha mandado llamar.

Ambos se miraron, alarmados.

—Dios santo, ¡lo sabe! —exclamó Linnea.

¿Cuál sería la razón de que Rylan los llamara si no? Estaba claro, sabía que estaban teniendo un escarceo y probablemente se encontraría muy enfadado. Linnea se llevó las manos a la cabeza.

—¿Qué vamos a hacer? Rylan me va a matar... —Después le dirigió una mirada al escocés—, bueno, a decir verdad... a ti sí que te matará. Tenemos que hacer algo, tienes que marcharte.

Las palabras salían atropelladas de sus labios. Se encontraba muy nerviosa y lo único que sabía era que no quería ver a su hermano cruzando esa puerta.

—¿Cómo ha podido enterarse? —preguntó Duncan, cuyo semblante preocupado también era evidente.

Linnea suspiró.

—Todo se sabe en este maldito castillo. Todo se habla y se comenta...

Lo observó unos segundos. Si bien tenía miedo de lo que fuera a hacer su hermano, no podía negar que incluso en esa situación se sentía extremadamente atraída hacia ese hombre. Durante los últimos días en ese castillo no había habido un día en el que no consiguieran robar al menos unos minutos para compartir besos y caricias en algún rincón del castillo y ya habían sido numerosas las veces en las que ella se había escapado hasta sus aposentos en mitad de la noche. Habían hecho el amor, lo habían hecho ya demasiadas de veces y, a pesar de sentir culpa, Linnea no se arrepentía. Sabía que no podía negar sus sentimientos y que hacerlo era engañarse a sí misma.

Eso, por el contrario, no había cambiado ni un ápice esa relación de amor—odio que ellos dos compartían cuando no se encontraban dentro de las sábanas.

Linnea realizaba comentarios ligeramente envenenados hacia ese hombre y Duncan no podía hacer más que reírse entre dientes sabiendo que no importaba lo que ella dijera, porque por la noche la tendría de nuevo bajo su cuerpo. Suya.

—No voy a irme —murmuró Duncan con voz ronca—, hablaremos con Rylan. Esto está en mi cabeza desde el primer momento, me siento... culpable.

Linnea se acercó hacia Duncan y posó su mano en el hombro del hombre, cubierto por una chaqueta de piel oscura y suave. Pudo sentir el olor masculino inundando sus sentidos y sus ojos buscaron los de él.

—¿Culpable, Duncan?

—Rylan es como mi hermano. Y siento que le estoy arrebatando algo sin su consentimiento.

Durante un segundo, un rayo de indignación cruzó la mirada de Linnea.

—Yo no soy propiedad de Rylan. No lo soy de nadie.

Él sonrió al escucharla y alzó sus dedos, acariciando la suave mejilla de la joven.

—Lo sé y esa es una de las razones por las que me enloqueces —susurró, su voz le erizó la piel a Linnea—, pero no soy ningún cobarde. Y sé que he de enfrentar a Rylan. Por mí y, especialmente, por ti. No permitiré que se ponga en duda tu honor por mi culpa.

La pesada puerta de madera se abrió y ambos amantes se separaron el uno del otro en apenas un instante. Aun así, Alyssa, que fue quien entró primero en esa habitación, llegó a verlos abrazados apenas un segundo tan breve que llegó a preguntarse si lo estaba soñando.

Tras ella, con gesto serio, se encontraba el duque de Alderman.

—Tenemos algo de lo que hablar —dictaminó Rylan.

Duncan y Linnea compartieron una mirada antes de sentarse para escuchar lo que él tenía que decirles.


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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora