10. Su Honorable Señoría Juez de la Torre

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Su honorable Señoría el Juez de la Torre no está asustado, pero sí impresionado por las dos señoritas que entran en su despacho junto a su viejo amigo Sandalio.

"Buenos días, Sandalio. ¿Y quiénes son estos dos encantos, estas deliciosas mujeres?"

"Soy Ángora Flórez de Alba y esta es mi hermana Ádelfa. Somos las sobrinas del señor José Flórez del Campo y vamos a necesitar vuestro consejo en un asunto muy espinoso."

El juez se pone recto en su asiento. Está claro que esas chicas están en la dirección justa. Necesitan el consejo de un hombre sabio en un asunto difícil. Se siente importante. Hace una mueca poniendo su barbilla hacia arriba; se le ponen los pelos de la barba de punta como si estuviera excitado sexualmente. Pensando en su nombre no era difícil: no puede ser otro que Ernesto. Limpia sus gafas con un pañuelo y se las pone en la nariz para acentuar su sabiduría y la confianza que podemos poner en él.

"El caso es cuestión de vida o muerte", comienza mi hermana.

"Ah. De vida o muerte. Claro.", reacciona el juez.

"En realidad, más de muerte que de vida, pero usted entiende esas cosas mejor que nadie."

Su honorable Señoría echa un cubo de confianza más en el montón: "Sí, es mi trabajo entender asuntos difíciles y delicados, y la gente dice que eso lo hago muy bien."

"¿Conoce usted a nuestros tíos?"

"Si, les conozco. Es decir: no por asuntos profesionales, porque vuestra familia está más allá de cualquier reproche, pero nos hemos encontrado en algunas fiestas y celebraciones. Suelen invitar a los notables de la aldea de vez en cuando."

"Pues, no te van a invitar más, porque han muerto."

El pobre juez esperaba muchas cosas, pero no una noticia tan cruel. Se asusta, pero, antes de que pueda decir algo, sigue mi hermana: "Sí, es algo muy triste. Buscamos palabras que no existen para expresar nuestros sentimientos. Todas las tardes lloramos de dos a cinco. Pero antes de celebrar su funeral tenemos que arreglar lo de la herencia y nos han dicho que usted es la persona que arregla esto, ¿no?"

"Lo siento, señorita, lo siento de verdad. La pérdida de tus tíos, quiero decir, eso lo siento. Pero lo de la herencia no es asunto de un juez sino del notario."

Ahora Sandalio está harto de tantos juegos e interrumpe: "Señoría, con permiso, pero el asunto es que no sabemos qué ha pasado con los señores Flórez. Hace unos meses se fueron a África para un safari y todavía no han vuelto. En mi opinión no significa que estén muertos, pero a estas dos jovencitas les gusta pensar que ha ocurrido algún tipo de accidente y ya están felices esperando la herencia."

"Pues, Señoría..." comienzo a defenderme, pero el juez me calla con un gesto de la mano.

"Señoritas... por favor. La ley es muy clara en casos así. Hasta que no aparezca el cuerpo, no hay prueba de la muerte y no se puede abrir la última voluntad de una persona. Lo sabe el notario y lo sabe el juez. Lo que puedes hacer es un informe oficial sobre la desaparición de una persona. Cuando esa persona no reaparezca dentro de veinticinco años se cambia ese informe en el documento oficial de su fallecimiento y con ese documento puedes reclamar la herencia."

"Las leyes son un montón de documentos confusos que solo obstruyen la justicia.", respondo con una cara triste. "No importa la herencia, Señoría. Más importante es que las empresas del señor Flórez carecen de liderazgo y eso es un asunto que necesita vuestra atención. Como la única familia del señor Flórez y además como sus herederas, nos parece que el trabajo que ha hecho Sandalio como suplente ya debería ser algo que hiciéramos mi hermana y yo. Con el sueldo de directoras, por supuesto."

El juez de verdad es un viejo amigo de Sandalio, porque no piensa cambiar las cosas a nuestro favor: "Lo siento, pero la decisión de nombrar a Sandalio como el responsable durante el viaje del señor Flórez no cambia cuando el señor Flórez desaparece. La ley es muy clara en casos así. Pero, si le interesa a las damas, podemos cenar juntos con unas copas y hablar sobre el tema en un ambiente más personal..."

Al viejo cabra macho le gustan unas hojas verdes. ¿Los hombres no tienen ninguna vergüenza? No traga el cebo de la muerte de los tíos, no quiere darnos el puesto de Presidenta Directora General de las máquinas de dinero, pero sí quiere cenar con nosotras, emborracharnos y violarnos brutalmente, matarnos después para no dejar testigos para que pueda escapar sin castigo. Estoy harta de tanto machismo y no quiero nada más que salir de aquí inmediatamente, si no ya.

Pero una dama nunca se baja ni los pantalones ni su sonrisa. Le respondo con un guiño y esbozo mi famosa sonrisa misteriosa: "Lo siento, pero tenemos trabajo en la hora de la cena y no podemos alejarnos de esa importante responsabilidad. Tal vez otro día. Muchísimas gracias por vuestro tiempo, Señoría. O, como ya nos conocemos tanto, ¿podemos llamarle... Ernesto?"

"De nada. Siempre estoy a vuestra disposición... Ángora..."

'Si no puedes vencer a un enemigo, por lo menos, hazte su amigo', según dice un proverbio chino y los chinos deben saberlo. Doy a Ádelfa una patada a escondidas para que se despida del honorable, enviándole un beso con la palma de la mano, y salimos del despacho y del edificio. Sandalio tiene esa cara de triunfador, como queriendo decir "nadie me va a quitar mi puesto de PDG y menos unas chicas". No será justo asesinarle aquí y ahora. Pensar en matarle no va en contra de la ley, pero prefiero que muera después de meses de tortura y sufrimiento y dolor. Necesitamos paciencia y la necesitamos ¡AHORA MISMO!

Ada tiene otra opinión: "Esto ha sido bueno y divertido. Además es un hombre muy simpático, ese juez. ¿Es amigo tuyo, Sandalio?"

Sandalio asiente con la cabeza: "Lo conozco desde que vivo y trabajo aquí. Más de diez años ya. Veinte años en el servicio de Lord Sándwich y después más de diez años aquí. El tiempo pasa volando..."

* * *

El tiempo pasa volando. Con un día tan atareado y ni un minuto para descansar tenemos que correr para estar en la mesa a tiempo para la comida. Pero vale la pena: espaguetis con salsa Sara Carbonara, un buen plato de garbanzos, un flan casero de postre y una botella muy pequeña de vino tinto.

Olvido la horrible mañana inmediatamente, pensando en la comida. En Andalucía tenemos santos para todo excepto para los malos recuerdos. Hay que vivir bien. Vivir bien es un arte y nosotras somos artistas.

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraWhere stories live. Discover now