Capítulo 11.

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Capítulo 11

Cuando Linnea sintió que ese hombre escocés la estaba siguiendo, no pudo más que hacer caso a su instinto de supervivencia y correr rápidamente por el pasillo. Llevaba un vestido largo y se pisaba el bajo a cada nuevo paso que daba, pero aun así no se detuvo hasta que él llegó hasta ella y la sujetó rudamente de un brazo.

—¡Ni se le ocurra ponerme las manos encima, animal! —La joven se sacudió de su agarre, alejándose prudencialmente.

Nunca antes había tenido a un salvaje escocés delante, y habría preferido no tenerlo jamás. Era tan alto como una montaña y su rostro de rasgos duros y marcados daba miedo. Sus ojos claros parecían querer asesinarla con tan sólo una mirada... y entonces, para su sorpresa, el salvaje se echó a reír. Esto la molestó aún más, haciendo que Linnea enarcara una ceja, confusa.

—¿Qué le hace tanta gracia?

—Tiene mucha fuerza para ser tan pequeña.

Ese acento escocés tan marcado erizó la piel de Linnea, que tardó unos segundos en descifrar sus palabras y en llegar a la conclusión de que, además, se estaba riendo de ella. Un mohín molesto se instauró en sus labios.

—¿Mi hermano le ha enviado para que me vigile?

—¿Necesita vigilancia, milady? —Ese tono jocoso volvía a estar allí, molestándola.

Los escoceses no estaban civilizados, todo el mundo lo sabía. A lo largo de los años se sucedían guerras con ellos en las tierras de más allá y, según sabía Linnea, esos monstruos que vestían faldas y bebían whisky como posesos, se dedicaban a atacar a los soldados ingleses a traición, indiscriminadamente. Las guerras no consistían en eso y esos traidores escoceses no lo sabían aún.

—No necesito nada que provenga de usted ni de ninguno de los de los de su clase.

La respuesta fue tan mordaz que la sonrisa de Duncan se borró de un plumazo. Por un segundo había visto verdadero fuego en esa mujer, había supuesto que era una hembra valiente por cómo se había enfrentado a Rylan y casi había creído que podría sentirse a gusto con ella... pero una sensación fría como el hielo lo atravesó, al igual que sus palabras. Tan sólo era una bruja inglesa, como todas las demás.

—Quizás sea necesario que le recuerde que «mi clase», como la acaba de nombrar, es también «su clase». —Esta vez no hubo ni una mota de humor en las palabras de Duncan—. Por parte de su madre, más exactamente.

Linnea abrió mucho los ojos, ofendida.

—Mi madre era una dama inglesa —le replicó al hombre—, se convirtió en una al casarse con mi padre y murió siéndolo.

Duncan ahogó una sonrisa entre dientes, asombrado por el inmenso poder de auto engañarse a sí misma que tenía esa mujer.

—Como desee, lassie. —El guerrero escocés se acercó de nuevo a ella, haciendo que Linnea incluso contuviera la respiración; no quería tener a ese hombre a menos de diez pasos de ella—. Ahora, como ya imaginará, la escoltaré hasta sus aposentos para que reflexione.

—¿Reflexionar? ¿Sobre qué necesito reflexionar?

—Sobre muchas cosas, obviamente —respondió él mirándola con fijeza mientras dejaba escapar todo el aire de sus pulmones—. En especial sobre esa absurda convicción de que va a abandonar el castillo junto a lady Russell.

—No hable de algo que ni siquiera llegaría a entender, escocés —dijo ella, alzando la cabeza con orgullo—. No voy a separarme de ella, pase lo que pase.

—Muy noble por su parte. —La voz de Duncan sonó ligeramente aburrida de los desplantes que esa mujer le estaba dando y tuvo que recordarse una vez más que era la hermana de su más querido amigo—. Pero me temo que usted se va a quedar aquí, pase lo que pase —la parafraseó.

—¿Va a vigilar mi puerta para evitar que escape? —preguntó ella, enarcando una ceja.

—No veo por qué no —dijo él—, soy un buen guardián.

Ella le mantuvo la mirada unos segundos y finalmente entornó los ojos con odio.

—Creo, escocés, que lo único en lo que usted y su gente son buenos es en meterse en asuntos ajenos, así como en destruir y corromper.

Si esas palabras le dolieron, Duncan fue capaz de mantener la mirada completamente impenetrable. Esa niña no sabía de lo que estaba hablando, tan sólo repetía las estupideces que oía constantemente a su alrededor sin conocer su significado. No era la primera vez que alguien lo juzgaba por su origen y desde luego él seguía sintiéndose tan orgulloso como siempre, no sentía pena alguna.

—Rece entonces, Linnea Seymour —le dijo con voz grave—, para que ni la destruya... ni la corrompa.

Y acto seguido, cuando él se acercó a ella para agarrarla con fuerza y llevarla hasta sus habitaciones, Linnea consiguió zafarse del agarre y comenzó a caminar sola. Aun así, Duncan la siguió a su espalda, muy de cerca.


Lassie: Gaélico escocés: muchacha, pequeña.


Me encanta este capítulo, ¡mil besos!

Me encanta este capítulo, ¡mil besos!

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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora