6. La Condesa (1/2)

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Me despierto por el canto de los pájaros, acompañado por el susurro lejano de las olas del mar. ¿Dónde estoy? ¿Qué día es? ¿Qué hora?

Me despierto lentamente. Estoy en la cama, es domingo y el reloj del armario dice que son las diez de la mañana. Demasiado temprano. Me giro otra vez. Pero el mundo no me deja en paz y me perturba con unos golpes en la puerta.

"Ana. ¿Estás despierta ya?"

"No. Todavía estoy durmiendo. Vuelve en una hora. O dos."

Ádelfa, desobediente como siempre, abre la puerta. Vicky lavó ayer su vestido y está otra vez como una dama en una feria.

"Venga. Hace un día estupendo. El sol brilla, el cielo es claro, azul como un pitufo, y he preparado el desayuno: tortitas con sirope, té y zumo de naranja natural. Hay magdalenas y algo de queso. He encontrado manzanas también..."

"El desayuno va a estar frío cuando me haya lavado y vestido y maquillado y no pienso desayunar en la terraza con este camisón que tengo puesto porque es de la tía y por lo menos 38 tallas más grande que yo y bastante corto además."

"Oye, no hay nadie aquí. Sandalio tiene su día libre, Vicky e Ildefonso se han ido al pueblo esta mañana, vestidos como si se fueran a casarse, y aunque estés como Dios te trajo al mundo, nadie te va a ver aquí. Además vamos a desayunar, no a presentarnos a un concurso de moda. Venga, he puesto la cafetera en el fuego y si quieres café recién hecho, tienes que bajarte ahora."

No hay muchas cosas que valgan la pena como para levantarte de la cama, pero el café es una de ellas y Ádelfa lo sabe. Champán es la otra cosa, pero si queremos encontrar el sitio donde los tíos guardan sus botellas, vamos a necesitar unos cafés primero. Pero la cama está tan suave y caliente...

"Si no vienes... Voy a desayunar YA y voy a comérmelo todo. Buenas noches.", dice Ada mientras se gira y hace como si fuera a bajar.

¡Qué cara dura tiene! Se va a comer mi desayuno y seguro que no va a dejar ni una miga para mí. Además he tenido una pesadilla horrorosa en la que estaba andando todo el rato detrás de un tranvía sin alcanzarlo y tanta actividad siempre me da hambre.

"Voy. Dame un segundito. Tengo que buscarme un cinturón o algo para evitar que me pierda en esta tienda de campaña de camisón. ¿Dónde has encontrado esas pantuflas? Voy a necesitar un par de ellas también si vamos a desayunar en la terraza."

"Ponte las sandalias italianas que llevabas ayer. He encontrado solo un par de pantuflas, pero las voy a necesitar yo porque perdí mis zapatos ayer. ¿No te acuerdas?"

"Pues, te dejo mis zapatos si me das esas pantuflas. Hace demasiado frío para ponerme sandalias."

Ádelfa me dispara las pantuflas con sus pies: "Toma. Y frío no hace porque estamos en Andalucía, donde hace el mejor clima del mundo." Coge mis zapatos en la mano y sale del cuarto.

En el cuarto de baño encuentro un albornoz rosa con un cinturón de tela del mismo color. El albornoz... ni pensar, pero el cinturón sí. Solo cabe cuando lo vuelvo dos veces alrededor de mi camisón, blanco de flores verdes, amarillas y azules. ¿Quién compra algo así? Si la tía María se pone este camisón antes de acostarse, dará razones al tío Pepe para pedir el divorcio, de eso estoy segura. Pero bien, el desayuno espera y nadie me va a ver, pues, ¿qué importa?

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora