Capítulo 31

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Capítulo 31

Tuvieron que pasar dos días hasta que todos los invitados a la celebración se fueron del castillo de Alderman. La hospitalidad de Rylan estaba limitada, desde luego, por su mala actitud ante ese tipo de celebraciones. El joven duque se había mostrado correcto y educado ante sus invitados, pero aun así era más que evidente su malestar cada vez que se asomaba a la ventana de sus aposentos y encontraba el patio transitado por carrozas, criados y hombres y mujeres con peluca y pomposos vestidos. Todo ello acompañado por la inevitable certeza de que había sucumbido a Alyssa; que había caído de nuevo en esa red de deseo y saltos al corazón en la que ya se había envuelto unos años antes.

El ritmo de vida del castillo no le había permitido verla de nuevo, pero consideraba que eso era una ventaja, pues no sabía cómo reaccionaría la próxima vez que volvieran a coincidir a solas en una habitación. Era consciente de que todo había cambiado desde la última vez en que la había visto y de que eso iba a repercutir en el futuro, quisiera él o no. Era una situación dura, Rylan ya había planeado una vida sin Alyssa, sin más sobresaltos amorosos. Había esperado casarse con una joven sencilla a la que apreciara, pero por la que sabía que no podría sentir de ningún modo el ardiente fuego que lo quemaba cada vez que veía de nuevo a Alyssa Russell. Ahora sus planes habían quedado tirados por tierra; ¿cómo podría ni siquiera plantearse besar otros labios después de haber vuelto a ella? ¿Cómo le haría el amor a otra mujer cuando tan sólo su cuerpo era capaz de provocarle deseo?

—Rylan, ¿estás escuchando una sola palabra de lo que estoy diciendo?

La voz de Duncan lo sobresaltó y el duque se dio la vuelta para enfrentar a su amigo. Se había quedado durante incontables minutos mirando hacia el exterior de la ventana, contemplando el empedrado patio de la entrada, por fin vacío. Al parecer Duncan había hablado mucho durante ese rato, pero Rylan aún tenía sus pensamientos en otro lugar.

—Disculpa, Duncan... he pasado una mala noche —se disculpó—. ¿Hablabas de Loch Duich?

Su amigo asintió con la cabeza vehementemente.

—Llegarán dentro de poco, Rylan. La rebelión se está formando de nuevo, los clanes ya se están preparando.

La voz de Duncan, tan apasionada por la causa jacobita como siempre, no le transmitió las sensaciones habituales. Escuchar a su amigo no despertó en su interior ganas de ir al norte en ese momento a luchar por la libertad y el nuevo Rey que él consideraba legítimo para ocupar el trono escocés, sino que tan sólo le dio dolor de cabeza. Se llevó un par de dedos a las sienes, comenzando a masajear con fuerza.

—¿Cuántos españoles vendrán a ayudar? —preguntó, aunque no había un interés real en su voz.

—¡Cientos! —exclamó su amigo—. Quizás miles, Rylan. Sabes lo que quiero decir con esto, maldita sea, ¡por supuesto que lo sabes!

Era más que obvio. Su amigo lo seguiría a cualquier lugar del mundo, de hecho llevaba meses junto a él allí, en Inglaterra, pero aun así era un hombre escocés. Extrañaba su tierra, su gente, no sentirse un forastero no deseado... Y siendo honestos, también él extrañaba a la familia de su madre, el clan al que pertenecía.

—Quieres que nos vayamos... —murmuró, casi con reticencia.

Su amigo lo observó con la sinceridad dibujada en su rostro.

—Rylan, aquí no somos de ayuda. ¡Allí lo seremos cuando la guerra comience! —exclamó—. Día a día nos estamos convirtiendo en aburridos nobles ingleses en estos cuatro muros. Lo único que te ata a quedarte aquí es la administración del ducado y la seguridad de que tu tío es un ladrón, pero... ¿y qué si lo es? ¡Que se pudran todos en este agujero infesto de cucarachas con vestidos de seda!

Rylan suspiró, sabiendo que su amigo tenía razón. Aun así, ¿qué se suponía que debía hacer? Allí vivía con miedo a que se descubriera que su verdadera lealtad no estaba con el rey Jorge, puesto que sabía hasta qué punto podría perjudicarle eso, pero si se iba de pronto, era posible que el destino de Alyssa y de Linnea también resultara dañado.

—Tengo que esperar, Duncan. Necesito solucionar cuanto antes el asunto del matrimonio de Alyssa... y también tengo que saber que Linnea estará bien con su prometido.

Duncan apretó la mandíbula imperceptiblemente al escuchar esto último, pero dio un par de pasos hacia su amigo, quedando frente a él de nuevo. A su lado, la chimenea ardía y las llamas crepitaban, llenando el repentino silencio que se había formado.

—Rylan... sabes que he sido tan discreto como he podido, en ningún momento te he preguntado qué sucede con esa muchacha; pero sé que algo ocurrió. No soy tonto.

El duque no se sentía con fuerzas suficientes para mentirle a su amigo, pero tampoco quería hablarle de su historia con ella. Aún le dolía.

—Algo terrible nos sucedió, Duncan —confesó, bajando la cabeza—. Algo que nos separó definitivamente.

—¿Y por eso no la has perdonado?

—La he culpado tantos años... y ahora, de pronto, la veo de nuevo y es como si el tiempo no hubiera pasado. ¿Sabes lo que quiero decir?

Duncan asintió y posó su mano en el hombro de su amigo, apretándolo con firmeza. En sus ojos se reflejó la comprensión y el cabello rojizo del escocés se meció suavemente cuando echó su cabeza hacia atrás.

—Necesitas decidir cuanto antes, amigo —le dijo con voz grave—. Pues no es posible para nosotros parar el tiempo. Y la guerra está cerca.

—No hay nada que decidir —contestó Rylan con igual gravedad y sus ojos se entornaron—. Las tierras altas, especialmente en tiempos hostiles, no son el lugar idóneo para una doncella inglesa. Ni Linnea ni Alyssa, Duncan. No voy a olvidar mi deber.

Los ojos de Duncan brillaron una última vez cuando el hombre se separó.

—Así sea.

Fuera del pequeño salón, una criada pecosa se deslizó por los corredores del castillo como si fuera un gato curioso, sonriendo de medio lado sabiendo la importancia de la información que acababa de escuchar.


Loch Luich: Lago situado en la costa oeste de las Tierras Altas escocesas.



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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora