Capítulo 4.

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Capítulo 4

Las horas pasaron tan rápido para Rylan en sus aposentos, que ni siquiera se percató de cuándo había caído la noche. Una sirvienta fue hasta su misma puerta para informarle de que la cena estaba servida y que todos en el castillo esperaban contar con su presencia. Rylan tan sólo tardó unos segundos en explicarle a esa mujer lo poco que le importaba que todos lo esperaran para cenar. Lo que menos le apetecía en esos momentos era encontrarse con todas esas personas que ni siquiera habían movido un dedo por ayudarle cuando su padre lo había desterrado. Porque todo el mundo lo sabía, especialmente él: su padre no lo había enviado a Escocia a luchar por la gloria de su Rey seis años atrás, ni siquiera por su propio apellido... su padre lo había desterrado a morir en alguna batalla lejos de su casa para no tener que preocuparse nunca más de él. Le dio un pequeño ejército formado casi por adolescentes y simplemente lo había mandado a frenar la revolución jacobita siendo un joven inexperto entre enemigos que sí eran hombres de verdad... pero Rylan no había muerto en la primera batalla como se esperaba, en absoluto. Había recuperado la historia de su familia materna, había encontrado el clan al que su abuelo había permanecido, había entrenado a su ejército y se había hecho un hombre a sí mismo... en el bando que había elegido.

En esos momentos se encontraba finalizando las cuentas de los últimos meses en el castillo. Tenía miles de papeles que arreglar, así como rentas que recoger y números que corregir. Al parecer, su padre había permanecido más muerto que vivo en los últimos dos años, y en esos momentos nada cuadraba allí. Rylan estaba al tanto de que era su tío Aaron quien ayudaba a su padre con esos temas y sospechaba que el desajuste de las arcas del ducado también tenía algo que ver con eso.

—No me puedo creer que estés haciendo eso el mismo día en el que has llegado.

Rylan se sobresaltó, girándose de repente al escuchar la voz femenina que se había dirigido a él. Volvió a respirar al ver que tan sólo se trataba de su hermana y se levantó de la silla.

—No he oído la puerta.

—Porque no he llamado antes de entrar.

Los ojos dorados de su hermana se entornaron al contemplarlo; había cambiado tanto que casi no podía reconocerlo: más alto, más fuerte, mucho más serio... De repente él sonrió de oreja a oreja, se acercó a ella corriendo y la alzó entre sus brazos de un modo bastante rudo.

—¿Así es cómo piensas saludar a tu hermano después de seis años? —le dijo él, riendo y girando junto al cuerpo de su hermana.

Linnea pataleó mientras intentaba parecer irritada, aunque realmente no lo consiguió y acabó soltando una sonora y armónica carcajada también. Cuando Rylan la dejó en el suelo de piedra, esa habitación lujosa y grande pareció dar vueltas durante unos segundos para ella.

—Lo mismo puedo decirte yo —murmuró con cierta molestia—. Todos te estábamos esperando para cenar y no has aparecido. ¡He pasado tres horas en la cocina organizando toda esa maldita comida!

Su hermana era terca y malhablada como un caminero, siempre lo había sido y Rylan se alegraba de que no hubiera cambiado en esos años.

—Tú eres la única a la que quería ver en esa sala y por suerte estás aquí.

La joven frunció los labios.

—Eres un malagradecido, Rylan Seymour.

Él tan sólo volvió a reírse al escucharlo. De pronto se encontraba tan contento de estar con su hermana que se olvidó de todas las cuentas que tenía pendientes. Tendría tiempo suficiente para hacerlo todo más tarde.

—Ahora soy duque, no te olvides. Deberías tratarme con más respeto.

Linnea pareció acordarse de eso repentinamente y esbozó una sonrisa orgullosa, al tiempo que su rostro se iluminó con ilusión.

—Rylan, te echaba tanto de menos... Ha sido todo tan extraño no tenerte aquí. Padre no quiso darme ninguna explicación de lo que ocurría, simplemente te marchaste y yo... —El labio inferior de Linnea tembló suavemente, pero se recuperó un instante después—. Te he necesitado mucho. Afortunadamente ahora estás aquí y...

—Tranquila —Rylan la abrazó con suavidad—, todo está bien ahora. —Con cuidado se separó de ella un poco—. Imagino que tienes muchas cosas que contarme. ¿Es cierto eso que he oído? ¿Estás prometida?

Linnea asintió con la cabeza al mirarlo a los ojos.

—Lord Taylor, de Brighton.

—¿Quieres hacerlo?

Las palabras fueron directas, Linnea supo que su hermano quería una respuesta sincera. Siendo sincera, nadie le había preguntado si quería casarse antes. Tan sólo la habían prometido hacía un par de años sin siquiera interesarse por su opinión al respecto. Sucedía todo el tiempo en su mundo, así que tampoco se había cuestionado esa decisión.

—¿A quién le importa eso?

—A mí.

La joven sonrió.

—Lord Taylor es un hombre amable... y es joven.

Rylan no quedó convencido con eso, pero decidió dejarlo pasar. Era triste que su hermana tuviera que sentirse afortunada porque su prometido era joven, cuando quizás ese era su único atributo aceptable.

—¿Y tú? —preguntó Linnea, pareciendo ilusionarse de nuevo—. ¿Tienes ya a una dama a la que sentar a tu lado en La Silla?

—Algo parecido, pero no sé si sería correcto que se siente en La Silla...

—¿Es esa muchacha exótica de la que todos hablan?

Rylan enarcó una ceja, divertido. Era consciente de que nadie podía escapar a las frivolidades y cotilleos de la corte inglesa, sin importar que ellos se encontraran limitando con la frontera de Escocia.

—¿Y tú cómo sabes eso? —preguntó.

—Yo también he oído cosas. —La joven se acarició el largo y abundante cabello rojo con sus dedos. Este movimiento captó la atención de Rylan, que en ese momento sólo pudo pensar en lo mucho que Linnea se parecía a su madre—. Ahora que estás aquí, ¿vas a casarte?


¡Mil gracias por los comentarios, me alegra mucho que os guste la historia!

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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora