Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]

Capítulo 3.

Capítulo 3

Su mirada se dirigió hacia todos los rincones de esa antigua fortaleza en el norte de Inglaterra que había pertenecido a su familia desde hacía más de siete generaciones. Un millón de recuerdos le vinieron a la mente; cuando había corrido por esa plaza embarrada siendo un niño, cuando aprendió cómo tratar a un caballo en esos establos, cuando el herrero del castillo forjó su primera espada de acero, ligera y pequeña, más de doce años atrás...

Rylan pensó que no había nadie allí para recibirle, y de hecho así fue hasta que, a varios metros de ellos, la puerta principal del castillo se abrió y algunos hombres salieron de él. Rylan sólo reconoció a algunos, pero todos sonrieron y parecieron alegrarse de verlo allí. Rylan los inspeccionó en silencio, hasta que se situó con sus hombres a unos metros de ellos y finalmente bajó de su caballo. Un hombre rubio y maduro se adelantó para hablar con Rylan; Jaime Fisher, uno de los empleados del servicio que él ya conocía, pues llevaba toda la vida allí. Los demás también llegaron hasta el resto de la pequeña comitiva que Rylan siempre llevaba consigo y los ayudaron a descargar todo el equipaje que traían.

—Señor —dijo el hombre al llegar hasta Rylan, bajando la cabeza en señal de respeto. Al fin y al cabo, ahora estaba hablando con el duque de Alderman—. Esperábamos que llegara hace días.

—Sí... me he entretenido —murmuró él, restándole importancia. Después examinó los vacíos alrededores—. ¿Dónde está todo el mundo?

—Su padre está siendo enterrado ahora mismo en campo santo —explicó Jaime—. Queríamos esperarle... pero el cuerpo comenzaba a deteriorarse y...

—Está bien, está bien.

Rylan sabía que había alargado el viaje conscientemente, esperando poder perderse ese momento. Sus hombres y él se habían detenido en cada taberna, posada y burdel que habían encontrado por el camino, pero no podían seguir haciéndolo eternamente y Rylan sabía que tenía muchos asuntos que arreglar allí y que eran mucho más importantes. Cuanto antes comenzara con ellos, antes podría regresar de nuevo a Escocia.

—Será mejor que venga cuanto antes, la ceremonia acaba de comenzar y aún podéis llegar al principio de ésta.

Rylan suspiró. No quería ver cómo enterraban a su padre; prefería no volver a ver a ese hombre jamás. Pero sabía que, estando allí, era una obligación que tenía que acatar.
Le lanzó una mirada a Duncan, que se encontraba aún descargando sus cosas de su enorme caballo cobrizo y éste supo que Rylan requería su presencia. Enseguida fue hacia él y en absoluto se le escapó el escrutinio al que el hombre que los había recibido lo sometió. Su mirada se quedó perdida unos segundos en su vestimenta escocesa, como si no pudiera creer que alguien como él estuviera allí. Decidió ignorarlo y centrarse en su amigo; estaba acostumbrado a que los ingleses se escandalizaran con su presencia, especialmente en tiempos de guerra. Aun así, él no pensaba renunciar a llevar el kilt con total libertad, al igual que había hecho Rylan al desprenderse de él antes de llegar allí. Para él era diferente; ahora era un duque inglés, debía andarse con ojo antes de tener problemas innecesarios por sus buenas relaciones con Escocia. Y todos sus hombres sabían que los problemas no tardarían en llegar, por lo que lo ideal era prolongar la llegada de estos lo máximo posible.

—Iremos al entierro de mi padre —anunció Rylan, cortando el hilo de sus pensamientos.

Duncan tan sólo asintió con la cabeza y ambos entraron al castillo en esos momentos, siguiendo a Jaime Fisher. Recorrieron los oscuros pasillos de piedra de la fortaleza, que desembocaban en salas simples para el servicio y lujosas habitaciones, decoradas al estilo inglés, con enormes alfombras y bonitos tapetes adornando las paredes. Como si intentaran esconder la verdadera frialdad de ese lugar, pensó Rylan. El silencio era tan sobrecogedor que nunca antes se había sentido tan extraño en el lugar que debería ser su hogar.