Capítulo 18.

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Capítulo 18. Flashback.

«Cuando Gordon Seymour entró a sus aposentos, sin molestarse si quiera en llamar a la puerta y con el hinchado rostro temblando de furia y surcado por unas marcadas venas azules, Alyssa supo que los habían descubierto.

No supo cómo, puesto que Rylan y ella siempre se habían mantenido en secreto y se escondían concienzudamente cada vez que sentían la necesidad de estar juntos. Aun así, ese hombre la asaltó violentamente, abriendo la puerta de la sala y abalanzándose sobre ella. Alyssa era muy joven y nunca había destacado por su fuerza física, así que cayó al suelo cuando el duque de Alderman le propinó la primera bofetada. Aun así, la joven se recompuso tan rápido como pudo y su delgado cuerpo se puso en pie.

—¿Qué sucede? —preguntó entre sollozos.

—Eres una puta —dijo Gordon, llamándole por primera vez ese insulto que tanto repetiría a lo largo de los años—. ¡Has estado engañándome en mi propia casa, con mi propio hijo!

El segundo golpe llegó con mayor fuerza, aunque al menos no la pilló tan desprevenida y esta vez tan sólo retrocedió un par de pasos hacia atrás. Alyssa se palpó el labio y cuando apartó la mano vio entre sus dedos un grueso goterón de sangre. El sabor de su propia boca se volvió metálico.

—No es verdad... —musitó, mintiendo por impulso.

El hombre se rió cruelmente, mostrándole unos dientes amarillentos y descolocados en esa enorme y grotesca boca. Agarró a la muchacha por su vestido rosa y dorado, arrancando algunos de los bordados sin prestar atención a la enorme fuerza que estaba usando. Alyssa comenzó a temblar mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Creíais que no me enteraría... oh sí, ese maldito bastardo y tú.

La muchacha tardó unos segundos en reparar en que se estaba refiriendo a su hijo con ese apelativo, pero unos instantes después se olvidó, pues el hombre siguió hablando.

—Yo lo sé todo, niña. Y sé que has sellado tu propio destino con tus acciones. He sido paciente, he querido dejar que te convirtieras en una mujer antes de hacerte mi esposa. ¡Te he dejado disfrutar de los mismos lujos de los que disfrutan esos mocosos! —Volvió a abofetearla, haciendo que el sabor a sangre se hiciera más patente—. Eres una perra traidora. ¿Quién te has creído? Tu apellido es una maldita burla, los Russell no son nadie, tan sólo unos vulgares porqueros...

—Déjeme ir... —suplicó la chica, con el rostro surcado en lágrimas y tratando de alejarse de esa infernal presencia que la forzaba a acercarse aún más a él, a oler su pestilente aliento cada vez que sus labios pronunciaban una nueva palabra.

—Os voy a matar a ambos, sí.

—No. —De pronto ella reaccionó—. No, por favor, no.

Una nueva carcajada y Gordon Seymour alzó su barbilla, contemplando las marcas que le había dejado en ese hermoso rostro en tan sólo unos segundos.

—Nadie se burla de mí y vive para contarlo, mocosa...

—No, por favor. No lo haga —volvió a suplicar—. ¿Va a matar a su propio hijo?

Esto pareció hacerle especial gracia al hombre, que la soltó de un empujón y la miró, alzando la cabeza y pareciendo aún más alto de lo que ya era.

—¿Crees que me importa lo que le suceda al hijo de una ramera?

Alyssa escuchó esto y enarcó las cejas, confusa. Nunca había conocido a la señora Seymour, había muerto hacía un tiempo, pero nunca antes había escuchado ni una sola queja o rumor sobre su comportamiento. Al contrario, se hablaba de que era una mujer fuerte y dulce, que siempre había intentado establecer el orden y la paz entre Escocia e Inglaterra, y por eso su familia la había casado con ese repulsivo duque, con la esperanza de que algún día pudieran mejorar las relaciones entre ambas tierras.

—Haré lo que sea... pero por favor... no —sollozó ella, sintiendo que su rostro latía a causa de las heridas y el dolor hacía que no dejara de escuchar un pitido sordo en su oído derecho. Aun así no se calló—. No volveré a hablar nunca más con Rylan, ni siquiera lo miraré —prometió—, haré lo que sea...

—Oh... por supuesto que no lo harás —respondió Gordon, mientras una sonrisa leonina se abría en su rostro poco a poco—. Porque entonces sí que lo voy a matar, te lo juro. Lo haré delante de ti; primero le cortaré una oreja, un pie, un brazo...

Alyssa gimió al imaginarlo, sin dejar de llorar y negar con la cabeza. Jamás se había sentido tan asustada en toda su vida, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de que ese hombre no dañara al joven al que amaba.

—Y después un ojo, o la nariz... no será tan apuesto como dicen después de eso, ¿verdad?

El gemido se hizo más agudo cuando Gordon se acercó a ella, casi pegando su nariz al cabello castaño de la joven de forma amenazadora. El veneno en sus palabras le hacía pensar que ese hombre estaba loco, enfermo, pero aun así no se atrevió a mover ni uno sólo de sus músculos.

—Así que no volverás a hablar con él, ni siquiera volverás a verlo —le aseguró—. Hoy mismo se irá de aquí; ya es hora de que se convierta en hombre y los hombres van a la guerra, no se quedan en su casa levantando las faldas de las mujeres que no les pertenecen... —La voz era cruel, realmente parecía no tener ningún aprecio por su hijo—. Y en cuanto a ti... —La miró fijamente, con los ojos inyectados en sangre—. Te espera una larga vida conmigo. Y más te vale complacerme si no quieres que dé una simple orden y Rylan muera accidentalmente en su siguiente batalla.

Sabiendo la importancia de lo que ese hombre estaba diciendo, Alyssa Russell no pudo más que asentir vehementemente con la cabeza, mientras sus hombros temblaban con fuerza y el llanto no dejaba de brotar silenciosamente por sus enrojecidas mejillas.»


Gracias por leerme, ¡mil besos!

Gracias por leerme, ¡mil besos!

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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora