Capítulo 40

11K 1K 46
                                    

Capítulo 40

La noticia había llegado repentinamente para Rylan. El clan de su familia había decidido unirse a la rebelión jacobita. Sabía que ocurriría tarde o temprano, las inclinaciones políticas de su familia eran más que obvias, pero aun así él había esperado que tardaran más tiempo en hacerlo público. «¿Más tiempo? No hay más tiempo, Rylan», le había respondido Duncan.

Tres semanas era el tiempo que había acordado con su amigo para irse. Tan sólo tres semanas para arreglar dos matrimonios, el de Alyssa y el de Linnea, y para asegurarse de que el ducado permanecía en buenas manos cuando se fuera. Esperaba que Linnea pudiera ocuparse de él, pero estaba claro que eso no sería posible si no conseguía contraer matrimonio con alguien que mereciera la pena, pues no la obligaría a casarse con cualquiera.

Él, por su parte, desaparecería como si la tierra se lo hubiera tragado. Había pasado demasiado tiempo allí, ejerciendo como duque, y después de todo el trabajo que le había costado ganarse la confianza de su familia, estaba convencido de que las malas lenguas ya hablaban en Escocia sobre cómo él se había reconvertido en un señorito inglés, tal como años antes había sido.

Se pasó la mano por los cabellos húmedos tras un rápido baño en la sala de los baños del castillo y abrió la puerta de sus aposentos, pensando que lo único que deseaba en ese momento era dormir, poder olvidar lo que estaba sucediendo. Lo primero que percibió al penetrar en la sala fue que había una luz tenue iluminando una figura sobre la cama. Pensó que se trataba de Khadira, pero no tardó en reparar en que ese cuerpo era demasiado menudo, así como la piel se veía demasiado clara. Al llegar a su rostro, distinguió los rasgos redondeados de Grace, la muchacha del servicio y una intensa rabia comenzó a subir por su garganta.

—¿Quién demonios te ha dado permiso para estar aquí?

Su cuerpo se encontraba ligeramente cubierto por un camisón tan transparente como una gota de agua. Con deliberada lentitud, la joven se levantó de la cama y se acercó a él, caminando de forma sugerente.

Grace esperaba que la expresión ceñuda del duque cambiara en cuanto comprendiera sus intenciones, pero al contrario de lo que ella deseaba, Rylan mantuvo una rigidez estudiada al milímetro. No tardó mucho en repetir la pregunta de nuevo, esta vez de un modo aún más frío.

—He venido a hacerle un favor, señor Seymour —ronroneó ella. No se atrevió a tocarlo, pues aun sabía que la reacción del hombre podía ser imprevisible.

—Yo no te he pedido ningún favor, retírate inmediatamente.

En ese momento comprendió que la echaría de allí de un momento a otro si no sabía jugar sabiamente la última oportunidad de colarse entre las sábanas de Rylan Seymour. Se alejó de él un par de pasos y con un simple movimiento dejó que el camisón resbalara por su piel, mostrándole la redondez de sus senos y sus caderas curvilíneas.

A Rylan pareció tomarle un momento digerir lo que estaba sucediendo y Grace pensó que era normal. A la mayoría de hombres les sucedía al verla; no sabían como controlar sus instintos.

Por eso mismo le resultó tan sorprendente que en ese momento Rylan apretara los labios con un gesto de profundo disgusto y volviera a hablar con voz grave y contenida.

—Lárgate de aquí ahora mismo, no quiero volver a verte en este castillo y no me obligues a tener que repetirlo una vez más.

Grace tardó un par de segundos en reaccionar. Por primera vez en años sus mejillas se tiñeron de rojo y se sintió avergonzada. La había rechazado, ¡la estaba echando de allí como si fuera un perro! Gimió lastimeramente mientras se ponía de nuevo ese ligero camisón que al fin y al cabo no la cubría lo suficiente.

—No sabe lo que está haciendo —murmuró con la cabeza gacha y los ojos lagrimeando de rabia—. Yo solo quería ayudarle, ponerme de su lado.

Rylan enarcó una ceja al escuchar eso. ¿Qué quería decir esa muchacha con esas palabras?

—¿De mi lado? No hay otro lado del que ponerse, soy el duque de Alderman.

—Por poco tiempo —escupió Grace.

—¿Qué demonios estás diciendo?

¿Podía ser que esa sirvienta supiera de sus planes? No, no era posible... aunque si algo sabía a ciencia cierta era que los muros del castillo no permitían que ningún secreto se guardara, todo se sabía en el castillo de Alderman. Todo se sabía en sus tierras.

Grace sonrió con malicia y su rostro, antes agraciado y casi bonito, perdió toda pizca de belleza que pudiera tener en él. Sus mejillas se volvieron demasiado redondas y sus pecas de pronto quedaban grotescas sobre su piel blanca cuando sus ojos se entornaron.

—No es ningún secreto ya que Rylan Seymour es un traidor a la corona y amigo de los salvajes en el norte. El Rey lo sabrá pronto y ya no habrá ningún ducado para usted. Todo pasará a manos de su tío.

Rylan frunció el ceño y por primera vez se acercó a ella de forma intimidatoria. Era varios centímetros más alto que ella y su olor a excesivo perfume barato le resultó extremadamente repulsivo. Aun así no apartó la mirada de esa muchacha.

—Sobre mi tumba, muchacha. Sobre mi tumba, mi tío Aaron podrá poner sus manos en alguna de las propiedades que nos corresponden a Linnea y a mí. Mi padre era una sucia rata, pero su nombre y su ducado me pertenecen.

La sonrisa tétrica que se formó en el rostro de Grace le provocó escalofríos. Más aún cuando esta se convirtió en una sonora carcajada y ella se abalanzó sobre su cama de golpe. Pensó que se había vuelto loca, pero de pronto reparó en que la joven había tomado un enorme sobre que hasta ese momento reposaba sobre su colchón.

—¿Qué es esto?

—La prueba de lo mucho que le pertenece a usted del legado de su padre —se mofó—, encuentro lógica su amargura después de años haciéndose cargo de los dos pequeños bastardos —siguió carcajeándose.

Le lanzó el sobre de mala gana.

—Podría haber contado con mi ayuda, Seymour. Habría conservado el ducado y sus tierras, reconozco que verlo a usted sentado en la silla me resultaba una imagen mucho más atrayente que la de su viejo tío... —suspiró, como si de verdad lamentara lo que sucedía—, pero me temo que no hay más. Yo siempre apuesto por el caballo ganador. Sea cual sea... y usted está más que perdido, Rylan Seymour.

Con esas palabras dejó la habitación y en cuanto la gruesa puerta de madera se cerró, Rylan rasgó el sobre con furia, sacando dos documentos de él y leyéndolos con los ojos lanzando chispas de indignación y rabia. Esa maldita tenía razón y allí estaba la prueba: Gordon Seymour no era su padre ni el de Linnea y, lo peor, había dejado documentos firmados con la intención de despojarlos de todo su legado.


¡¡Gracias por leerme!! He vuelto de mis larguísimas vacaciones por América y ahora me tendréis por aquí más a menudo.

Os recuerdo que he empezado a subir una nueva historia "Las 10 citas de Anne" y que estoy super ilusionada con la novela. ¡No os olvidéis de ir a leerla también!

Mil besos

Mil besos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora