Una luz en la distancia [Novela romántica-histórica en Wattpad]

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Hola, preciosas y preciosos ♡

Hace unos días comencé a subir una nueva novela romántica histórica a Wattpad que creo que os va a ENCANTAR si os gustó «Si algún día vuelves». Os dejo el primer capítulo aquí y, si os gusta y os intriga, por favor, ¡dadle una oportunidad! La encontráis en mi perfil

 Os dejo el primer capítulo aquí y, si os gusta y os intriga, por favor, ¡dadle una oportunidad! La encontráis en mi perfil ♡

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Capítulo 1

1724, Londres

Collin Witt caminó hacia el altar de esa iglesia como si lo estuviera haciendo hacia la horca, solo que, en esta ocasión, la soga que representaba su condena tenía forma de mujer.

Se hizo el silencio en cuanto él entró a la enorme Abadía de Westminster, una iglesia gótica que le habría quitado el aliento en cualquier otro momento, pero no en ese. La luz del sol entraba por las grandes vidrieras de colores, creando un juego de luces, sombras e iluminación sobre las ilustres cabezas de los invitados. Collin solo alcanzaba a ver altos tocados, pelucas imposibles y vestidos coloridos. Pudo leer el disgusto dibujado en los ojos de su futuro suegro, el Conde de Oxford, ante la afrenta de llegar tarde a la boda con su hija pequeña. A la vez, Collin se giró hacia su propia familia y encontró en ellos pena y angustia. Su madre, ya mayor y entrada en carnes, lo miraba con gesto reprobatorio.

Era evidente que creían que no iba a aparecer, y ese había sido su plan en un principio: quedarse bebiendo por las calles de Londres, no acudir a su propia boda y sufrir las consecuencias con el destierro de su familia. Pero sabía que no casarse con Edith de Vère no solo repercutiría en él mismo, sino que estaría buscándole la ruina a mucha más gente. Tenía familia, una gran familia con hermanos a los que amaba más que a su vida. Jamás querría que cayeran en vergüenza por su causa y, además, era consciente de cuántos beneficios le traería casarse con esa mujer. Su padre le debía una auténtica fortuna al conde y esa era la única forma de saldar la deuda.

Sus pasos resonaron en el suelo cuando Collin llegó hasta el altar. Se arrodilló ante esa maravillosa obra recubierta de oro y susurró palabras, más bien peticiones, a Dios. «Señor, sálvame de un matrimonio infeliz con una mujer a la que no amo». Dios no pareció escucharlo, puesto que no hizo nada para detener la ceremonia. Lo habían vendido como si fuera un ternero.

El pastor, Angus Donaldson, asintió con su cabeza recubierta por un sombrero cónico amarillo, como queriendo decir que por fin había terminado la espera, y abrió su enorme biblia por una página previamente señalada con un lujoso marcapáginas dorado. Collin se giró, con disimulo, hacia su futura esposa. Esperaba ver en ella nerviosismo, quizás una mirada con algo de complicidad... la había visto apenas dos o tres veces antes, siempre apegada a su madre como si fuera una niña, siempre con la mirada baja y sin hablar. Según le habían dicho, había cumplido ya veinte años y, sabía de buena tinta, albergaba sentimientos por él. ¿Por qué, si no, su padre habría insistido en saldar la deuda de su familia en boda? Por hacer feliz a esa muchacha. Pero no la conocía, jamás había cruzado una sola palabra con ella.

Recordó las palabras de su madre la noche anterior, quizá queriendo reconfortarlo: «Dicen en la corte que es boba. Sé que ahora lo ves como una maldición, Collin, pero te será mucho más fácil ser feliz con una mujer así. Los matrimonios no son una institución dedicada al amor y al cariño, eso, si tiene que venir, vendrá...». Pero de la mente de Collin no salían los susurros que apuntaban a que su futura esposa no poseía una inteligencia más allá de la de una niña de doce o trece años.

Edith llevaba un vestido blanco anchísimo con ribetes, encajes y tela satinada por todas partes. No era muy alta, a pesar de calzar unos zapatos de tacón, y ese vestido horrendo era tan ancho y tenía tantas capas, que Collin no lograba distinguir si su futura esposa era gorda, flaca, o si tenía a su prima escondida bajo las faldas. La piel estaba maquillada con polvos de arroz en una capa tan gruesa que Collin se preguntaba si alguna lograba desmaquillarse por completo. Su madre le había dicho, entre susurros, unos meses antes, que Edith había pasado un mal sarampión de niña.

—Quizás ha quedado marcada por las cicatrices, hijo. Estas enfermedades no escapan al dinero, hijo... —Y después había comenzado a narrar la muerte por sarampión de alguien que Collin no conocía, pero que al parecer era un familiar lejano del rey. Collin había desconectado su mente al instante de esa historia que ni le importaba ni le ayudaría en absolutamente nada.

Volvió a observar a su futura esposa. Esa gruesa capa de polvos blancos tapaba incluso los labios, que eran solo una rendija en la pálida piel de esa muchacha. Las mejillas, de un rosa furioso, los ojos escondidos tras unos anteojos amarillentos de un tamaño considerable. «Dios mío, tiene que estar casi ciega», pensó al ver que necesitaba de tal artilugio. Y la peluca blanca de la novia era, junto con el vestido, lo más terrible de su atuendo: era tan alta que parecía tener dos pelucas rizadas superpuestas y acababa en un gorrito blanco de tul del que surgía un velo de encaje fino. A Collin le temblaron las manos cuando tomó el velo entre sus dedos y lo apartó del rostro de la joven. La miró a la cara unos instantes, sin poder creerse que él, a sus veintisiete años, fuera a quedar unido a esa desconocida para toda la vida.

Las palabras del reverendo llegaban a su mente y Collin las escuchaba, aunque sin procesarlas. Collin se arrodillaba cuando debía hacerlo, tomaba la mano blanca y llena de anillos de su esposa cuando se lo ordenaban, se ponía de pie... y finalmente, incluso pronunció esas palabras sin siquiera pensar en ello.

—Acepto a lady Edith de Vere como mi esposa.

Ella sonrió con esa fina línea que tenía por labios sin mostrar los dientes y, a pesar de los dichosos anteojos, Collin pudo ver que la sonrisa le llegaba a los ojos a la muchacha, parecía feliz. Nada más alejado a lo que sentía él, que se sabía condenado en vida.

Disimuladamente miró a su suegro y este asintió con la cabeza, aprobatorio.

—Acepto a Lord Collin Witt como mi esposo. —La voz de Edith era dulce, musical.

Collin no dudaba de que era una buena muchacha, quizás por eso la situación le resultaba más complicada. Él no podría hacerla feliz y, siendo sinceros, tampoco ella lo haría feliz a él.

Intercambiaron los anillos de compromiso y, tras las últimas palabras del reverendo, quedaron unidos en Santo Matrimonio. Collin tomó de la mano a su esposa y juntos se dirigieron al exterior de la Abadía, donde ya podían escucharse gritos de júbilo de algunos curiosos de Londres que se habían desplazado hasta allí para comprobar si era verdad que Collin Witt, el de cabellos dorados y sonrisa seductora, se había casado con la hija fea del conde de Oxford.

Y ninguno de ellos quedó insatisfecho.

⚜︎⚜︎

¡Estoy enamoradísima de la historia de Collin y Edith!
Pasaos por ella a saludarme, tengo muchísimas ganas de saber qué pensáis
(y si no podéis leerla ahora mismo, añadidla a vuestra librería para acordaros en el futuro). Aún sigo escribiéndola, así que vuestros comentarios y apoyo me darán muchísima inspiración, ¡tengo un montón de planes para esta novela ♡♡!

¡Mil besos!

¡Mil besos!

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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora