Capítulo 37

11.3K 1.2K 69
                                    

Capítulo 37

No sabía qué podría pasar con ella a partir de ese momento. ¿Buscar un nuevo esposo a toda prisa? ¿Casarla con el primer hombre que la pretendiera, al igual que iba a suceder con Alyssa? Ella se había sentido privilegiada de tener un prometido atractivo y amable, había planeado durante años su vida con él, todo lo que harían juntos, lo que tendrían… Pero ahora, eso tan sólo era una vieja ilusión que había quedado reducida a pocas líneas escritas por un sirviente en una mísera hoja de papel. Ahora Linnea estaba sola.

Llevaba varias horas sentada junto a esa ventana, tan sólo pensando. Se sentía completamente desamparada y no dejaba de preguntarse por qué. Ella no había protestado una sola vez cuando la habían comprometido, siempre había sido una dama recatada y jamás había avergonzado a su padre. Había hecho todo lo posible por complacerlo, aunque ese hombre nunca había parecido amarla en modo alguno. ¿Por qué, entonces, le había sucedido algo así?

—Nunca creí que encontraría a una mujer como usted huyendo, señorita Seymour.

Linnea no se giró después de escuchar esa voz detrás de ella. Sabía perfectamente de quién se trataba, al igual que también era consciente de lo tenso que su cuerpo se tornaba en cuanto él aparecía. No se sentía con los ánimos suficientes para tener una discusión con ese hombre, pese a que parecía ser lo único que él quería con ella a cada momento.

—No se entrometa en asuntos que no le conciernen, escocés.

—Vaya… —musitó él, asombrado por la violencia de sus palabras—. Su amabilidad y dulzura me abruman. Todo el mundo la está buscando desde la mañana.

Linnea chasqueó la lengua y se giró hacia él definitivamente molesta. ¿Acaso no dejaba claro el hecho de que se encontrara en ese lugar, que quería estar sola?

—¿Podría marcharse de una vez y dejarme tranquila?

Cuando Duncan observó esos ojos enrojecidos y la expresión dolida en su rostro, supo que algo malo sucedía. No dudó un segundo antes de acercarse con rapidez hasta la hermana del mejor amigo que nunca había tenido y quedó frente a frente con ella. La piel de sus párpados estaba irritada y sus labios más rojos que nunca, después de haber sido mordidos un millón de veces durante ese día.

Por primera vez desde que la había conocido, Duncan dejó de lado ese tono burlón que siempre utilizaba con ella.

—¿Alguien te ha hecho daño? —preguntó, mirándola fijamente con una nota de pánico en su voz.

Quiso gritarle que sí; que la habían dañado, que se habían aprovechado de ella y que por culpa de ese lord Taylor, en ese momento ya no tenía un futuro. Pero la preocupación en la voz de Duncan MacLachlan pareció tan sincera que durante unos instantes eso la asustó.

—Eso no le incumbe… —respondió recelosa.

—¡Deja de ser tan terca! —exclamó él con evidente molestia—. ¿No puedes ver que quiero saber lo sucedido? No puedes pretender que te encuentre aquí, sola y llorando y eso no me preocupe. Pero está bien: sí, no importa. ¡Sigue tratándome como si fuera una rata, señorita Seymour! Continúa haciéndome sentir un miserable por el mero hecho de interesarme en tu bienestar, de intentar ayu…

No le dio tiempo a terminar la frase, pues antes de eso, Linnea se aprovechó de su cercanía para pasar una de sus manos por el cuello de ese hombre y atraer sus labios hacia los suyos. Saboreó sus palabras sinceras, su interés verdadero y después de eso sintió que seguía necesitando de sus labios. Duncan respondió al instante, como si se hubiera preparado para que lo besara desde hacía minutos, aunque en realidad le había pillado tan de sorpresa como a ella. Linnea se irguió completamente y notó cómo las manos de Duncan acudían a su cintura, envolviéndola cálidamente.

El escocés sentía el control escaparse de sus manos con cada nuevo roce de esa dulce boca que tanto había deseado en silencio, sintiéndose culpable por hacerlo. Sabía que Rylan querría matarlo si se enterara de la intensidad con la que anhelaba tener el cuerpo de su hermana del mismo modo en el que lo tenía en ese momento, pero la pasión era demasiado fuerte para negarse a ella. Tardó unos segundos más en reaccionar de nuevo, en recordar que ella había estado llorando hasta hacía unos minutos y que ese beso tan sólo transmitía una cosa: desesperación.
Duncan logró separar el cuerpo de Linnea del suyo y, una vez pudo encontrarse a una distancia más prudente, la miró fijamente a los ojos.

—No juegues conmigo, Linnea —le pidió con voz ronca por la excitación.

Ella sintió una llama recorriéndola, desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Ese hombre la deseaba y por todos los santos que ella no podía seguir negando que también él provocaba en ella unos instintos tan primarios que muchas veces ni siquiera podía entenderlos. Pero en ese momento había algo que sí entendía: que ese hombre la miraba como si pudiera verle el alma y que el roce de su cuerpo le había transmitido un goce exquisito.

Antes le habría sido imposible imaginar esa situación, pero en esos momentos, después de lo sucedido con lord Taylor, ya carecía de gravedad. ¿Y qué si quería entregarse y disfrutar con ese escocés que despertaba en ella pasiones ocultas? Ni siquiera sabía qué sucedería al día siguiente, a lo mejor esa sería la única oportunidad  en toda su vida de poder disfrutar de un hombre al que deseara de verdad. Porque no podía negarlo más; lo deseaba, deseaba cada parte de ese musculoso cuerpo y el modo en que su rostro anguloso y masculino la desafiaba, al igual que esa mente, tan ágil y retorcida al mismo tiempo, que lo caracterizaba.

Cuando Linnea extendió sus manos y tomó las de él entre sus dedos, se recreo en la calidez de su piel, la rugosidad de algunas heridas y durezas en su piel, a causa de los entrenamientos con espada. Con decisión, condujo esas manos de nuevo a su cintura y las posó allí, percibiendo que el cuerpo de Duncan se tensaba otra vez. Cuando lo miró a los ojos de nuevo, la orden quedaba clara sin tener que recurrir a las palabras: quería que la besara.
Y Duncan MacLachlan no se preguntó ni una sola vez más qué sería lo correcto, ya que decidió acallar a su mente y tan sólo escuchar lo que su cuerpo y su corazón le decían: necesitaba amar a Linnea Seymour.

Me encantan estos dos. ¿Y a vosotras?
Gracias por los 15k seguidores (¡yay!) ¡Mil besos!

 ¿Y a vosotras? Gracias por los 15k seguidores (¡yay!) ¡Mil besos!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora