31. El secreto del alfabeto (4/5)

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Sandalio piensa: "«Desde yo». No puede ser otra cosa que el punto de comienzo. Tiene que ser la estatua de Don Pedro, porque fue él quien escribió el poema, el YO. ¿No?"

Sandalio no suele hablar mucho, pero cuando un mayordomo dice algo más que 'con su permiso' tienes que prestar atención. Tiene razón. 'YO' aquí es sinónimo de Don Pedro Balejo y AL SUR y AL OESTE significa que tenemos que buscar en esta dirección.

Ádelfa también quiere formar parte en la revelación del secreto: "GEPASOS y GEPIES tiene que ver algo con distancia. Si el mensaje significa algo, tiene que tener relación con la distancia, con los números. ¡Eso es! Tienes que cambiar todas las cifras en letras excepto las primeras de la segunda y la cuarta cuchara. ¿Cuáles son los primeros números de estas?

"7 y 5, en cada cuchara. Letras G y E."

"75 pasos y 75 pies, son distancia. Esta es la clave: Desde yo 75 pasos al sur 75 pies al oeste. Y si comenzamos con YO en el sitio donde estaba la estatua..."

Nacho rompe el silencio: "Tenemos que cambiarnos y ponernos los bañadores y buscar unos tanques de oxígeno, porque el mar comienza a unos cincuenta metros al sur de la estatua."

Es verdad. El estanque tiene forma de plus y la estatua estaba en el centro. Desde ahí hasta el borde son unos veinte metros y desde allí hacia el precipicio son unos treinta o cuarenta metros como máximo pero no más. Setenta y cinco metros al sur no hay nada más que mar, sal y agua con conchas y peces. Algunos cuentan sus pasos cuando andamos hacia el precipicio, pero nadie cuenta más cuando llegan a treinta. Es inútil.

"¿Y si había más costa en 1621 y el mar la ha dañado? Será posible que el tesoro esté en el fondo del mar ¿no?", intenta decir el alcalde, pero no consigue elevar las cabezas de lo que estamos mirando bajo el mar. Las olas no son muy altas, pero si este mar era capaz de conquistar unos quince metros o más a la roca, el mismo mar es capaz de esconder unas muñecas pequeñas para siempre debajo de toneladas de piedras y agua.

La Condesa no puede controlar su decepción: "Era un tonto, ese Pedro. Tienes que esconder tesoros en sitios donde se pueden encontrar fácilmente. En la torre por ejemplo. Todos los hombres son iguales. Era un hombre y era un tonto."

Ádelfa está furiosa: "Don Pedro era mi ta-ta-taratata-abuelo y no permito que usted, Condesa, hable mal de él. Era un hombre con mucho éxito. Mira esta mansión, que me parece por lo menos dos veces más grande y veinte veces más bonita que la choza en la que vive USTED. No tienes ninguna estatua en el camino de la entrada, ni tienes una valla decente. Parece un burdel, porque la puerta siempre está abierta a cada hombre que quiere entrar en ella. ¿Qué digo? ¿La puerta siempre está abierta? No tiene ni puerta."

La Condesa se tapa la boca, como si quisiera que nadie oyera la 'Oh' de asustada que quiere reprimir. Me avergüenza un poco, pero esos momentos débiles no duran mucho conmigo y decido ayudar a mi hermana con esta fácil victoria: "Por si necesitas gafas, Condesa, puedo explicarte que hasta ahora puedes ver que todos son símbolos de la grandeza de Don Pedro Balejo. Tenemos aquí a la izquierda la Torre Pedrobalejo, que lleva su nombre porque simboliza su capacidad de mirar más allá. Tenemos la mansión Pedrobalejo, que es desde hace ya más de trescientos años una casa abierta para cada persona que se dedica al arte y a hacer grandes cosas como la caridad. Yo misma... y tal vez mi hermana también... un poco... tenemos la inteligencia heredada de Don Pedro, porque llevamos la misma sangre azul con burbujas como él. Nuestra inteligencia es la prueba de que nuestro ta-ta-taratata-abuelo no tenía nada de tonto. La tonta eres tú."

"Sí.", añade mi hermana: "La tonta eres tú. ¿Cómo puedes dudar de un hombre tan listo como Don Pedro, que era tan listo como para inventar un secreto que nadie pudiera descubrir en trescientos años, hasta que vinieran sus bis-bis-bibibibi-bis-nietas, las únicas que tienen suficiente inteligencia para revelar el secreto? Ese Don Pedro no pensó nunca en esconder un tesoro tan valioso en un sitio que no pudiera resistir el tiempo con seguridad. Si conozco a nuestro ancestro como conozco a mi hermana, nunca pensó arriesgar ni un centavo."

"Oye, una dama nunca debe hablar de dinero, hermana."

"No me interrumpas, Ana. Estoy hablando. Estoy diciendo que la estatua no es el único YO, no es el único Don Pedro Balejo. Hay otro, no tan alto, pero mucho más grande, uno que vemos todos en todos los días. 75 pasos al sur, 75 pies al oeste. Vamos a ver..."

Ádelfa, todavía un poco enfadada con la Condesa, vuelve a la terraza dando largos pasos. Nos miramos los unos a los otros, levantamos los hombros y comenzamos a seguirla. Ádelfa anda tan rápido que nos cuesta seguir su velocidad, imposible adelantarla, y uno después la otra (el alcalde y la Condesa) bajan su ritmo hasta mantener el mío, gracioso y elegante. Una dama nunca corre, Condesa. Te lo puedo explicar más claro, pero esto tampoco lo vas a entender.

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now