Capítulo 26.

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Capítulo 26

Era increíble lo rápido que pasaba el tiempo. Antes de que pudiera percatarse, Alyssa se encontró a sí misma supervisando los adornos del jardín, el día antes de la fiesta que se celebraría en el castillo de Alderman. Habían tenido que disponer de habitaciones para algunos de los invitados que acudían desde lugares lejanos, así como habían pasado horas pensando en un menú apropiado para la ocasión. El Rey había enviado una carta para Rylan en la que expresaba sus felicitaciones por la idea de una celebración social, así como le mandaba todos sus deseos de suerte en la búsqueda de un buen marido para Alyssa. Rylan no pudo evitar pensar que el rey Jorge no le parecía más que otra más de las mujeres alborotadoras y entrometidas de las que su corte estaba llena.

—¿Qué haremos con tantos farolillos después de esta noche? —preguntó Linnea, situada junto a Alyssa en las escaleras que llevaban hasta la puerta del castillo.

Frente a ellas podían encontrar varios criados colocando faroles de aceite a lo largo del largo camino que llevaba al castillo para conducir a los carruajes que se acercaran. Alyssa se sentía nerviosa al saber que todo eso era por ella, que varios hombres acudirían al castillo la noche siguiente para pretenderla y no era ignorante respecto a las mujeres que acudirían por el mero hecho de poder criticarla más tarde y hablar sobre su vida como viuda e hija de un varón, una dama venida a menos.

—Pueden ser utilizados en otra ocasión —dijo una voz a sus espaldas, refiriéndose a los farolillos—. Son útiles para guiar a los caballos, o para los días nublados...

Alyssa se tensó inmediatamente, envuelta en su mantón de seda que la protegía contra el frío. Aun así, en el momento en el que la joven árabe se situó frente a ella, lo último que su cuerpo sintió fue frío. En absoluto.

Era la primera vez que Khadira le dirigía la palabra directamente y fue aún más impactante por el hecho de que ni Linnea ni ella la oyeron llegar, por lo que quizás podrían haber estado manteniendo una conversación privada en esos momentos y quedaba claro que la muchacha oriental las había estado escuchando.

Tan sólo pudo abrir mucho los ojos al observarla, pero Alyssa no logró contestar al comentario de Khadira. Podría haberlo hecho, no se trató de incapaz física, sino de una furia caliente que subió por su cuerpo al observarla de cerca; al escuchar su melosa voz con ese marcado acento extranjero. En esos momentos quiso que se fuera, quiso echar a esa mujer ella misma, pues cada vez que la veía, cada segundo que pasaba en su presencia, le recordaba que era ella la compañera de Rylan. Le recordaba lo que ella había perdido sin necesidad de que nadie se lo arrebatara.

—Lo tendré en cuenta. —Fue Linnea quien respondió al tiempo que hacía una inclinación de su cabeza, con un tono de voz cordial, aunque ni rastro de simpatía en sus ojos.

Khadira esbozó una sonrisa brillante y Alyssa reparó en el ramo de flores que la mujer parecía estar formando, recogiendo las hermosas rosas de distintos colores que tenían en el jardín. Parecía realmente entretenida y contenta.

—¿Cuáles son sus flores favoritas, lady Russell? —preguntó Khadira, tratando de mantener una conversación.

Alyssa apretó los labios. ¿Cómo se suponía que iba a responder a nada de lo que saliera de esos labios oscuros que cada día le arrebataban lo que ella más quería? Los segundos pasaron y el silencio se hizo más y más denso. Alyssa quería responderle de la peor manera posible, pese a que ese fuera un comportamiento infantil, pero sabía que si llegaba a oídos de Rylan que ella había tratado a su amante de un modo incorrecto, podría traerle problemas ahora que casi sentía la actitud del duque más relajada hacia ella.

—Los crisantemos —respondió finalmente Alyssa, alzando la cabeza.

Khadira había querido acercarse a ella, conocer su actitud. Sabía que la mayoría de mujeres inglesas y nobles de su edad eran unas malcriadas y unas consentidas, pero se sorprendió al observar la templanza y madurez de Alyssa. La miraba de una forma tan severa que no le cupo duda de que la odiaba, o al menos creía odiarla, por ser la amante de Rylan. Se preguntó cómo reaccionaría si supiera que el corazón de Rylan seguía estando en las manos de ella, de la mujer de su pasado.

—Simbolizan la pérdida, de hecho no son muy comunes en estas tierras... —comentó Khadira—. Aunque también son útiles como remedio para las curas de ojos.

Alyssa no apartó la mirada de Khadira. No sabía por qué le estaba hablando de repente, ¿acaso se estaría riendo de ella?

—¿Sois también una experta en medicina? —preguntó Alyssa con esa expresión impasible en su rostro que la acompañaba la mayoría del tiempo, como si nada pudiera afectarla.

No pareció interesada en escuchar la respuesta, pero aun así, Khadira sonrió levemente.

—Es algo en lo que estoy interesada; no es una afición habitual en una mujer de mi condición, lo sé.

Sin saber aún qué pretendía esa mujer al dirigirse a ella, su atención se centró en las dos figuras que aparecieron al otro lado del patio. Rylan y Duncan caminaban lentamente hacia el castillo, hablando en voz baja y con evidente privacidad. Tan pronto como ellos repararon en su presencia en la distancia, se detuvieron. Una suave y gélida brisa acarició los cabellos de Alyssa, que observó con intensidad esos ojos azules clavados en ellas.

Al principio no estuvo segura de a quién estaba mirando Rylan; bien podría haber sido a su amante o a su hermana... pero Alyssa sintió finalmente que era ella la mujer a la que esos ojos estaban devorando con una fuerza devastadora. Sus piernas temblaron ligeramente, sabiendo que tanto Linnea como Khadira estaban presenciando ese momento de extraña intimidad.

También Duncan se había quedado callado repentinamente al comprender que su amigo ya no lo escuchaba y ni siquiera lo miraba a él, sino que parecía haberse quedado hechizado bajo la presencia de Alyssa Russell.

Tan sólo se contemplaron durante largos segundos en los que ninguno de los dos apartó la mirada. Tal y como había sido la primera vez, cuando Alyssa había aparecido en un pequeño carruaje a las puertas del castillo de Alderman. Rylan la había conocido como la nueva dama de compañía de Linnea, una práctica muy habitual entre los nobles de más bajo renombre para escalar en la sociedad. Alyssa le había parecido tan bella como una aparición celestial; una adolescente saliendo del carruaje de forma elegante, con los cabellos recogidos en un moño casi deshecho, pero aun así caminando con la seguridad de una reina.

La misma elegancia se veía en esos momentos, aunque esta vez la niña había quedado atrás y se encontraba frente a una mujer. Los segundos pasaron y ninguno de los dos se movió, pese a que las tres personas que los acompañaran se encontraran sorprendidos de que en ningún momento disimularan lo que estaba sucediendo. Fue ese el momento en el que Rylan supo que no podría seguir luchando contra eso, que pese a haberlo intentado durante seis años, jamás había podido olvidar a Alyssa... de hecho quizás nunca había tratado de hacerlo verdaderamente. Tan sólo una capa de falso odio había recubierto sus sentimientos por la mujer y esa mentira desaparecía un poco más a cada segundo que pasaba contemplándola.

Sólo el orgullo los separaba en ese momento, puesto que cuando ella parpadeó y alzó la barbilla ante la atenta mirada de Rylan, él supo que necesitaba hacerla suya. Que esa sería la única forma de aliviar la enfermedad que Alyssa le había causado.


Estoy planeando ya el final de esta  novela, porque como os comenté, no la he terminado de escribir aún. Os mantendré informadas <3
¡Mil besos!

 Os mantendré informadas <3 ¡Mil besos!

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Si algún día vuelves. #Wattys [Romance histórico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora