26. Viaje a Córdoba (2/4)

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"No es posible, porque el tren a Córdoba sale a las 12:00 y tengo que comprar el billete antes."

"¿Cómo sabes que el tren sale a las 12:00, cuando la empleada de la ventanilla 1 no está para informarte?"

"Está escrito en los tableros amarillos, ahí en la plaza."

"Señora, ¿para qué vale una ventanilla 'información de viajes' si esta información se puede leer por todas partes? Es raro, ¿no?"

"¿Y ahora me dices que no es correcto, lo que dice en los tableros?"

"No he dicho eso. Solo he dicho que esta información se puede conseguir en la ventanilla 1."

"Pero no hay nadie en la ventanilla 1."

"Señorita, usted me pone muy nerviosa con todas sus preguntas. Le he informado que esa empleada va a volver de su pausa a las 12:00. Para eso estoy aquí, para informarla, pero si repite sus preguntas..."

"Gracias, señora, y lo siento mucho. Gracias por la información. Eres muy amable."

La tercera vez, la pelea para cruzar las dos filas ha sido más fácil de lo que esperaba. La fila no se ha adelantado todavía y el hombre del traje me reconoce, por lo menos con el ojo que no está cerrado por mi codo durante nuestro último contacto, e intenta echarse hacia atrás para darme el espacio suficiente para pasar. Ahí hay un hombre bajo y gordo, sorprendido por el culazo del señor del traje, que reacciona con un empujón hacia delante para defenderse mientras prepara un movimiento contra la señora cuarentona que está detrás de él. A la cuarentona, mujer bien educada, no le gusta este contacto íntimo con un hombre desconocido y lo explica a golpes con su paraguas. Mala suerte que su educación no incluyó un curso de artes marciales, que explica que hay dos estilos de golpes con paraguas: el horizontal y el vertical. La cuarentona usa el estilo vertical que implica levantar el paraguas delante de la cabeza antes de bajarlo, pero no es muy aconsejable cuando te encuentras en una cola con un hombre alto detrás de ti. La punta del paraguas queda atrapada en el orificio de la nariz del hombre alto, que da un grito de dolor y un empujón a la cuarentona, que pierde el equilibrio y se cae contra la espalda del gordo que, como un pleno en una bolera, causa la caída de todas las personas que están delante de él. Solo tengo que dar un paso largo para llegar a la ventanilla 2.

"Un billete para Córdoba, por favor."

"Buenos días, señorita. Lo siento, los billetes para Córdoba se venden en la ventanilla 3 y 4. Aquí solo vendo billetes para viajes a otros países."

"Bien. ¿Me puedes dar un billete a Lisboa, o a París o a Roma, por favor? No me importa a qué ciudad, solo me importa si el tren pasa por Córdoba o no."

"Todos los viajes a Lisboa, a París y a Roma pasan por Córdoba. Si quieres ir a Lisboa tienes que viajar primero a Córdoba y de ahí por Sevilla hacia Lisboa. Si quieres ir a París viajas primero a Córdoba, donde cambias al tren a Madrid y en Madrid coges el tren a París. Si quieres ir a Roma puedes ir a Lisboa y coger el tren a Roma ahí, o puedes ir a París para el Intercity Express a Roma. Pero también puedes viajar por Moscú o por Helsinki: como sabe todo el mundo, todos los caminos van a Roma."

"Perfecto. Pues, dame un billete a Lisboa."

"Lo que le puedo vender es el billete de Córdoba a Lisboa. El billete de Málaga a Córdoba tiene que comprarlo en la ventanilla 3 o 4."

Suspiro profundamente. Comienzo a entender por qué la gente dice que viajar en transporte público cuesta menos dinero, pero más tiempo. También comienzo a entender por qué solo hay colas delante de las ventanillas 3 y 4. Lo único que todavía no sé es para qué valen las ventanillas 5 y 6, pero no tengo mucha energía para investigarlo ahora. Una dama tiene que seguir con sus prioridades y mi prioridad número uno es obtener un billete para el tren a Córdoba. Me pongo delante de la ventanilla 3 y pregunto: "Un billete para Córdoba, por favor."

"¿Solo ida o ida y vuelta?"

Tengo que controlarme para no decir ida y vuelta. No me atrae el montar todo este circo en la estación de Córdoba también. Pero gastar dinero en la vuelta sin saber si me va a gustar la ida me parece ridículo. Pido un billete de ida.

"¿Ventana o pasillo?"

"Ventana, por favor."

"¿Fumadores o no fumadores?"

"Fumadores." No fumo, excepto un puro cubano de vez en cuando después de la cena, o una pipa con tabaco de caramelo para acompañar un licorcito de almendras, o un cigarrillo americano para descansar en una noche de baile, o... pues, no fumo, pero si otros fuman puedo disfrutar el olor de tabaco gratis, por eso siempre prefiero la sección de fumadores.

"Lo siento, no hay sección de fumadores en el tren a Córdoba. ¿Primera clase o segunda clase?"

"Primera clase, por supuesto, soy una dama. ¿O piensas que soy como ellos?", digo mientras me apunto a la masa que sigue luchando detrás de mí en el suelo. La gente de la cola 3 ya se ha metido entre la de la cola 4, porque cuando estás esperando, te diviertes con cualquier forma de distracción. La cuarentona está sentada en la espalda de un albañil, intentando sacar el mango de su paraguas de la boca del hombre de traje; una chica con el pelo verde y la anciana tirando cada una por un lado de un bolso negro, que no está para soportar tanta fuerza y se rompe, causando la caída de ambas mujeres, la anciana encima de un abuelo con barba y la del pelo verde contra una pareja de turistas japoneses, que no tienen ni idea por qué están peleando pero que están mirándolo con interés hasta el momento en que el espectador pasa a ser participante. Intento concentrarme en mi misión y me giro hacia la ventana otra vez.

"No, señorita, por supuesto que no. Está clarísimo que una dama siempre viaja en primera clase. ¿Espalda o cara?"

Ádelfa y Ángora - una divertida aventuraOnde histórias criam vida. Descubra agora